Los bebés llegan al mundo con su propio equipaje. Se trata de singularidades innatas con relación a su capacidad para generar interacciones y necesidades de contacto intersubjetivo. Cuentan con conductas sensoriales y motrices que les permiten responder a estímulos, tanto positivos como negativos, provenientes de lo interno o lo externo.
Su propia indefensión madurativa requiere de la asistencia y apoyo del otro para seguir su desarrollo. Así, cada bebé combinará aquello que trae con lo que recibe a través de la experiencia con el medio que lo rodea.
La salud mental infantil abarca la capacidad de desarrollo del niño/a desde el nacimiento para experimentar, regular y expresar emociones; formar relaciones interpersonales cercanas y seguras; y explorar el ambiente y aprender, todo en el contexto de las expectativas familiares, comunitarias y culturales.
A partir del nacimiento, los niños y las niñas necesitan relaciones positivas con los adultos que los cuidan. Estas relaciones los ayudan a desarrollar la confianza para explorar y aprender e investigar los vínculos, qué se espera de ellos, qué significa ese gesto o ese tono de voz. Los niños logran desarrollarse sin dificultades cuando los adultos apoyan sus fortalezas y necesidades y son receptivos a ellas y a sus fragilidades. Esto los ayuda a sentirse seguros, valorados y deseados.
La niñez constituye una etapa crucial en el desarrollo humano por ello las experiencias desde el nacimiento influyen en su forma de ser y estar en el mundo. La interacción con su familia y su entorno constituyen la base para el desarrollo de lo que luego será su carácter y su identidad.
La importancia de la ayuda temprana
El reconocimiento del papel de la salud mental en la infancia constituye un eje primordial para la mayoría de los países del mundo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha creado un día para celebrar el Día mundial de la Salud Mental, remarcando su importancia en los/as niños/as y adolescentes.
Sus padecimientos mentales se visibilizan como cambios significativos en su forma de aprender, comportarse y de manejar las emociones. Estas alteraciones van acompañadas de angustia, tristeza, ira, desgano e incomodidad.
La salud mental no es simplemente la ausencia de sufrimiento mental. La salud global es un proceso continuado pero puede tener equilibrios y desequilibrios y esto incluye al psiquismo. Estos desequilibrios comprenden trastornos mentales, discapacidades psicosociales, estados mentales asociados a altos grados de angustia, discapacidad funcional o riesgo de conductas autolesivas y riesgo de vida.
Algunos ejemplos incluyen trastornos de ansiedad, del espectro autista y de la alimentación, dificultades atencionales, depresión y estrés postraumático, entre otros. Sin tratamiento, estos padecimientos de salud mental pueden impedir que los niños, niñas y adolescentes logren una vida digna.
Muchos adultos que buscan tratamiento de salud mental relatan el impacto que algunos acontecimientos han tenido en su infancia y desearían haber recibido ayuda antes. Los padecimientos mentales de la infancia se arrastran a lo largo de la vida.
Situaciones de riesgo
Desde el nacimiento son múltiples los factores determinantes individuales, sociales y estructurales que pueden tanto proteger como dañar la salud mental.
Los estilos de crianza, la exposición a circunstancias sociales, económicas, geopolíticas y ambientales adversas, como la pobreza, la violencia y la desigualdad también aumentan la probabilidad a padecerlos.
Estos riesgos pueden manifestarse en todas las etapas de la vida, pero los que ocurren durante los procesos de desarrollo, en especial durante la primera infancia, son particularmente perjudiciales.
La crianza severa, castigos físicos, las negligencias, abandonos, desamparos y todas las violencias (incluido el acoso escolar, que se da entre pares), perjudican la salud mental infantil.
Por ello es indispensable crear programas de protección para las situaciones de desequilibrio como para las situaciones de indefensión sistémica. Las campañas de prevención de las violencias, de crianzas empáticas ofrecen la posibilidad a las familias para prepararse para el sostén y acompañamiento de cada niño y niña.
Apoyo y protección social para la prevención
Contar con apoyo para atravesar situaciones críticas es fundamental. A veces las familias se encuentran en situaciones en las que no pueden atender o proteger a sus hijos por diferentes circunstancias, psíquicas, sociales o geopolíticas y allí los lazos con las instituciones son fundamentales para apoyar y amparar a los niños y niñas. Este sostén puede venir de la escuela, de miembros de la familia extensa, vecinos o los organismos dedicados a restituir derechos. Lo importante es no dejarlos soportando el padecimiento solos, sin ayuda.
Poder actuar tanto en la prevención de desequilibrios, como en sostén y apoyo de enfermedades, y en promoción de crianzas libres de violencia y respetuosas de la singularidad requiere adoptar medidas en distintos sectores: salud, educación, trabajo, justicia, y protección social, entre otros.
La promoción de la salud mental de los niños, niñas y adolescentes es una prioridad y puede lograrse mediante políticas, legislación y capacitaciones que promuevan y protejan su salud mental, apoyando a los cuidadores y educadores y poniendo en marcha programas escolares que mejoren la calidad de los entornos comunitarios, en instituciones donde residen y en plataformas digitales y en línea.
La salud mental en la infancia es una de nuestras grandes deudas pendientes, de la que se ha hablado poco por no considerarla importante. Cada bebé, niño, niña y adolescente tiene derecho al cuidado y protección emocional, tanto como al sostén ante experiencias adversas sociales, situaciones traumáticas o discapacidades, para recibir ayuda y poder retomar el vuelo.
*Sonia Almada: es Licenciada en Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Magíster Internacional en Derechos Humanos para la mujer y el niño, violencia de género e intrafamiliar (UNESCO). Se especializó en infancias y juventudes en Latinoamérica (CLACSO). Participa como divulgadora de temáticas de infancias y juventudes en diferentes medios de comunicación. Fundó en 2003 la asociación civil Aralma desde donde impulsa acciones para la erradicación de todo tipo de violencias hacia infancias y juventudes y familias. Es autora de La niña deshilachada, sobre prevención de las violencia sexual en la infancia; Me gusta como soy, sobre prevención del acoso escolar de literatura LIJ y " La niña del campanario " una obra de no-ficción.
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