En los últimos 12 meses, pandemia global mediante, se generaron fuertes cambios en los hábitos sociales así como en las rutinas laborales, marcados por la aceleración de la transformación digital y la inmediatez, en un contexto altamente volátil, incierto, complejo y ambiguo.
Sin embargo, el médico clínico, psicoanalista e instructor en técnicas de meditación Alberto Lóizaga (AL) y el escritor, periodista y editor Juan Carlos Kreimer (JCK) invitan a concentrarse en el hoy.
“El ahora es el único eslabón que vincula nuestra conciencia con el orden cósmico al que pertenecemos. El lenguaje resignifica los hechos, las vivencias, los conocimientos, todo cuanto pueda ser nombrado, y crea un tiempo discontinuo, también necesario. Pero nuestra esencia, nuestra conexión más profunda con la existencia y el ser, nuestros estados interiores más profundos, solo se dejan sentir cuando entramos en contacto con ellos. Imposible sentir exactamente lo mismo que sentí ayer o predecir lo que sentiré mañana. Sentir, hacer consciente lo que percibimos más allá de los razonamientos, es presente puro”, sostienen desde las páginas de El ahora en acción (Grijalbo), el libro que lanzaron en conjunto recientemente.
No es un texto de autoayuda, sino de autopoder, expresan. No da recetas, sino que busca despertar el potencial que hay en los lectores. Lóizaga y Kreimer articulan saberes como meditación, física cuántica, escritura expresiva y actitudes que sanan, entre otros.
Al final de cada capítulo, un cuestionario permite al lector preguntarse qué siente ante cada idea fuerte que acaba de leer y tomarlo como el verdadero mensaje del libro. La energía que genera poner la atención en “actualizar” las creencias es la fuerza esencial que despierta el ahora, aseguran.
En un mano a mano con Infobae, los autores compartieron su visión sobre los beneficios de traer la mente al instante y cómo salir de las acciones automáticas que nos bloquean.
—¿Cómo describiría “estar aquí y ahora”?
—JCK: Acordarme. Salir del automático, del ya hice esto, ahora viene lo otro y abrir un espacio de registro hacia adentro. Respirar hondo, poner la atención en lo que percibo, descondicionar mis pensamientos de lastres del pasado y expectativas: recordarme.
—¿Cuáles son los beneficios de traer la mente al instante?
—JCK: El cuerpo vive en un puro presente. Al traer la atención a este mismo instante, la mente escucha información registrada por los sentidos, sale de sus libretos preestablecidos, capta detalles habitualmente pasados por alto que le permiten ampliar el espectro de respuestas conocidas. Esta mayor receptividad produce en la mente vitalidad. No es solo una sensación: numerosos estudios neurobiológicos confirman que en esos momentos la información mental fluye con más naturalmente, con menor presión. La mente no está separada del cuerpo, el cuerpo carga menos estrés. Poner el foco en lo que transcurre “adentro” del momento presente “sensibiliza” lo que percibimos, nos sensibiliza. Vivir en el aquí y ahora es mucho más que una muletilla. Al volver la atención y el contacto que esta produce a lo que está pasando, no lo que pasó o pasará, siempre nos damos cuenta de algo nuevo. Y ese darse cuenta es energía que alimenta una manera de vivir menos pasiva, menos dormida. El ahora es una aplicación que los seres humanos traemos de fábrica y que, por falta de estímulo o de conciencia de sus potenciales, vamos o se nos va aplacando.
—¿Qué nos pasa cuando volvemos nuestra mente al presente? ¿Cómo reacciona nuestro organismo?
— AL: En la presencia del ahora, la mente se expande y vive un espacio continuo que justamente es el presente que no cambia, a pesar de que nuestra mente siempre viaja al pasado y al futuro; el presente es continuo y la vida se disfruta solo en el presente. El organismo tiene una homeostasis perfecta en el presente, y se pierde cuando estamos distraídos.
—¿Cuáles son los sentimientos más comunes que nos alejan de ese objetivo?
—JCK: Básicamente, el miedo a salir de los patrones de conducta o caminos preestablecidos que hay en cada mente —las huellas, los llamamos en el libro. Nuevas actitudes, nuevas respuestas, nuevas maneras de entender las situaciones tienden a asustarnos y preferimos actuar mecánicamente las conocidas. No exponernos. Tampoco se trata de vivir las 24 horas del día en el presente. Sino de ser consciente de esta tendencia y dejar que la conciencia se familiarice con el entrar y salir. El resto del trabajo lo hace la misma energía que eso genera.
—¿Por qué muchas veces, para gran parte de la población, resulta difícil conectar mente y cuerpo?
— AL: A gran parte de la población le cuesta conectar con la mente con el cuerpo porque vive distraída compulsivamente a repetir errores desde el pasado o tener ansiedad hacia el futuro.
—¿Cómo salir de los recorridos o de las acciones automáticas que nos bloquean?
—JCK: Acostumbrarnos a hacer de a una cosa por vez y con mucha presencia, gratitud, gozo. Si lavo los platos, lavo los platos. Si hablo por teléfono, no aprovecho para pasar la franela por la biblioteca. Si camino, camino y dejo de hacer cuentas mentales. De tan obvio, parece una ingenuidad. Pero llevar la conciencia a ese presente tiene la poderosa fuerza de un mantra, del respirar conscientemente, de recordar quiénes somos en esencia. Empezamos a redescubrir lo conocido, a apreciarlo, valorarlo. Nos vincula con lo que hacemos y ocurre desde un lugar más integrado.
