Todos vivimos vidas ajetreadas, a tal punto que normalmente tenemos la sensación y, en muchos casos la frustrante evidencia en la realidad, de que no llegamos a cumplir con lo que debemos hacer, pero especialmente con lo que esperamos de nosotros mismos. Se acumulan planificaciones o recordatorios de agenda que serán pasadas de semana en semana.
Al mismo tiempo, el “no tengo tiempo” o “tengo una semana/día terrible” y tantas otras expresiones, se han convertido en excelentes excusas para postergar lo que quizás solo buscamos evitar. Terminamos siendo prisioneros y nos adaptamos con mayor o menor bienestar, más precisamente malestar, a nuestra propia jaula: el tiempo.
La diferente percepción del tiempo es una variable aceptada en la evaluación de las enfermedades mentales. A tal punto es entendido esto, que se popularizó casi como muletilla, “ansiedad es tener mucho de futuro y depresión mucho de pasado”.
Evidentemente todos experimentamos que el tiempo transcurre de manera distinta en función de diferentes estados emocionales y los diversos eventos y experiencias que vamos atravesando. Al mismo tiempo, nuestra respuesta frente a esto estará condicionada y, a su vez, condicionará a nuestro equilibrio y nuestro estado anímico.
En el caso de padecer alguna patología esto se hará más evidente aun dejando de lado las estructuras psicóticas o de alteración de la percepción más profundas, como las ligadas a aspectos orgánicos, ya sea por una patología específica (tumor de lóbulo temporal, epilepsia, entre otros) o por algún tóxico, como es el caso de las drogas psicoactivas. En las diversas formas de la ansiedad y de la depresión, la variable tiempo interno es central y en algunos casos enmarca la sintomatología del cuadro.
Un poco de historia
Esta idea de que la forma de percibir y hasta medir el tiempo no es uniforme, es algo que se conoce desde la antigüedad en la tradición mitológica griega y que luego se trasladaría a diversas áreas, inclusive continuando en la actualidad.
Los griegos antiguos representaban al tiempo en base a tres figuras míticas de distinto valor, en cuanto a su importancia, estos son: Cronos (Kronos), el más importante; Kairos (o Caerus) y Aión (quien habría surgido antes en la mitología fenicia). Cada uno representaba una manifestación de la temporalidad.
Cronos es el tiempo longitudinal, el secuencial en el cual hay un pasado presente y futuro, es el que reconocemos como tiempo actualmente. Kairos, es el tiempo del momento preciso, establecido por la oportunidad en que los hechos se desarrollaban y Aion de quien no vamos a hablar aquí, es el tiempo circular, la vuelta del pasado, el eterno retorno.
En las diferentes manifestaciones clínicas vemos esta diferencia y quizás tenerla en cuenta pueda aportar elementos para poder lograr elaborar herramientas ante la ansiedad y/o depresión.
Los distintos tiempos griegos
Cronos, el tiempo secuencial, es el que demanda constantemente y el que pasa inevitablemente de manera irreversible. Allí es cuando nos fijamos objetivos o en muchos casos cuando los anticipamos, o creemos que ya no tendremos tiempo antes de ser devorados por la tarea, por la meta incumplida. De hecho Cronos en algún momento, ante la posibilidad de perder poder, devoró a su hijos. Es el mismo que en su faz negativa vuelve obsoleto algo al alcanzar el objetivo. Allí nos demanda nuevos objetivos, independientemente de estar satisfechos o no, o si podemos disfrutar de ellos.
Kairos es un joven con un mechón de cabello muy largo en la frente pero completamente calvo por detrás. Es la deidad caprichosa de la oportunidad que pasa y puede ser incorporada cambiando nuestro destino (es la oportunidad de cambio), tomándolo por ese mechón, pero que al dejar pasar el momento ya será tarde.
Es el instante del “aquí y ahora”, en el que si se toma la decisión y la acción adecuada nos llevará a otro estado. El problema es que para ver a Kairos hay que intentar que Cronos no nos engañe, o mejor dicho distraiga, ya que pasada la oportunidad, Kairos desaparece.
Cronos exige fragor e intensidad, y para ver a Kairos necesitamos el silencio y la paz que el primero no desea. Esta visión puede imaginar que el tiempo tal como lo estructuramos es malo (Cronos sería negativo). Sin embargo, para los griegos lo peligroso era la falta de equilibrio entre los tres (siendo Aión la voz interna, la misión trascendente).
