Para cada persona la relación con el alimento tiene un lugar fundamental en su subjetividad, porque cada uno de nosotros es introducido desde el nacimiento en la dimensión de la relación con los otros, especialmente con ese Otro fundamental que es la madre o su sustituto en el cuidado.
La oralidad es una actividad erotizada en el plano del deseo. Y cuando la oralidad se encuentra desenfrenada, no se trata de no comer o comer sin límite, sino de un “comer nada”como señalaba Lacan.
El origen de la anorexia y la bulimia comienza en la infancia, pero es en la adolescencia cuando estalla, generalmente, como síntoma. Se trata de la relación del sujeto con su propia imagen, latente hasta ese momento. Y al encontrarse con el otro del deseo, donde debe mostrar su posición, se pregunta: “¿Quién soy?”, con todos los interrogantes que esto conlleva.
Cuando Verónica se sentía frustrada o triste se ponía a comer. No era un comer placentero ni elegido. Comía más allá de sus posibilidades físicas y psíquicas, se atiborraba. Comía todo lo que había en la casa y pedía comida por delivery a distintos negocios para disimular. Comía hasta quedarse dormida y después, al despertarse del knock out, comenzaba a vaciarse vomitando. La operación de llenado le amortiguaba el dolor por un rato, la de vaciado la dejaba en un desamparo profundo y una enorme sensación de humillación. Tenía 13 años cuando todo comenzó, y mantuvo esta conducta por 10 años más, hasta que se recuperó.
Los llamados trastornos de la conducta alimentaria constituyen hoy un problema de salud pública endémico, por su creciente incidencia, sus graves síntomas, su resistencia al tratamiento y, en Argentina, se presentan en edades cada vez más tempranas, aunque pueden persistir hasta la edad adulta.
Los datos epidemiológicos indican que a los padecimientos emocionales se le suman el ideal del modelo hegemónico de delgadez y se convierten en una grave amenaza para la salud de niños, niñas y adolescentes, y adultos.
Qué es un trastorno de la conducta alimentaria
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), estos trastornos se presentan como comportamientos alimentarios anormales, acompañados por una distorsión en la percepción de la imagen corporal, una preocupación excesiva por el peso y por la comida.
Estos comportamientos alimentarios persistentes pueden afectar y deteriorar significativamente la salud física, mental y el funcionamiento psicosocial de quienes los padecen y, en casos extremos, pueden llegar a provocar la muerte, siendo las causas más frecuentes el suicidio o la desnutrición. Suelen aparecer durante el inicio de la adolescencia y la juventud, entre los 12 y 25 años, con mayor predominio en mujeres que en varones.
Lautaro empezó a correr a los 13 años, cuando sus compañeros de la escuela descubrieron que decirle “Gordito” lo lastimaba. Él se sentía inadecuado, en una edad de la vida donde la mayoría de los adolescentes prefieren ser invisibles. Correr lo calmaba pero también bajaba de peso. Bajar de peso se convirtió en secuencia: comer, correr, bajar; comer, correr y bajar cada vez más. Llegó a pesar 38 kilos con 1,85 metros de altura. Los padres mostraban orgullosos su tesón, su garra. Llegaba a salir a la madrugada después de comerse un alfajor para bajarlo. Corría de la discriminación y para acercarse al mandato familiar: ser delgado en una familia de personas con cuerpos contundentes. La angustia seguía intacta y en el colegio pasó de ser “gordito” a ser el “loquito”.
Los datos estadísticos de los que se disponen, actualmente, surgen de un relevamiento internacional (impulsado por Mervat Nasser, Instituto de Psiquiatría de Kings College, Londres) que demostró que Argentina es el segundo país con más presencia de trastornos de la conducta alimentaria -después de Japón- afectando a un 29% de la población.
Nuevos diagnósticos
Raquel Lobatón, nutrióloga incluyente, mexicana, educadora en diabetes y Proveedora de Confianza Corporal en su texto “Criando niñxs segurxs con sus cuerpos”, asegura que son varios los estudios que indican que el 50% de las niñas menores de 13 años no se encuentran a gusto con su cuerpo y que esto aumenta a un 80% a los 17 años. También que el 25% de varones niños y adolescentes están preocupados por no tener suficiente musculatura y además que un 80% de las niñas menores a 10 años ha estado ya en algún tipo de dieta.
