El abuso sexual padecido por bebés, niños, niñas y adolescentes es una problemática conocida desde hace siglos, pero invisibilizada. La violencia sexual es la forma de maltrato infantil más traumática con repercusiones a corto y largo plazo tanto para la víctima como para su familia y para la sociedad. Es un delito que se produce en continuado, es decir no ocurre solo en el momento de la o las agresiones, sino que acompaña a los sobrevivientes a lo largo de toda su vida.
A pesar de las investigaciones, las intervenciones, la visibilización a través de medios de comunicación y las legislaciones que buscan detener estas agresiones, todavía sigue siendo una temática ignorada para las políticas públicas. Son insuficientes las destinadas al apoyo, asistencia y recuperación e inexistentes las campañas de prevención a nivel nacional.
La violencia sexual ha sido definida por distintos organismos y cortes internacionales como una forma de tortura, debido a las graves consecuencias que esta conducta tiene sobre las víctimas. Este estándar internacional implica la imposición de obligaciones especiales para los Estados, las cuales deben ser cumplidas en los procesos internos, tanto penales como investigativos, con el fin de proteger cabalmente los derechos humanos de las víctimas a la luz del derecho internacional de los derechos humanos.
La violencia sexual contra los bebés, niños, niñas y adolescentes se encuentra invisible para algunos estados y algunas de sus practicas naturalizadas en el mundo. A tal punto que el último informe índice Fuera de las sombras, elaborado por Economist Impact, revela que hay alrededor de 400 millones de bebés, niños, niñas y adolescentes que son explotados y abusados sexualmente por día en el mundo.
Según datos recientes del Ministerio de Justicia, se registraron 14.424 niños, niñas y adolescentes (NNyA) víctimas de violencia sexual entre 2017 y 2022, lo que supone un aumento del 126% en el número de denuncias. Los NNyA representan el 58% del total de víctimas de abuso sexual del país. Estos estadísticas solo hablan de la pequeña proporción de personas que logran denunciar. Según un informe sobre violencia sexual en América Latina y el Caribe, realizado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), sólo el 5% de las víctimas realizan una denuncia judicial.
En los últimos días se conoció un nuevo caso de este tipo, que investiga la justicia, en un jardín de infantes del barrio de Palermo, en la Ciudad de Buenos Aires: una madre denunció a tres maestras de sala de 4 años por el presunto abuso sexual de sus alumnos. El hecho, dijo, se produjo en el Jardín de Infantes Nº9, ubicado en la calle Darregueyra al 2300, a metros de la avenida Santa Fe. El abuso, según la denuncia, consistió en que las docentes hacían cantar a los alumnos y les proponían un baile donde los chicos se tenían que bajar los pantalones. La madre que asentó la denuncia relató que su hijo le dijo que también las maestras tocaban sus cuerpos y que les decían que se “trataba de un secreto” para que no revelaran a sus padres lo que ocurría.
El pederasta y su trama de engaño
Los pederastas son criminales seriales es decir, no atacan solo a una víctima sino que a lo largo de su vida van diezmando la inocencia de los niños, niñas y adolescentes a los que logran agredir. Los niños y niñas violentados pueden ser parte de la propia familia o del entorno y pueden también ser agredidos en línea, es decir a través de plataformas digitales, apps, videojuegos, etc.
También, además de abusarlos sexualmente, pueden utilizarlos como un objeto para comercializar a través de fotos, videos y audios o vendiendo directamente su cuerpo. Esto se denomina Explotación sexual comercial , conceptualización que abarca las vulgarmente llamadas, pornografia infantil, turismo sexual, prostitución infantil, que son prácticas de sometimiento y tortura y que de infantil no tienen nada.
El abuso sexual padecido en la infancia y adolescencia se encuentra sostenido en una estructura de desigualdad de poder y el goce sexual del pederasta que también es goce por la indefensión infantil. No se trata de enfermos mentales, aunque algunos lo sean, sino de personas comunes y corrientes que pueden establecer vínculos amorosos y laborales con otros adultos y que podemos conocer en el interior de las familias, de las instituciones, de los ámbitos laborales eclesiásticos y de culto, etc.