El tiempo lineal (Cronos) genera la vida y los proyectos; pero hay que sobrevivir a su voracidad. El tiempo de la oportunidad, las Musas (Kairós) también es inestable; aparece y en un instante desaparece.
Temporalidad, depresión y fobias
Ese dilema respecto al tiempo es el que se experimenta en diversas situaciones en las que la ansiedad nos hace víctimas de una versión parcial del tiempo y siempre estamos corriendo, nunca alcanzando o, a la inversa, creyendo que la solución es no hacer y así postergamos. De esta manera, pasamos de episodios de frenético fragor, a desconectarnos, buscando “no hacer nada”.
Entre medio, la oportunidad, las cuestiones que necesitan ser puestas en primer lugar, inevitablemente, pasan de largo, de allí la frecuente sensación de frustración, de culpa inclusive, en diferentes estados de ansiedad.
También la temporalidad incide en el caso de las fobias, al anticipar un peligro que al hacerlo es magnificado, y el no hacerlo, es la solución que frustra ya que incrementa el cuadro.
Por otro lado, en algunas formas de depresión, la anticipación juega un rol, como manifestara René Digo en su obra “Del Aburrimiento a la melancolía”, en la que ve que la base de diversos estados depresivos es su concepción de la temporalidad.
La oportunidad (Kairos) perdida, el tiempo perdido, idea que Proust rescata en su obra cumbre, puede ser algo que hostigue permanentemente y de manera creciente a alguien, en un cuadro que puede volverse crónico.
Por ejemplo, en los cuadros obsesivos, donde no responder al ritual de manera inmediata hace sufrir un grado de ansiedad que puede llegar a ser insoportable, y de allí el sometimiento a la repetición del ritual, que circularmente volverá y en periodos de tiempo secuencial cada vez más rápidos.
En los cuadros maníacos dentro de la bipolaridad, la taquipsiquia, la aceleración del pensamiento que llega a un fenómeno llamado de fuga de pensamiento, por la imposibilidad de mantener una secuencia, implica actos consecuentes a estas ideas y la desorganización.
También surge en las diferentes formas de insomnio en las que la cantidad de ideas agolpadas en momentos en que debiéramos cerrar la jornada, aparecen las tareas postergadas y hacen que el organismo entienda que debe mantenerse alerta para resolverlas.
Estos son solo algunos ejemplos, pero sirven para hablar algo de la necesidad de incluir el abordaje del tiempo en el análisis y en la terapia de estos estados. Las técnicas de organización de tiempo y de establecimiento de espacios compartimentados de tareas, permiten salir de su imperio devorador.
La farmacoterapia no puede ser el único instrumento, ya que simplemente enlentece esa secuencia eventualmente, pero al mismo tiempo puede generar mayor ansiedad paradojal al deprimir recursos cognitivos necesarios para esa organización.
El establecimiento de prioridades en la vida y en particular en la terapia, fijando objetivos y tiempos, e inclusive dando espacios de vacío en los que se observe lo que va aconteciendo, implica la incorporación de técnicas de relajación, de meditación, en particular la práctica de “Sati”, hoy popularizada como mindfulness.
El ayudar a sostener la ansiedad en un cuadro obsesivo, o manejar las cogniciones en la depresión o en las fobias por ejemplo, solo es posible si se establece cierto control de esa esfera del tiempo secuencial.
En definitiva, no hay un tiempo (o Dios del tiempo, valga la redundancia) bueno o malo, nuestra ansiedad y melancolía son las mismas desde hace siglos, según muestra la literatura, aventuramos que quizás desde los inicios de la cultura, y poder usar el orden de Cronos sin aceptar su autoritarismo que nos persigue y, por momentos, busca devorarnos permitirá ver la oportunidad (Kairos). Al mismo tiempo, no estar detenido esperando la oportunidad, sino estar en condiciones de encontrarla en base a la acción en el tiempo (Cronos).
En la extensa obra de Proust el personaje que no puede conciliar el sueño, y está en la búsqueda del tiempo perdido, terminará dándose cuenta de que lo “reencuentra”, lo recupera, en las sensaciones simples. Usando a Cronos y saliendo de su aspecto tiránico puede encontrar a Kairos y así su destino, y la paz.
Los abordajes terapéuticos tienen muchos más elementos modernos que no pueden prescindir de algunos hallazgos del pasado, es decir del tiempo. Ayudar a entender esto a un paciente es el inicio del camino.
* El doctor Enrique De Rosa Alabaster se especializa en temas de salud mental. Es médico psiquiatra, neurólogo, sexólogo y médico legista
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