Cada día sabemos un poco más sobre el actuar del coronavirus SARS-CoV-2 que genera la enfermedad COVID-19 devenida en pandemia desde marzo pasado. Al tratarse de un virus respiratorio, es normal pensar que afecta directamente a los pulmones. Pero la información que han recopilados miles de científicos y médicos especializados en todo el mundo, también demuestra que este novel virus desencadena en muchos casos la afectación de otros órganos del cuerpo humano, además de generar una tormenta de citoquinas que hace colapsar los vasos sanguíneos, generando que la sangre se coagule y los órganos comiencen a fallar.
“Como en cualquier infección grave que nos afecte, el organismo debe reaccionar y para ello debe echar mano a las reservas y a una gran exigencia de todos sus órganos vitales, entre ellos está el aparato cardiovascular, y si el mismo ya tenía una reserva funcional disminuida por comorbilidades preexistentes no puede responder acorde a las exigencias del caso”, explicó a Infobae el doctor Alejandro Hita, director del Instituto de Cardiología y Terapéutica Cardiovascular del Hospital Universitario Austral, haciendo hincapié en que las personas con afecciones médicas crónicas graves, como las enfermedades cardíacas, son más vulnerables frente al coronavirus.
Y agregó: “El virus tiene predilección por algunos órganos y, si bien en los cuadros graves el órgano más afectado es el pulmón, el corazón es otro de los órganos en los que se ha descrito una afección por el virus. La mayor incidencia de resultados cardiovasculares en COVID-19 puede estar asociada directamente con la infección o la respuesta fisiológica a la infección y el estado de comorbilidad de fondo”. Desde que comenzó la pandemia han surgido cada vez más publicaciones en revistas científicas que alertan acerca de la posibilidad de complicaciones cardíacas en pacientes afectados por el coronavirus.
“En una reciente revisión de la revista Circulation, se señala que el COVID-19 se divide en 3 fases distintivas. La primera, también llamada de ‘infección precoz’, se caracteriza por una gran proliferación viral, con una duración de hasta 5 días. Luego, puede sobrevenir la segunda etapa o ‘fase Pulmonar’, donde lo característico es la aparición de una Neumonía. Si no existe una mejoría del paciente en esta etapa, el COVID-19 puede convertirse en una enfermedad severa a crítica, con la capacidad de producir un daño en el corazón como consecuencia de una inflamación llamada ‘Miocarditis’, ya sea por infiltración directa del virus en sus paredes, o en forma indirecta por mecanismos inmunológicos alterados, que generan una respuesta inflamatoria en el miocardio.
Este cuadro puede darse más frecuentemente en la tercera etapa de la enfermedad, llamada de ‘hiperinflamación’, con la posibilidad de llevar al enfermo a una Insuficiencia cardiaca y también a la agresión viral de otros órganos, como el riñón, hígado o sistema nervioso central”, detalló a Infobae el doctor Mario Boskis investigador clínico y experto en la prevención y tratamiento de las enfermedades cardíacas.
“Sin embargo, un estudio recientemente publicado en JAMA, ha reportado que el SARS CoV-2 también sería capaz de producir alteraciones en las paredes del corazón aun en pacientes con COVID positivo de grado leve a moderado, como lo demuestran investigadores alemanes, que efectuaron una Resonancia Cardiaca a 100 paciente recuperados, encontrando en un 78% de los mismos, alteraciones en las paredes del corazón independientemente del grado de severidad. Otras afecciones del sistema cardiovascular también han sido reportadas en pacientes portadores de COVID-19, tanto en China, Europa o los Estados Unidos, como la aparición de arritmias cardíacas, formación de trombos en los vasos sanguíneos, insuficiencia coronaria o infartos de miocardio”, agregó Boskis, que es miembro Titular de la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC), Fellow del American College of Cardiology (FACC) y dirige su propio centro médico.
Según el experto, la evidencia actual nos dice que puede existir lesión miocárdica y miocarditis en pacientes con infección por COVID-19 que han sido hospitalizados en un rango que va del 12 al 30%. Aun en pacientes que han cursado su Covid-19 en domicilio, puede existir la posibilidad de algún tipo de afectación cardiaca, por lo que recomendamos la consulta clínica cardiológica en forma rutinaria con el fin de evaluar el estado del sistema cardiovascular. Estudios recientes de la American Heart Association, entre los pacientes con COVID-19 la evolución negativa de la enfermedad se relaciona directamente con la posibilidad de presentar una enfermedad cardiovascular (ECV) y con lesión del miocardio. Por tanto, aseguró el doctor Hita, “parece razonable clasificar a los pacientes con COVID-19 de acuerdo con la presencia de ECV subyacente y la evidencia de lesión miocárdica; pero debe quedar claro que mi riesgo de contagiarme por coronavirus no se incrementa por ser un enfermo cardíaco”.
