La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha estimado que de los 15 millones de personas que sufren un ACV cada año, 5 millones mueren y otros 5 millones padecen secuelas permanentes que afectan su calidad de vida y su autonomía. En la Argentina, donde se produce un ACV cada 9 minutos (lo que equivale a unos 126.000 al año), el accidente cerebrovascular constituye la primera causa de discapacidad permanente en las personas adultas.
“En quienes han sufrido un ACV es fundamental trabajar sobre los factores de riesgo y sobre cambios de estilo de vida para evitar un segundo episodio (el riesgo de recurrencia a los 5 años es del 26,4%), pero también es clave abordar el diagnóstico y tratamiento temprano de las eventuales secuelas, para evitar el empeoramiento funcional del paciente y al mismo tiempo mejorar todo lo que sea posible su calidad de vida”, afirmó la doctora Verónica Silvana Matassa (Min 118772), presidenta de la Sociedad Argentina de Medicina Física y Rehabilitación (SAMFyR).
Según explica la especialista, el accidente cerebrovascular es el resultado de la pérdida súbita de flujo sanguíneo en algún área del cerebro, lo que puede deberse a la obstrucción de un vaso sanguíneo (forma isquémica) o a su ruptura (forma hemorrágica).
En ambos casos, la falta de oxigenación de los tejidos cerebrales resultante puede causar severas lesiones o incluso la muerte del paciente. Y si bien el pronto restablecimiento de la circulación en el área cerebral afectada por el ACV es el objetivo de su tratamiento agudo, en un gran porcentaje de los pacientes sobrevienen secuelas que pueden afectar la calidad de vida y la autonomía, y que demandan un abordaje lo más temprano posible.
“Las secuelas son varias y cada una requiere un tratamiento específico. La espasticidad (ES) constituye una secuela motora importante y está presente en la mayor parte de los pacientes que han sufrido algún tipo de ACV y se han recuperado. La espasticidad es un trastorno motor caracterizado por el incremento de los reflejos tónicos con aumento del tono muscular, velocidad dependiente en la resistencia al estiramiento pasivo”, adviertió Matassa.
Diagnóstico precoz
Los estudios muestran que entre los 3 y 18 meses posteriores a un ACV, las lesiones cerebrales pueden causar un cambio en la remodelación muscular que conduzca a desarrollar una forma grave de espasticidad. Sin tratamiento, en general, a los 3 meses el 27% de los pacientes ha desarrollado espasticidad y a las 6 meses esa secuela ya afecta al 58% (15% de ellos en forma grave).
Sin embargo, las herramientas diagnósticas de las que disponen actualmente los médicos permiten –tan pronto como a los 10 días de sufrido el accidente cerebrovascular– pronosticar el desarrollo de la espasticidad con alta sensibilidad y especificidad, dando lugar a su tratamiento precoz.
“La espasticidad debe tratarse con un equipo multidisciplinario y, desde el punto de vista farmacológico puede abordarse con tratamientos orales que tienen acción sobre todo el organismo o con tratamientos focales, que actúan solo sobre los músculos afectados, con toxina botulínica. Existen también las bombas de infusión intrathecal para los casos especiales”, explicó Matassa.
La necesidad de tomar conciencia sobre la importancia de abordar en forma precoz el accidente cerebrovascular se extiende a todas las etapas de su tratamiento: “La mayoría de los pacientes que padecen un ACV deberían tener acceso a un tratamiento correcto desde el inicio de síntomas, la importancia de lo que llamamos la hora de oro. Posteriormente se debería trabajar la rehabilitación desde el agudo, como sucede en los países del primer mundo”, señala la especialista.
Tras un ACV, lo primero que debe hacer un paciente es recibir atención de manera inmediata para poder reconocer y evaluar el cuadro. En una primera etapa, la etapa de la urgencia en la que arriba el paciente al centro de salud, es atendido por el médico de terapia intensiva y el neurólogo. Una vez estabilizado, requiere de una atención y equipo multidisciplinario. Aquí intervienen fisiatras, fonoaudiólogos, terapistas ocupacionales, kinesiólogos, que trabajan conjuntamente con el médico neurólogo.
Los profesionales insisten en que el tratamiento inmediato es clave a la hora de mejorar el pronóstico de los pacientes tras sufrir un accidente cerebrovascular. “Es fundamental tomar conciencia de que el tratamiento temprano de las secuelas permite reducir su impacto, permitiendo que el paciente tenga una mejor calidad de vida”, concluyó Matassa.
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