La búsqueda incesante de estrategias para reducir el impacto de esta enfermedad es una obsesión de los científicos. En este camino, no dejan de barajar opciones y el café emergió como una posibilidad para una equipo de científicos alemanes. Los científicos realizaron una investigación para descubrir si el café podría proteger contra el contagio de COVID-19
Es al menos plausible e incluso probable desde el punto de vista de la investigación química y bioquímica. Uno de sus compuestos químicos inhibe la interacción entre la proteína espiga del virus y el receptor ACE-2 de la célula humana.
A esa tarea se abocó el equipo dirigido por el profesor en química Nikolai Kuhnert, junto con los especialistas Dorothea Schmidt y Nicholas Ohl todos perteneciente a a la Universidad de Jacobs, en Alemania, quienes pudieron demostrar experimentalmente, en el laboratorio, que el compuesto químico ácido 5-cafeoilquínico (cuyo nombre común es ácido clorogénico) que se encuentra en el café, obstaculiza la interacción entre la proteína de pico del virus del COVID-19 y el receptor ACE-2, el punto de acoplamiento del virus en la célula humana.
Una taza normal de café de filtro (en el laboratorio son exactamente 200 mililitros) contiene alrededor de 100 miligramos de ácido 5-cafeoilquínico.
Los experimentos en el laboratorio demostraron que el ácido 5-cafeoilquínico en esta concentración es lo suficientemente alto como para inhibir el acoplamiento de la proteína espiga al receptor ACE-2 y, por lo tanto, también el proceso de infección.
Los investigadores destacan en su documento que se necesitan más estudios para verificar este proceso en la práctica y, por lo tanto, en nuestra vida cotidiana. En el mismo sentido, los especialistas indicaron que se necesitan más estudios para determinar cuánto dura el efecto inhibidor del ácido 5-cafeoilquínico.
“Como químicos, no podemos responder en la práctica si beber café realmente podría servir como una medida preventiva para protegerse contra la infección. Pero podemos decir que es plausible. Está comprobado que el café también tiene otros efectos positivos. Los bebedores regulares de café tienen menos probabilidades de sufrir diabetes tipo II, y la evidencia científica de esto es muy buena” afirmó Kuhnert.
El equipo de Nikolai Kuhnert también tuvo que desarrollar una nueva técnica de medición para sus investigaciones sobre el efecto del ácido 5-cafeoilquínico en la proteína espiga y el receptor ACE-2: la denominada Fluorimetría de Barrido Diferencial o Nano-DSF.
El equipo publicó recientemente una descripción detallada de esta técnica de medición en la revista Food & Function. En un próximo paso, los hallazgos sobre la interacción entre el café y el virus del COVID ahora se transmitirán a investigadores de psicología y ciencias sociales: “Los estudios epidemiológicos podrían usarse para determinar si los bebedores regulares de café están infectados con mayor o menor frecuencia con coronavirus. Además se puede considerar también la conexión con esta bebida y sus efectos en el COVID prolongado”, concluyó Kuhnert.
Todos los días, en el mundo, se beben entre 1,600 y 2 mil millones de tazas de café. El 65% de estas tazas se toman por la mañana. De media, 1 persona que habita el planeta consume 1,3 kilos de café en 365 días que dura año. El café es la segunda mercancía más comercializada del mundo tras el petróleo.
Unos 125 millones de personas viven del café en el mundo, 25 millones de su cultivo a los que tenemos que sumar los que viven de la transformación y comercialización del mismo, desde su tostado hasta los locales donde se sirven. Los italianos son los más consumidores de café con un consumo medio de 6 kilos por persona al año.
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