El Registro Civil de la Ciudad de Buenos Aires aprobó hace escasos días —en el marco de la Ley de Identidad de Género — que las personas mayores de 16 años pueden solicitar, sin el permiso de sus padres, el cambio de nombre y sexo para, de esta manera, obtener su nuevo DNI. Esta resolución es el resultado del reclamo presentado en diciembre del año pasado por las organizaciones “100% Diversidad y Derechos”, “la Comunidad Homosexual Argentina (CHA)”, “Infancias Libres” y la “Asociación Familias Diversas de la Argentina” (AFDA).
Con esta nueva realidad sobre la mesa, conversé con Florencia Guimaraes García, referente activista travesti, presidenta de “La casa de Lohana y Diana”, acerca de la nueva resolución y ella me dijo:
“Es un avance muy significativo, muy importante, primero para romper con el tutelaje eterno sobre las juventudes en términos generales pero, sobre todo, sobre las juventudes travestis y trans que muchas veces, muchísimas veces, no son abrazadas, contenidas o acompañadas por sus tutores, ya sean padres, madres o quienes estén a cargo legalmente”.
Florencia se refiere a la falta de acompañamiento en los casos de las familias que expulsan a sus hijos e hijas porque no respetan su singularidad y quedan expuestas a las más atroces de las violencias, sin acceso a la salud, la educación y la justicia.
Ella remarca: “Esto se trata del derecho a la identidad, que siempre ha sido un derecho fundamental y que es vulnerado y afecta enormemente la salud mental de las adolescencias travestis y trans. Por eso también tenemos que visibilizar la grandísima cantidad de intentos de suicidio que hay dentro de la población de jóvenes, personas travestis y trans”.
El estudio publicado en diciembre de 2022 por The Lancet Child & Adolescent Health, el primero con una muestra representativa acerca de la problemática del suicidio en la población transgénero, confirma que los intentos de suicidio y autolesión son más comunes entre los jóvenes transgénero o no binarios. (Volumen 6, Número 12 P876-884, Dec 2022).
Según esta investigación el suicidio o la autolesión suponen la causa de ingreso hospitalario en el 66% de los jóvenes LGBTIQ+. Guimaraes García asegura que estas formas de violencia tiene que ver con la presión social, con el abandono, con la exclusión y la discriminación que se ejercen por parte de las instituciones, como la educativa, donde no se los respeta.
“Más allá de que tenemos una ley avanzada, que habla de la autopercepción y que no es obligatorio el cambio de DNI; sí es obligatorio que se respete la identidad de las personas”, afirma Guimaraes García. Se refiere a que muchas instituciones requieren el documento para poder respetar la identidad de género, solo ante el cambio registral como si antes de ello la persona adolescente fuera invisible.
“Me parece que es importantísimo porque también estamos en una sociedad donde los jóvenes de entre 16 y 18 años pueden votar, entonces pueden ejercer su derecho democrático a emitir un voto, pero se le anula el derecho a su propia identidad. Un paso que tiene que ver con realmente seguir avanzando en materia de derechos humanos, que es algo que el colectivo LGBTIQ+ y las personas de la comunidad travesti y trans venimos luchando históricamente hace muchísimos años”.
La vulneración a un derecho inalienable como el derecho a la identidad acarrea problemas psicológicos y sociales. La violencia recibida por este colectivo que ha sido invisibilizado comienza tempranamente. No solo padecen mucha violencia en los hogares, producto de la incomprensión y de la falta de información, sino dentro de los ámbitos de salud, educación y justicia.
Estas agresiones se sostienen en creencias o actitudes negativas hacia las personas travestis-trans, llegando a tratarlas como a enfermos mentales. También sufren aversión y prejuicios por su forma de vestimenta, falta de aceptación y negativa a utilizar los pronombres con los que cada persona se identifica y aislamiento social.
Esto provoca que las personas LGBTIQ+ se sientan aisladas e incomprendidas, con mayores sentimientos de soledad y miedo. Aumentan los estados de hipervigilancia y ansiedad por el temor a las respuesta del entorno.
El desconocimiento de que la expresión de género no se limita solamente a la concepción binaria de hombre vs mujer, sino que hay un amplio rango de opciones dentro de las cuales cada persona elige cómo expresar su identidad de género en base a cómo se siente más cómoda, puede causar estragos como la transfobia o transodio.
Esta vivencia de estar siempre fuera de lugar y no ser aceptado genera, además de ansiedad y vivencias aterradoras, depresión, consumo de sustancias psicotrópicas, trastornos de la conducta alimentaria, entre otros.
Es importante acompañar a la adolescencia trans a gestionar la resistencia social y los problemas derivados del transodio. Sentirse no querido y no deseado es una catástrofe para el aparato psíquico. Por ello el apoyo psicológico es fundamental. Trabajar en la aceptación de los propios deseos, en la singular manera que tenemos de ser y aceptarla, con las contradicciones propias de la edad y de la genuinamente humano que, especialmente, es imprescindible para que esa reacción violenta social no se interiorice como autorrechazo. Del mismo modo que apoyar y acompañar a encontrar la expresión de género deseada que haga sentir cómoda a cada persona.
Es importante que se gestionen espacios para las familias, redes de apoyo y contención para lograr conciencia y conocimiento acerca de la realidad LGBTIQ+, lo que ofrecería mejor calidad de vida y bienestar para todas las personas.
*Sonia Almada es Licenciada en Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Magíster Internacional en Derechos Humanos para la mujer y el niño, violencia de género e intrafamiliar (UNESCO). Se especializó en infancias y juventudes en Latinoamérica (CLACSO). Participa como divulgadora de temáticas de infancias y juventudes en diferentes medios de comunicación. Fundó en 2003 la asociación civil Aralma desde donde impulsa acciones para la erradicación de todo tipo de violencias hacia infancias y juventudes y familias. Es autora de “La niña deshilachada”, sobre prevención de las violencia sexual en la infancia; “Me gusta como soy”, sobre prevención del acoso escolar de literatura LIJ y “La niña del campanario”, una obra de no-ficción.
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