La pandemia y el aislamiento que llevan casi un año y medio modificaron para siempre la forma en que vivimos. La nueva normalidad impuso tapabocas, distanciamiento y reformuló la manera de vincularnos. Las secuelas de estos tiempos atraviesan a todas las edades. Sin embargo, muchos adultos mayores sienten que para ellos el tiempo “vale doble”, y que los meses perdidos serán difíciles de recuperar.
Un estudio reciente de la Universidad de Lancaster y de la Universidad de Columbia Británica recopiló las experiencias entre más de 6500 adultos mayores, y reveló un “notable aumento” de la sensación de soledad en Estados Unidos y un descenso del bienestar mental en el Reino Unido tras el brote de COVID-19.
¿Cómo vivir en plenitud y disfrutar de la vida en medio de la pandemia? En diálogo con Infobae, los especialistas contaron cómo encarar la situación de encierro y lidiar con la angustia que puede causar el COVID-19.
Combatir el miedo a enfermarse
El reconocido psiquiatra y escritor, José Eduardo Abadi, distingue el “miedo útil” a contraer el virus, como la actitud de “reconocer objetivamente la situación de peligro pero no de un modo exagerado ni alarmado”. Usar ese miedo para instrumentar las medidas de protección y evitar contagios, es válido. Sin embargo, destaca que hay que distinguirlo del “miedo fóbico”, aquel que causa pánico o la angustia persecutoria. Abadi señala que el “miedo útil” es necesario en épocas de pandemia, el temor al contagio funciona como una una herramienta eficaz para sostener y ejecutar los protocolos y cuidados sanitarios. Por otro lado, el “miedo fóbico” paraliza, impide actuar y vincularse con los otros y es un muro que frena la búsqueda de bienestar. La angustia persecutoria concibe cada oportunidad de encuentro -así sea al aire libre, o en espacios cerrados con distancia y tapabocas - como posibilidad casi certera de enfermarse. Es necesario alejar ese temor que causa pánico para alcanzar el goce en las pequeñas situaciones cotidianas.
Por su parte el doctor Enrique de Rosa, experimentado psiquiatra y neurólogo, encuentra una provocación positiva como efecto colateral de la pandemia, ahora más que nunca “todos tenemos la certeza de que vamos a morir algún día”. Buscar el bienestar, es vivir en el presente, aquí y ahora.
Disfrutar de la familia y de los amigos
“Hay que combatir la falsa creencia de que la edad es una condena”, destaca De Rosa y apunta: “En todas las escalas de la longevidad, el factor más importante es la sociabilidad, si uno reduce la vida social, en definitiva está acortando su propia vida”. Es importante retomar los vínculos de la manera posible, con más charlas por teléfono o chat, o programar encuentros al aire libre. La pandemia puso límites a la distancia física, que no debe convertirse en alejamiento de los vínculos.
Abadi, quien además se desempeña como director académico de la Licenciatura en Psicología de la UADE, remarca que “el secreto es integrarse y vincularse de un modo adecuado, conectar con los demás”. No recomienda encerrarse y refugiarse de un modo fóbico, con cuidados sanitarios hoy es posible encontrarse con los afectos sin vivir cada reunión como una oportunidad para el contagio.
Fomentar nuevos intereses y hobbies
La nueva normalidad ofrece también nuevas posibilidades: aprender un idioma, tomar clases de dibujo, o participar de un taller de música de forma virtual. Abadi señala que es necesario “estar calmo y no ansioso y quizás surjan intereses que estaban dormidos”, pero a la vez sugiere no forzar la iniciativa, es conveniente “darse el permiso de ensayar” y descubrir en el aprendizaje nuevos aspectos de uno mismo.
“El estímulo cognitivo no existe sin el goce, atreverse sin intencionalidad para relacionarse desde el polo del placer”, sugiere De Rosa. La socialización desde espacios conceptuales donde tenemos de qué hablar, como un taller de literatura o poesía, convierte los lugares de reunión, virtuales o presenciales, en zonas para construir vínculos no superficiales.
Transformar la actividad física en un momento de bienestar
Moverse no solo para poner en acción la musculatura, sino también para “sentir el cuerpo, usarlo como vehículo del placer y hacer conciente el movimiento” sostiene Enrique De Rosa, que además es sexólogo. José Abadi señala: “el bienestar físico no es ajeno al bienestar psíquico, es sentirse vigente, que el cuerpo responde y permite desplegar el aspecto lúdico”.
Viajar, tan cerca o lejos como sea posible
Las restricciones de la pandemia obligaron a cancelar boletos de avión, postergar viajes que habían sido planificados y achicar las distancias de traslado. De Rosa insiste en que “el goce físico pasa por cuestiones pequeñas, la sensación de viajar y de trasladarse a otros lugares sin importar la distancia, lo que vale es experimentar la sensación de cambio de rutina. Una visita a un museo en otra ciudad, un restaurante en otro barrio, un día de campo tal vez a 60 kilómetros, hacen vivenciar el cambio de aire. “Los franceses hablan de los senderos transitados, y alejarse 10 metros del sendero ya es un nuevo camino”, apunta De Rosa.
Por su parte, Abadi propone “no forzar experiencias que no disfrutábamos antes de la pandemia, solo por el hecho de que ahora son limitadas; es bueno ir en búsqueda del placer, sin forzar situaciones”.
No idealizar el futuro
“La idea de la postergación permanente no es una renuncia sana, la pandemia nos enseñó a vivir el presente y el instante, no hay que transitar la pandemia como si nos hubieran expropiado años de vida”, apunta Abadi. El desafío es inventar nuevas formas de vida y no anclarse en lo que no va a suceder.
Para alejar una idea imaginaria de futuro y anclar en el presente, De Rosa retoma un planteo del pensador y escritor francés Albert Camus planteada en su obra El Mito de Sísifo, y parafraséando propone: “la primera cuestión es si la vida tiene sentido ser vivida, cuando uno no puede tener el control de la situación y lo acepta, hay una postura de extrema libertad y ligereza, disfrutar el presente porque es de lo único que tengo certeza”.
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