—¿Cómo reconocer nuestros potenciales, aquellos que ya tenemos, para poder capitalizarlos y llevar una vida más plena?
—AL: Es, simplemente, decidirlos. Porque en la capacidad de la conciencia humana reside la sabiduría continuamente, así como la sabiduría de los árboles que crecen con la sabia o los pájaros que vuelan. O sea que, una vida más plena consiste en estar alertas a recibir la energía natural que nos sostiene.
—¿Es posible incentivar la creatividad en una sociedad que demanda todo para ‘ya’? ¿Cómo hacerlo?
—JCK: No es solo la sociedad la que demanda todo para “ya”, es una pulsión interna que se nos ha incorporado a partir de la fragilidad creciente de la vida actual. Tememos que si no lo hacemos ya, quedamos afuera, perdemos el tren. Muchos “debo hacerlo ya” pueden ser hechos en otro momento y nada cambia. Necesitamos empezar a volver al ahora y desde ahí empezar a priorizar qué y cuándo hacerlo.
—¿Qué percepción tiene acerca del ritmo que vive hoy la sociedad?
—JCK: La sociedad somos cada uno de nosotros. Dentro del vértigo actual todavía es posible desacelerar. Se trata de una decisión y una práctica individual, no puede ser impuesta. No abandonás la sociedad si empezás a cuidar tus tiempos y evitar que las presiones te saquen de tus propios ritmos.
—Esta agilidad y necesidad de inmediatez, ¿de qué modo nos afecta?
—JCK: Nos hace creer que el tiempo, como los electrodomésticos o la leche, tiene obsolescencia programada. Consumí rápido y tapá el vacío posterior con otro consumo. Los momentos de vacío, de poner la mente en blanco y dejar que las vivencias se procesen desde un sentido mayor de lo que es la vida, crean un estar en el tiempo muy diferente al de non-stop. En verdad, uno puede hacer lo mismo que siempre, lo que cambia es el cómo, desde dónde lo hacés, con qué conciencia.
—¿Qué impacto tuvo la pandemia, más allá de la crisis sanitaria, sobre nosotros?
—JCK: Un llamado de atención sobre el tipo de vida que veníamos haciendo, a muchas más personas de las que suponemos, la pausa y el aislamiento forzados les hizo replantear objetivos, tipo de vida. A todos nos hizo ver que no somos individuos aislados, sino miembros de una especie que no es el centro del universo (pensamiento antropocéntrico), sino parte de un todo. O lo admitimos y empezamos a vivir como partes de ese todo, cuidando en principio el planeta y el tipo de vida que hacemos como parte de ese planeta, o vendrán otras “advertencias”.
—AL: La pandemia produjo un beneficio de volver al ser. El estar depende siempre de qué estás y qué estás haciendo y el ser es la conciencia humana del homo sapiens-sapiens, que sabe que no es lo que piensa, no es lo que hace, no es lo que tiene, sino que es un campo unificado de conciencia que vive continuamente de adentro hacia afuera, recibiendo luz, paz, amor desde su propia naturaleza.
—¿El aislamiento nos generó más ansiedad?
—JCK: No en todos los casos. Observé en muchas personas una oportunidad para reformular algo olvidado: para qué estoy vivo, cual es el sentido.
—¿Sería útil que la educación primaria, por ejemplo, incluyera alguna disciplina vinculada a la meditación?
—JCK: Si forma parte de un proyecto que busca dar a la vida un sentido de unidad con el todo, una vida más armónica en todos los planos, por supuesto contribuye. Si se toma la meditación como otra herramienta para sumarse mejor a los engranajes del mismo sistema autodestructivo en el que vivimos, deshumaniza su esencia. Meditar no es otra cosa que entregarse a estar con la esencia de quién somos. De ahí su sacralidad. Hay otras disciplinas que se van incorporando en algunos establecimientos. Por ejemplo, enseñar a vincularnos con el otro desde la igualdad que produce ubicarnos en el ahora de lo que sentimos, o en el ser que todos tenemos. O enseñar a escuchar lo que verdaderamente nos dice el otro, no lo que nuestra mente asocia a partir de lo que nos dice. O a darle a la vida un sentido más trascendente que el mero hecho de “pasarla bien”. Cada vez que medito o vuelvo la atención al ahora, tengo la certeza de que la vida nos puso aquí para expresar algo que no está en la mente cotidiana.
—¿Qué enseñanzas podemos capitalizar de lo que nos dejó 2020?
—AL: La conciencia es como un espejo que refleja todo, pero tiene cualidades propias y esa es la enseñanza que nos dejó 2020 con la pandemia. Es importante para la Argentina volver a sentirse conectada con su propia fuente. La Argentina es un país en donde la psicología ha pegado muy fuerte, y sin embargo todos están mentalizados pensando que la solución va a venir del intelecto; nunca ninguna solución vino del intelecto, sino que surgió de una sabiduría que viene de un saber, de una experiencia. En el libro explicamos cómo llegamos a sentir esa inteligencia creativa con amor porque, sin amor, la vida es sufrimiento y a su vez es siempre una carga mental.
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