La Teoría del Apego, elaborada por el psiquiatra y psicoanalista británico John Bowlby, busca explicar porqué los vínculos afectivos a lo largo del desarrollo juegan un papel tan importante en lograr el equilibrio emocional, así como en descubrir lo que provoca su ruptura o amenaza colapsar.
Explorar para sobrevivir
En el comienzo de la vida la relación del cachorro humano con su figura de apego es muy intensa y directamente proporcional a su indefensión. Necesita del Otro para vivir. Poco a poco, comienza a apartarse de la figura protectora por la necesidad exploratoria. Esta motivación, que se encuentra presente en todas las especies de aves y mamíferos, tiene como función obtener información para la supervivencia.
La exploración se ve influenciada en la cría humana por su relación con los cuidadores, rol desempeñado mayoritariamente por las mamás. Estos ofrecen el estilo de vínculo que conocen según sus propias experiencias. Un contacto físico sensible, cariñoso y respetuoso tiende un puente para que estos pequeños investigadores se animen a emprender las actividades exploratorias dentro del entorno, desde arrastrarse para alcanzar un juguete, gatear, pensar, deambular y luego marchar.
El pediatra, psiquiatra y psicoanalista inglés Donald Woods Winnicott refiere, con relación a este punto, que tener una relación fiable donde sostenerse y sentirse seguro estimula la capacidad de estar a solas del niño o niña, jugando absortos en su lides en presencia de la mamá o sustituto que no interfiera.
A diferencia de estos bebés, aquellos niños y niñas que no han tenido la oportunidad por diferentes circunstancias como rechazo, falta de deseo, pérdidas, duelos, enfermedades, internaciones o diferentes formas de agresión o violencia, son inseguros y reticentes a la exploración del mundo. Separarse se siente como algo peligroso y suelen permanecer cerca. Con ello no logran los mismos avances que otros niños sin este temor.
Estas formas de deambulación no solo se tratan de desplazamientos físicos, también involucran el vasto universo de lo psíquico. Los niños y niñas realizan exploraciones de su propio psiquismo y en el de los otros intentado colegir emociones, deseos y creencias, y así comprenden el mundo.
Preguntas “difíciles”
Cuando sus cuidadores (y la situación ambiental lo permite) son sensibles y empáticos a su curiosidad, se atreverán a explorar por intermedio del lenguaje y de los gestos y esto va favoreciendo la reflexión.
Un ejemplo claro son las preguntas de los niños y niñas que muchas veces incomodan a los adultos: “¿De dónde vienen los bebés?” “¿Dios existe?”
Escuchar sus creencias, (los niños cuando formulan una pregunta ya tienen una teoría posible para sustentarla), sin imponer las propias como una verdad monolítica, ayuda a la construcción del pensamiento reflexivo y lo alienta a seguir explorando e identificar sus propias ideas y creencias.
La inversión de apego
Al contrario, puede darse la inversión del apego debido a déficits paternales o a consecuencias de sucesos traumáticos. Los adultos que han carecido de crianzas seguras en la adultez suelen no soportar la soledad o la separación porque necesitan de manera permanente apoyo externo. Muchas veces es el hijo o la hija quien cumple con la responsabilidad de obturar la carencia. Los niños y niñas por la necesidad y deseo de aceptación soportan la intrusión a su psiquismo y se convierten en un hijo o hija sostén.
Aunque esto les provoque hostilidad y enojo la mayoría de las veces ocultan estos sentimientos por miedo al rechazo o al desamor. Esta inversión también plantea una forma particular de agresividad. La inversión de roles y la limitación de la autonomía pueden dar lugar a manifestaciones autoagresivas y heteroagresivas. El hijo o la hija se encuentran atrapados en la necesidad del adulto e intentará defenderse, la mayoría de las veces de manera inconsciente.
Esta autodefensa se ve reflejada en síntomas y padecimientos mentales y físicos. Se puede ver en la consulta niños y niñas alienados en estas circunstancias asfixiantes que intentan develar a través de comportamientos erráticos un pedido de auxilio.
En los tratamientos psicológicos con adultos este atrapamiento puede verse como fantasías de muerte de los progenitores, que son vividas como una liberación de la condena de ser eterno sostén y con sufrimientos de distintos tipos.
El trabajo en ambos casos consiste en encontrar una nueva manera de autorrepresentarse.
*Sonia Almada es Licenciada en Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Magíster Internacional en Derechos Humanos para la mujer y el niño, violencia de género e intrafamiliar (UNESCO). Se especializó en infancias y juventudes en Latinoamérica (CLACSO). Participa como divulgadora de temáticas de infancias y juventudes en diferentes medios de comunicación. Fundó en 2003 la asociación civil Aralma desde donde impulsa acciones para la erradicación de todo tipo de violencias hacia infancias y juventudes y familias. Es autora de “La niña deshilachada”, sobre prevención de las violencia sexual en la infancia; “Me gusta como soy”, sobre prevención del acoso escolar de literatura LIJ y “La niña del campanario”, una obra de no-ficción.
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