El mito del asintomático frente al COVID-19 y lo que aprendimos en la pandemia

Las normas estrictas de confinamiento, la evaluación sanitaria de las personas y los temores infundados de una enfermedad que solo en un 1% se tornó grave como para necesitar respirador debería hacernos revisar los preconceptos excesivos que hemos adquirido

El coronavirus no fue la terrible enfermedad que se pronosticó en sus comienzos

A medida que transcurrieron las primeras semanas de 2020, primero Asia, luego Europa y finalmente todo el mundo comenzó a tomar conciencia del nuevo coronavirus originado en la ciudad de Wuhan, China, que causaba la enfermedad COVID-19 con una alta proporción de fallecidos en adultos mayores y personas con comorbilidades.

Después de 8 días de declarada esta enfermedad como pandemia por la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 19 de marzo el Gobierno argentino comunicó el comienzo del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) que comenzaba a regir en todo el país, en principio por dos semanas, desde el día siguiente.

Además del anuncio presidencial, la comunicación estuvo acompañada con algunas pautas sanitarias que consistían básicamente en 5 puntos:

La pandemia alcanza los 63 millones de casos, con 1,4 millones de muertes

1. La importancia de preparar al sistema sanitario y contar con dos semanas para ello.

2. La urgencia de espaciar los contagios para aplanar la curva y que éstos no se dieran abruptamente

3. La necesidad de fabricar / comprar respiradores (ya que no iban a alcanzar para todos y en ese caso, habría que elegir a quien dejar con vida)

4. Cuidarse de las personas sanas: los asintomáticos aparentemente contagiaban, por tal motivo, se declaraba por primera vez en la historia, la “cuarentena para sanos”.

5. La letalidad de esta nueva enfermedad era mayor a la de la gripe. El virus no respondía a un patrón estacional. Estábamos ante una grave amenaza.

Mientras que los puntos 1 y 2 eran bastante razonables. Luego, los datos y evidencia acumulados fueron refutando el resto de los puntos.

En ningún momento el sistema sanitario argentino colapsó en forma abrupta - REUTERS/Fabrizio Bensch/File Photo

Según el boletín epidemiológico de Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), en el transcurso de 8 meses, solo 1384 pacientes necesitaron un respirador. Recordemos que CABA tiene un estimado de 3 millones de habitantes. Al 30 de octubre, sólo 2473 pacientes requirieron cuidados intensivos (un promedio de 353 pacientes por mes).

De los 35.120 casos que contaron con internación, 7% requirieron cuidados intensivos (N=2473). De ellos el 55,7% requirió ARM (Asistencia Respiratoria Mecánica), figura en el boletín epidemiológico de CABA del 30 de octubre.

Sin embargo, a pesar de las bajas cifras de pacientes graves, durante todo el año se ha transmitido un mensaje apocalíptico que no se correlacionaba con los datos cuantitativos observados en los ignorados boletines epidemiológicos. Estos mensajes han logrado convencer a la población de que vive rodeada de un novedoso y gigantesco peligro que antes no existía. Aunque las cifras muestran que el riesgo de sufrir una infección respiratoria y morir ya existía hace muchísimos años y que estas enfermedades venían aumentando a medida que crece el porcentaje de población mayor en una región.

Respecto al contagio por parte de personas “asintomáticas”, un estudio publicado el 20/11 por la revista científica Nature, no sólo deja al descubierto que esto no ocurre, sino que también expone el alto grado de falsos positivos que arroja el test PCR. “Se rastrearon 1174 contactos cercanos de los casos positivos asintomáticos, y todos dieron negativo para el COVID-19. Todos los casos positivos asintomáticos y sus contactos cercanos se aislaron durante al menos 2 semanas hasta que los resultados de las pruebas de ácido nucleico fueron negativos. Ninguno de los casos positivos detectados o sus contactos cercanos se volvieron sintomáticos o se confirmaron recientemente con COVID-19 durante el período de aislamiento”.

Los pacientes que salen de la internación y un cuadro grave se recuperan en sus domicilios - REUTERS/Gleb Garanich

Por otro lado, la prueba de anticuerpos contra el virus del SARS-CoV-2 fue IgG (+) positiva en 190 de los 300 casos asintomáticos, lo que indica que el 63,3% de los casos positivos asintomáticos estaban realmente infectados. La proporción de ellos con IgM (-) e IgG (-) fue del 36,7%, lo que indica la posibilidad de resultados falsos positivos de la prueba de ácido nucleico (PCR). En cuanto al grado de letalidad de la enfermedad, nos habían enseñado a compararla con la Influenza y a concluir que era mayor. Sin embargo, por lo que se observa en los boletines epidemiológicos, en nuestro país, históricamente se testeaba a un pequeño porcentaje de casos de infección respiratoria, de los cuales la mayoría eran graves, se encontraban ya internados y daban negativo para la influenza.

