La vida sin barbijo, ¿qué es el “síndrome de la cara vacía” y cómo superarlo?

Se trata de un sentimiento de desprotección causado por la flexibilización del uso de mascarillas. Aunque no es un trastorno mental, puede transformarse en motivo de estrés. Cuáles son sus causas y las claves para combatirlo

Dejar de usar cubrebocas se convierte en un conflicto para cierto grupo de personas, en especial jóvenes que presentan “el síndrome de cara vacía” (Getty)

A más de dos años del comienzo de la pandemia del coronavirus en el mundo, los casos graves de COVID-19 descendieron en todos los países y junto a eso los gobiernos tienden a levantar las medidas de prevención sanitaria. Más pronto que tarde, podremos volver a pasear por espacios cerrados, laborales y recreativos, a cara descubierta, un momento para el que también es importante prepararse psicológicamente, ya que algunos pueden sufrir lo que los expertos denominan el “síndrome de la cara vacía”.

Según la Asociación Estadounidense de Psicología (APA), casi la mitad de la población estadounidense está preocupada por volver a la normalidad. Más de dos años de vivir bajo el yugo de la pandemia, el quedarse en casa, el cumplir con el distanciamiento social y, por supuesto, el uso de barbijos como escudo contra los virus, provocó que muchos se encuentren incómodos ante el cambio de circunstancias. Por todo esto, los expertos creen que la ansiedad causada por la falta de mascarilla es muy natural.

Se trata de una condición que se asocia con la incomodidad de estar con la cara descubierta, especialmente en medio de la pandemia en curso, en este caso, por la retirada de las mascarillas. Este síndrome, también conocido como “mask fishing” puede tener dos orígenes diferentes: el miedo a mostrarse a los demás y la fobia a contagiarse. No obstante, afecta en mayor medida a los adolescentes, ya que los agarra en una etapa de la vida de crecimiento personal y físico, aspecto en el que sufren muchos cambios.

Según David A. Moscovitch, profesor de psicología de la Universidad de Waterloo, puede resultar difícil para las personas revelarse “de nuevo ante otras personas a corta distancia y sin máscaras” (REUTERS)

La ansiedad social es también una forma de ansiedad que podría desencadenarse debido a los mandatos de no enmascaramiento. Se caracteriza por una sensación persistente de ser observado y juzgado por la gente. Por ello, las personas con ansiedad social suelen tener dificultades para ajustarse a las normas sociales.

Los expertos creen que los niveles de ansiedad pueden aumentar, ya que uno puede sentirse incómodo al interactuar con personas sin máscaras o puede sentirse cohibido por ello. Según David A. Moscovitch, profesor de psicología de la Universidad de Waterloo, puede resultar difícil para las personas revelarse “de nuevo ante otros a corta distancia y sin máscaras”.

La reciente investigación de Moscovitch descubrió que los protocolos de mascarilla durante la pandemia en realidad aumentaron las luchas contra la ansiedad social. La ansiedad social se caracteriza por un miedo intenso y persistente a ser observado y juzgado por los demás, según el Instituto Nacional de Salud Mental de EEUU. Las personas con ansiedad social tienden a estar muy preocupadas por comportarse de forma que se ajuste a las normas sociales.

Al salir de la pandemia, “podemos notar que nuestro nivel de ansiedad al interactuar con la gente es un poco más alto de lo normal”, sostuvo Moscovitch en diálogo con CNBC Make It. “Por ejemplo, puede que sintamos que nuestras habilidades sociales están oxidadas o que nos sintamos cohibidos”, añadió.

Para las personas que luchan contra la ansiedad social, descansar de las obligaciones sociales y mostrar su rostro en público puede resultar reconfortante (REUTERS)

Las normas y expectativas sociales cambian rápidamente a medida que las cosas se abren, así que es natural sentirse inseguro ante las nuevas reglas. “Las personas con ansiedad social probablemente experimentarán un renovado temor y ansiedad ante la posibilidad de comportarse de forma incómoda o inapropiada y de ser juzgados negativamente por los demás”, afirmó el experto.

Para las personas que luchan contra la ansiedad social, descansar de las obligaciones sociales y mostrar su rostro en público puede resultar reconfortante. Más allá del propósito de una máscara facial para contener el COVID-19, llevar una máscara sirve casi como una manta de seguridad que alivia algunas de las “presiones sociales que vienen con el miedo a exponer los defectos de la apariencia o los signos de ansiedad”, escribieron los autores del estudio.

Esta ansiedad social se ve agravada por el hecho de que vivimos un “periodo antinatural de evasión forzada”, afirmó Moscovitch. En otras palabras, estar atrapado en casa y aislado de los demás imita la evitación, que es un mecanismo de afrontamiento habitual de la ansiedad.

Según el experto, la evitación y la ansiedad tienden a ir de la mano: “Si evitamos las cosas que nos provocan ansiedad, puede parecer un alivio a corto plazo, pero a largo plazo sólo provocará más ansiedad. Y si nos sentimos cada vez más ansiosos, nos va a resultar cada vez más difícil superar esa evitación”.

