Alegría y felicidad; miedo y vergüenza, no son lo mismo. Es que las emociones son experiencias vivenciales que se traen de forma innata. Pero la pandemia provocó que estas, junto con los sentimientos, se intensificaran.
Es por este motivo que, aunque la “peor” parte parecería haber quedado en el pasado, las secuelas en la salud mental persisten. Es más, los expertos estiman que los efectos emocionales y mentales del coronavirus podría durar, al menos, una generación.
Según un estudio publicado en la revista médica The Lancet, existe una prevalencia mundial de la depresión y los trastornos de ansiedad en 204 países y territorios, debido a la pandemia por COVID-19. Asimismo, los expertos indicaron que, durante 2020, la salud mental disminuyó drásticamente, con un estimado de 53 millones de casos adicionales de trastornos depresivos mayores y 76 millones de casos adicionales de trastornos de ansiedad observados en todo el mundo.
Además, el estudio sugirió que las mujeres y las personas más jóvenes se vieron más afectadas que los hombres y los adultos mayores. Según una investigación realizada por Fundación INECO, también en 2020, con apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo, a la semana del inicio el aislamiento obligatorio, gran parte de la población presentó síntomas de ansiedad y de depresión.
Incluso, Unicef en su informe anual 2021 sobre infancia y adolescencia indicó: “La pandemia de COVID-19 ha suscitado una gran preocupación por la salud mental de una generación de niños y niñas. Sin embargo, puede que la pandemia represente solo la punta del iceberg de la salud mental, un iceberg que hemos pasado por alto durante demasiado tiempo”.
“La preocupación por la salud mental, que tuvo su auge durante la pandemia, impulsó a más personas a prestar atención a sus emociones y tomar medidas para sentirse mejor”, afirmó la licenciada en psicología Verónica Rial (M.N. 20313), miembro del Departamento de Terapia Cognitiva INECO.
Es que, a casi tres años desde la irrupción del COVID-19 en el mundo, ya sin restricciones y ante la “nueva normalidad”, por momentos cuesta dilucidar cuándo es el momento indicado para pedir ayuda profesional. “Algunas emociones y sentimientos normales pueden tornarse disfuncionales. Uno puede darse cuenta de ello cuando adquieren una elevada intensidad, persisten prolongadamente en el tiempo o son muy frecuentes”, advirtió la licenciada Rial.
Lo cierto es que en la vida moderna, son habituales momentos de estrés o tensión laboral, incertidumbre económica o dificultad para relacionarse con los demás. Sin embargo, cuando el enojo, la ansiedad, la angustia o la tristeza generada por una situación traumática se perpetúa, es una señal de alerta. Es por esto que, la especialista de INECO señaló que “cuando lo que nos pasa interfiere con las actividades de la vida diaria, a nivel social, laboral, con nuestros planes y proyectos, o en nuestros vínculos”, hay que evaluar consultar a un profesional.
En ese tono, según indicaron los expertos, la dificultad para adaptarse a situaciones nuevas, para resolver algún problema o tomar alguna decisión importante, complicaciones con los vínculos, por una ruptura familiar, o problemas académicos y/o laborales, son los temas más recurrentes de consulta terapéutica.
Mientras que, al advertir cuál es el mejor tipo de psicoterapia, los especialistas indicaron que existen diversas variables a tener en cuenta a la hora de diseñar el plan del tratamiento: si la terapia será individual, vincular, de pareja, familiar o grupal; o si será breve, intermedia o prolongada, según los objetivos acordados entre quien consulta y el terapeuta.
Actualmente, uno de los enfoques más elegidos es la psicoterapia cognitivo conductual, ya que ha demostrado ser efectiva para una amplia gama de problemáticas en salud mental: “Es una terapia que tiende a ser limitada en el tiempo y centrada en los objetivos establecidos. La finalidad es ayudar a los pacientes a identificar y evaluar sus pensamientos y comportamientos disfuncionales y a actuar en consecuencia para modificar los factores que generan y mantienen el problema”, explicó la psicóloga de INECO.
Algunas condiciones, que pueden ocurrir en paralelo o no, sirven como señal de alerta para consultar a un experto. La especialista de INECO enumeró:
1 - Considerar que se padece un malestar que resulta innecesario, sin sentido y creer que no debería estar ocurriendo
2 - Notar que ese padecimiento interfiere en sus planes generando consecuencias no deseadas en su vida
3 - Pensar que ese malestar se relaciona con aspectos psicológicos o subjetivos
4 - Sentir que no se puede evitar con acciones voluntarias y conscientes
5 - Vislumbrar que ciertos cambios internos modificarían el estado de cosas
6 - Considerar que uno solo no puede y necesita ayuda de un experto
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