Entre los nuevos diagnósticos se encuentran:
- Vigorexia (ejercicio compulsivo combinado con dieta para hacer músculo)
- Ortorexia (obsesión por la comida saludable)
- Diabulimia (omisión de la insulina para bajar de peso)
- Adicción a la comida (se consideraría como una adicción al deseo intenso hacia algunos alimentos en concreto).
Para los profesionales e intelectuales que trabajan por fuera del mercado de las dietas y en interpelación constante a los mandatos sociales de lograr cuerpos hegemónicos, como es la activista argentina Lux Moreno, en su libro “Gorda traidora”, esto se evidencia “desde las publicidades de ‘salud pública’ que se abocan al tratamiento de las niñeces obesas hasta la infinita cantidad de publicidades: fajas, cremas reductoras, planes imposibles de un mes a base de caldo, redes en la lengua o los más novedosos cierres magnéticos en los maxilares”.
“Tenemos como ejemplo el Plan Nacional de Prevención del Sobrepeso y la Obesidad en niños, niñas y adolescentes que da cuenta de una política integral, intersectorial y multiescalar por medio de la implementación articulada y conjunta de intervenciones educativas, comunicacionales y regulatorias para evitar la pandemia de la obesidad”, indicó.
La sociedad y, especialmente la argentina, teme a esa pandemia de la obesidad más que a la del coronavirus. Está obsesionada con obtener un cuerpo ideal, pero esto genera frustración constante y sentimientos de insuficiencia y dolor psíquico.
La diversidad de los cuerpos no tiene absolutamente nada que ver con los padecimientos psíquicos denominados anorexia y bulimia nerviosas. Estas formas de padecer humano están vinculadas a una relación subjetiva con la comida, pero encuentran una nueva fuente de estímulos también desde el mandato social de la delgadez.
Desde muy pequeños los niños y niñas reciben la instrucción de que hay una sola forma de ser y estar en el mundo: ser delgado.
El cuerpo delgado se convierte en un ideal de belleza del discurso social contemporáneo. A esa aspiración se le dedica muchas veces la vida. Lo inalcanzable de todo ideal provoca ansiedad, tristeza y en un alto porcentaje de casos depresión.
Se pueden ver en propagandas, series y películas en las que las personas delgadas son las que logran ser exitosas y felices, porque son saludables. En esta concepción se homologa delgadez con la salud.
Los niños y niñas se crían buscando esta forma de privilegio, que no es la única, pero sí ocupa un lugar fundamental. Aquellos niños que no nacen con cuerpos hegemónicos, desde muy temprano se los obliga a realizar dietas. Aunque sus exámenes clínicos no indiquen que exista ningún tipo de enfermedad o dificultad, solo no dan el parámetro exigido por el IMC (Índice de Masa Corporal).
Esto produce una forma de violencia y discriminación, la gordofobia, que se puede entender como las actitudes, estereotipos sociales negativos y prejuicios hacia las personas con sobrepeso que la mayoría de las veces van acompañados de actos de violencia y barreras ambientales y sociales.
De este modo, la gordofobia compone un sistema de opresión que pone al sujeto en una situación de desventaja, injusticia y exclusión que se reproduce de forma sistemática y estructural (Bastos, 2019).
Prefiero pensarlo como “gordo-odio”, una forma de discriminación y violencia hacia la diversidad de los cuerpos, porque la fobia es una síntoma o un trastorno, y aquí el sujeto que agrede no está enfermo sino alienado en los discursos contemporáneos. Estas narrativas forman parte de un sistema de creencias muy arraigado y prevalente desde hace muchos años, que daña sistemáticamente a la salud mental.
Cómo detectar las primeras señales
La mejor forma de prevenir esta manera de padecer humana es cambiar la mirada y la narrativa acerca de lo bello, lo bueno y lo deseable, que como sociedad nos llevará mucho tiempo. En paralelo es atender desde la salud mental desde la primera infancia.
Mientras tanto, algunas de las recomendaciones para identificar cuando estamos ante un niño, niña o adolescente en conflicto con su cuerpo son:
- Presencia de una visible pérdida de peso por evitación del consumo de alimentos calóricos
- Vómitos autoprovocados luego de grandes ingestas de comida
- La distorsión del aspecto corporal
- Realización de ejercicio en exceso
- Consumo de fármacos para lograr purgas intestinales para perder peso
El diagnóstico y el tratamiento oportuno son fundamentales.
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