La ansiedad se produce cuando una persona tiene miedo de algo, lo que provoca inquietud y desasosiego. Da lugar a síntomas físicos como sudoración, palpitaciones y mareos (Getty Images)

Para la psicóloga Pilar Conde, “la ansiedad social puede afectar a quienes sienten más temor del habitual a ser evaluados, se sienten inseguros ante la opinión que los demás puedan tener de ellos sin mascarilla. Pero también a los adolescentes y jóvenes son otro grupo a los que les puede costar quitarse la mascarilla y sufrir de alguna manera ese síndrome de la cara vacía”.

La directora de la Fundación Nuevas Claves Educativas y Máster en Orientación Familiar de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), en España, María Campo Martínez, señaló que psicólogos y pedagogos perciben en los adolescentes un sentimiento de inseguridad a quitarse la mascarilla. La mascarilla, apuntó, les ayuda a estar más cómodos en “su yo” y “temen ser rechazados o no ser aceptados del mismo modo por sus iguales, que son tan importantes para ellos”.

En esa línea, Conde añadió: “Es un momento de autoconocimiento y autoestima, donde las habilidades sociales y la comunicación juegan un papel importante, por lo que retirar la mascarilla y exponerse al completo en estas interacciones, puede también generar cierto malestar”.

“Los adolescentes están en pleno proceso de cambio y, de pronto, si no han mostrado su rostro en su grupo ni en redes sociales, van a verse forzados a hacerlo. Dos años es mucho tiempo a estas edades y puede que sientan desde recelo a hacerlo hasta miedo por como puedan ser percibidos por el resto”, indicó. No obstante, para le experta, “unos y otros se irán liberando del malestar sin mayor problema y serán sólo una minoría quienes precisen de ayuda psicológica para superarlo”, según dijo en diálogo con la agencia EFE.

También puede haber otro perfil de persona que simplemente tenga miedo al contagio por coronavirus al quitarse la mascarilla, sentirse insegura. Por eso, los especialistas recomiendan ante el síndrome de cara vacía:

- Quitarse la mascarilla de manera progresiva, tanto en tiempo, como en los lugares. Empezar de los lugares en los que se sientan más seguros, y desde ahí ir escalando.

- Actuar igual en relación a la interacción social. Comenzar por enfrentarse, primero, a pequeños grupos con los que nos sintamos cómodos e ir avanzando de formar progresiva.

- Darse tiempo entre un paso y otro, para aprender que quitándose la mascarilla no ocurre nada grave. Cuando se sientan cómodos en el nuevo espacio conquistado, pasar al siguiente.

- En cuanto a los más pequeños se recomienda a padres y educadores que les expliquen el nuevo contexto y las excepciones de uso.

Según los expertos, lo mejor para que estas personas puedan superar el síndrome de la cara vacía y vuelvan a la normalidad es no forzarlos (REUTERS)

Pero si la idea de prescindir de la máscara en algunas situaciones le provoca ansiedad o estrés a una persona hasta el punto de interferir en su vida, según los especialistas, podría valer la pena hablar con un profesional de la salud mental de confianza. Por ejemplo, si el nivel de preocupación que experimenta interfiere con el sueño o el trabajo, o si se aleja de sus amigos y familiares aunque pueda verlos sin peligro.

Respecto a la posibilidad de abandonar las mascarillas en la Ciudad de Buenos Aires, el ministro de Salud Fernán Quirós, señaló que allí “el uso del barbijo es obligatorio en interiores donde hay más riesgo de contagio. Excepto para los niños en la escuela, esa es la normativa actual”, en declaraciones a radio Urbana Play.

El funcionario destacó que para eliminar el uso de tapabocas en otros espacios cerrados falta avanzar con la aplicación del segundo refuerzo de las vacunas COVID y evaluar cómo se comportará el coronavirus frente a la llegada de las temperaturas frías. Así marcó diferencias con la provincia de Buenos Aires, donde el barbijo es optativo en el trabajo, y ámbitos recreativos y educativos desde el 7 de abril.

“Prácticamente todas las jurisdicciones mantienen el barbijo en interiores, la provincia de Buenos aires tomó una decisión anticipada hace dos semanas. Esa es la realidad de la epidemiología argentina, cada jurisdicción va definiendo de acuerdo a su política, sus números y su estrategia”, dijo Quirós.

El titular de la cartera sanitaria porteña destacó que se evalúan dos aspectos antes de eliminar el uso de tapabocas en espacios cerrados: “Estamos insistiendo mucho en completar la campaña de vacunación, estamos empezando hoy con la cuarta dosis contra el coronavirus, y en segundo lugar, observar cómo se comporta el contagio con los primeros fríos, todavía es posible pensar que aumenten los casos en algún momento, siempre pensando que serán más leves porque la gente está muy vacunada, pero queremos terminar de observar con estos fríos cómo se comporta la pandemia, todavia podemos tener un aumento y queremos ver cómo se comporta el virus”, señaló.

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