Brasil lanzó una iniciativa muy positiva para articular con su sistema productivo de medicamentos y lograr en los próximos diez años cubrir el 70% de las necesidades de su sistema de salud en medicamentos, equipamientos, vacunas y otros materiales médicos. En este objetivo, una de las prioridades será enfrentar su dependencia externa de IFAs (Ingredientes Farmacéuticos Activos), vacunas, equipos y materiales médicos.
Se trata de una acción interministerial, con un programa de inversiones asociado a la innovación, a la tecnología y al desarrollo regional que conjuga el crecimiento económico con las exigencias de la salud pública. Pero además, es un trabajo conjunto: hay más de 20 organismos involucrados bajo la coordinación de los Ministerios de Salud y Desarrollo, Industria, Comercio y Servicios, donde participan representantes de la ciencia, de la sociedad civil, del sistema de salud, sindicatos y empresarios.
Esta iniciativa lleva al frente una idea que venimos impulsando desde CILFA (Cámara Industrial de Laboratorios Farmacéuticos) con los colegas de la industria farmacéutica de Brasil del Grupo Farma Brasil y que desde Richmond acompañamos: El compromiso de fomentar la producción local de materias primas farmacéuticas en nuestro país y para la región; una mayor producción interna de productos de alto costo para sustituir importaciones, generando capacidades productivas para dar respuesta a las necesidades de los sistemas de salud.
En Brasil hablan del “Complejo Económico-Industrial de la Salud”. Me pareció interesante porque incluso desde la definición está claro que todo va de la mano: “El Complejo Económico-Industrial de la Salud comprende no sólo a los servicios de salud, sino también a la producción y distribución de equipos médicos, medicamentos, productos biológicos y de diagnóstico, así como la investigación clínica y el desarrollo de software de tecnologías de la información”, lo resume en un comunicado la ministra de Ciencia, Tecnología e Innovación, Luciana Santos.
Esto no significa que los países se cierren, por el contrario son políticas que buscan acelerar la competitividad de sus compañías mediante alianzas estratégicas, cooperación científica público privada y transferencia tecnológica que permitan darle valor industrial al conocimiento científico. Algo que incluso conversamos desde CILFA con la FDA en una reciente reunión: una oportunidad para los laboratorios nacionales de mostrar su potencial de complementación productiva de cara a la región y al mundo.
Una mayor autonomía vuelve a los sistemas de salud menos vulnerables y garantiza un mayor acceso de la población a los medicamentos. Las vacunas son un claro ejemplo: la pandemia nos ayudó a entender la relevancia que tiene su producción en el país y hoy continuamos fomentando la ampliación del mercado de vacunas. En Richmond aportamos inversión y ciencia con la construcción de la nueva planta de biotecnológicos y vacunas donde produciremos distintas vacunas que a futuro podrán exportarse a la región.
El 3 de marzo se cumplieron tres años del primer caso de COVID-19 en Argentina. Es difícil poner en palabras todo lo que aprendimos como país y como sociedad a raíz de la pandemia, pero si hay algo que quedó claro es la importancia de contar con una industria farmacéutica argentina fuerte y robusta. Para eso necesitamos seguir por el camino de la investigación, la innovación y más desarrollo productivo local alineado con las necesidades estratégicas del país y de la sociedad. En eso Brasil ha dado un gran paso y podemos imitarlos.
En nuestro país el farmacéutico es el primer sector en volumen de inversión en I+D (Investigación y desarrollo) de la economía argentina. Sí, incluso más que el software o la producción de semillas; y en 2022, la inversión privada en I+D de esta industria alcanzó los 45 mil millones de pesos, de acuerdo a datos de CILFA.
*Marcelo Figueiras es presidente de Laboratorios Richmond
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