La letalidad de la Influenza en CABA era del 4.3% en 2019. Y a esta fecha, se ha constatado que no hay variaciones significativas respecto al grado de letalidad entre las infecciones de este año y las del año pasado como para justificar el drástico cambio de conducta e intenso grado de miedo al contagio. Se continúa actuando como si se estuviera propagando el ébola. Se ha logrado, a través de una campaña de comunicación muy efectiva, que la mayoría de los individuos asocie esta enfermedad a la muerte y al respirador (cuando los datos muestran que sólo un 1% de los casos ha necesitado un respirador).

Asimismo, las curvas de los hemisferios norte y sur del nuevo virus, respondieron a un patrón estacional, con curvas algo aumentadas y prolongadas debido a la inédita cantidad de tests que se administraron que además de detectar falsos positivos y “casos asintomáticos”, hallan casos leves o breves que no impactan el sistema sanitario. Mientras que la ciencia, tímidamente, va refutando las frágiles hipótesis en las cuales la OMS y los gobiernos basan las nuevas normas de conducta, el mundo pareciera hacer oídos sordos a ella y se continúa con el diseño de reglas que ya nadie cuestiona cómo han sido originadas.

Un trabajador de la salud utilizando equipo de protección revisa la temperatura de una pasajera en una estación de trenes, en Mumbai, India. Noviembre 27, 2020. REUTERS/Francis Mascarenhas

Desconfianza y sospecha

Sospechar que cada ser humano que circula es contagioso y tomar su temperatura, sería algo así como sospechar que cada pasajero de un tren es un asesino y registrar si porta armas. Paradójicamente, hay más evidencia del daño que puede causar un arma que del daño que podría causar una partícula viral de un asintomático. Sin embargo, es a éste último grupo de personas a quienes se intenta “detectar” o “controlar”. El mundo sufre de un patrón generalizado de desconfianza injustificada y sospecha de los demás. Esta sensación se generó a raíz de mensajes que aseguran que la presencia de personas sanas en un mismo lugar es peligrosa, que los asintomáticos contagian, que se vive en un riesgo permanente de contagio.

Según el Ministerio de Salud de la Nación, las políticas sanitarias se pueden entender como un proceso que se inicia cuando una autoridad pública detecta la existencia de un problema y efectúa las acciones para eliminarlo o mejorarlo y termina con la evaluación de los resultados que han tenido las acciones emprendidas para eliminar, mitigar o variar ese problema. Desde marzo a la fecha, se ha podido registrar el número de casos de infecciones respiratorias y el porcentaje de ocupación hospitalaria. Ninguno de los dos indicadores ha superado las cifras históricas. Ninguno de los dos indicadores ha superado las cifras históricas a nivel total país, en el boletín epidemiológico se ve que en 2016, hubo un pronunciado pico de casos de consulta espontánea. En nuestro país, a pesar de que el porcentaje de ocupación hospitalaria suele ser muy elevado durante los períodos de epidemias de infecciones respiratorias, este año, los valores no superaron el 70% a nivel total país. Aquí se pueden ver los porecentajes de ocupación hospitalaria a lo largo de este año.

Para comprender la situación del mundo no es suficiente con encender el televisor. Es necesario complementar esa información parcial con estudios científicos, información de boletines epidemiológicos de este año y de años anteriores, estadísticas de salud mundiales, definiciones de la OMS de pandemia, de caso confirmado, de clasificación de causa de muerte, informes históricos de ocupación hospitalaria; comprender el uso y limitación de los Tests PCR y qué es lo que detectan. Quizás sea hora de profundizar los conocimientos para evaluar la necesidad de seguir actuando de este modo tan peculiar.

El diario de marzo 2020 donde se fomentaba la sospecha indiscriminada de cada individuo sano, el temor excesivo al contagio o al colapso sanitario y el miedo a enfermar gravemente debido al COVID-19, es un diario viejo. Ni los asintomáticos mostraron ser un factor de contagio, ni el contagio ha mostrado ser excesivo, ni contagiarse representa un peligro para todos. Deberían ser revisadas cada norma y preconcepto teniendo en consideración la nueva información que ha sido acumulada desde marzo a la fecha. De lo contrario, estamos negando el conocimiento, estamos como los prisioneros de la Alegoría de la Caverna de Platón, observando una realidad ficcionada donde nuestras creencias y percepciones toman protagonismo y la ciencia y datos son ignorados u omitidos.

(*) El doctor Mario Borini, Médico Epidemiólogo y Sanitarista

(*) La licenciada Solana Ini es Psicóloga y ex directora de Proyectos de Nielsen Company

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