El pederasta es un criminal con método. El abuso sexual contra bebés, niños, niñas y adolescentes no es un acto espontaneo e ínfimas veces es impulsivo. La mayoría de las veces la conducta sexual abusiva está precedida por un proceso de sentimientos y conductas claramente identificables. El o los pederastas llevan adelante una serie de pasos y planes para atrapar a la víctima infantil o adolescente en una compleja trama afectiva, de engaños y de ascendencia de autoridad, aprovechándose de su inocencia e indefensión y de diversas vulnerabilidades, que pueden ser familiares, sociales o psíquicas.
Este tipo de criminales establece un patrón compuesto por artilugios y estratagemas, que pueden llevarle meses y hasta años, para atrapar a la víctima. El perpetrador utiliza diversas estrategias para llevar a cabo el abuso sexual, dentro de estas se destacan el convencer a la víctima con engaños, sobornos, diciendo que es parte de un juego, utilizar el afecto como herramienta, hacer uso de la fuerza o la seducción .Además de estas tácticas, se asegura el silencio a través de amenazas, extorsiones o involucrando la voluntad del niño o la niña para guardar un “secreto especial”.
Estos crímenes perversos tienen como objetivo lograr la satisfacción sexual, desde esta vertiente sádica, la pulsión de poder. El perpetrador del abuso suele ser alguien conocido o cercano a la víctima.. Se estima que el 70% de ellos son miembros de la familia, amigos, sacerdotes o personas a cargo del cuidado o educación de los bebés, niños, niñas y adolescentes . Se estima que más del 80% de los abusadores conviven con la víctima.
En las distintas investigaciones se ha podido observar que el pederasta suele ser en la gran mayoría de los casos del sexo masculino (95,5% de los casos según Cortés y colegas) y tan sólo una minoría son mujeres pero también es posible que los abusos perpetrados por mujeres estén infrarreportados, aclaran. Un estudio realizado en China por Ye Luo, William L. Parish, Edward O. Laumann,(A population-based study of childhood sexual contact in China: Prevalence and long-term consequences,Child Abuse & Neglect) reportó que cuando la víctima era mujer, los abusadores eran en su mayoría hombres y cuando la víctima era niño apenas un tercio eran del sexo masculino.
La edad de los abusadores puede variar, sin embargo se cree que pueden existir dos extremos de edades en los abusadores, el primero durante la adolescencia, que concuerda con un aumento en las conductas delictivas; y el segundo alrededor de los 30 años, cuando el contacto con menores de edad puede ser más frecuente.
El abuso sexual contra niños, niñas y adolescentes es una problemática de salud pública que atañe a todos los países del mundo y requiere de investigación y generación de estadísticas. Cualquier bebé, niño, niña y adolescente puede ser víctima de abuso sexual, independientemente de su género, estatus socioeconómico, familiar, etc
El abuso sexual es un problema que nos incumbe a todos y por ende debemos tener la disponibilidad de debatir y visibilizar para contribuir a su erradicación. Del mismo modo que apoyar a los y las sobrevivientes exigiendo los espacios para su recuperación y reparación del crimen más atroz que pueda vivirse en la infancia.
*Sonia Almada: es Licenciada en Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Magíster Internacional en Derechos Humanos para la mujer y el niño, violencia de género e intrafamiliar (UNESCO). Se especializó en infancias y juventudes en Latinoamérica (CLACSO). Participa como divulgadora de temáticas de infancias y juventudes en diferentes medios de comunicación. Fundó en 2003 la asociación civil Aralma desde donde impulsa acciones para la erradicación de todo tipo de violencias hacia infancias y juventudes y familias. Es autora de La niña deshilachada, sobre prevención de las violencia sexual en la infancia; Me gusta como soy, sobre prevención del acoso escolar de literatura LIJ y " La niña del campanario " una obra de no-ficción.
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