Las patologías cardiovasculares preexistentes identificadas que exponen al paciente a mayor riesgo si se infecta por COVID-19 son:
-Insuficiencia cardíaca
-Deterioro en la fracción de eyección del corazón
-Miocardiopatía dilatada
-Miocardiopatía hipertrófica
-Enfermedad coronaria y valvular (angina, infarto, angioplastia previa, cirugía cardíaca)
-Displasia arritmogénica del ventrículo derecho
-Cardiopatías congénitas cianóticas
-Los pacientes con Síndrome de Brugada tienen más riesgo de desarrollar arritmias debido a la fiebre y los que tienen QT prolongado debido a efectos adversos de las medicaciones.
Según la doctora Karin Kopitowski, Jefa Servicio Medicina Familiar y Comunitaria del Hospital Italiano de Buenos Aires y coautora del libro Factores del riesgo cardiovascular: “Las enfermedades cardiovasculares constituyen la primera causa de muerte en el mundo y en la mayoría de los países de América causan 1.6 millones de muertes al año, el 30% de ellas prematuras en personas de 30 a 69 años”. Las más frecuentes, y que se pueden prevenir, son la cardiopatía isquémica (infarto de miocardio, angina de pecho) y la insuficiencia cardíaca, que frecuentemente es consecuencia de la cardiopatía isquémica.
“En el contexto actual de pandemia y aislamiento social, han ocurrido simultáneamente dos fenómenos. Por un lado, cambios en la alimentación, actividad física y consumo de alcohol que no son saludables. Y por otro, una postergación de algunas visitas médicas que son necesarias para la prevención cardiovascular. Paralelamente hay información acerca de que las personas con síntomas atribuibles a problemas cardiovasculares han retrasado su consulta o no han realizado con consecuencias adversas para su salud” aseguró Kopitowski. Y, sobre los hábitos para prevenir las enfermedades cardiovasculares explicó: “Una gran proporción de estas muertes podría evitarse con una alimentación saludable que reduzca el consumo de sal, con ejercicio físico y evitando el consumo de tabaco”. Para esto, es necesario que en todos los estados se promuevan y faciliten estilos de vida saludable y el acceso a alimentos frescos y naturales, así como también entornos seguros para la actividad física y una vida libre de humo de tabaco.
La mayoría de las personas saben que fumar cigarrillos y productos que contienen tabaco aumenta el riesgo de sufrir cáncer de pulmón y problemas respiratorios, pero pocas saben que también aumenta mucho el riesgo de sufrir enfermedades del corazón. Las investigaciones han demostrado que el tabaquismo acelera la frecuencia cardíaca, contrae las arterias principales y puede ocasionar alteraciones en el ritmo de los latidos del corazón. Todo esto hace que el corazón se esfuerce más. Fumar también aumenta la presión arterial, que a su vez aumenta el riesgo de accidentes cerebrovasculares.
El tabaquismo es una de las principales causas de las enfermedades cardiovasculares y provoca una de cada tres muertes por este tipo de enfermedad en el mundo. En la Argentina, si bien hubo un descenso progresivo y sostenido del tabaquismo en los últimos 10 años, según datos de la Organización Mundial de la Salud, se estima que más de 44.000 personas mueren cada año en nuestro país por enfermedades relacionadas al cigarrillo. El Sanatorio Finochietto en el “Día Mundial del Corazón” advierte a la sociedad sobre los riesgos para la salud y las ventajas de dejar de fumar.
Recuperados de COVID-19, en alerta por su corazón
Según precisa un reciente estudio realizado en el Hospital Universitario de Frankfurt (Alemania), existe una alta prevalencia de secuelas cardiacas post-infección por coronavirus. La investigación, que incluyó a 100 pacientes recuperados de COVID-19, demostró compromiso cardíaco en el 78% de ellos, así como inflamación miocárdica en curso en el 60%. “Esto es independiente del grado de severidad de enfermedad aguda, lo cual deja en evidencia la necesidad de estudio y seguimiento cardiovascular en todos los pacientes recuperados”, explicó a Infobae el doctor Carlos Reguera, médico cardiólogo, Jefe del Área de Medicina Preventiva y Cardiología de INEBA. Entre las afecciones cardiovasculares más frecuentes se encuentran: miocarditis, pericarditis, derrame pericárdico, arritmias, tromboembolismo venoso, insuficiencia cardíaca e infartos (patologías que incrementan la probabilidad de desencadenar muerte súbita).
“La enfermedad causada por este virus, continúa originando una eminente morbimortalidad en el mundo. Los informes de pacientes hospitalizados sugieren que el COVID-19 afecta de manera objetiva el sistema cardiovascular, aunque el impacto a futuro es desconocido. El estudio incluyó la realización de resonancias magnéticas cardíacas con gadolinio y análisis de sangre con Troponina T de alta sensibilidad y Proteína C Reactiva. La Troponina fue positiva en el 76% de los pacientes (marcador que indica daño miocárdico). También se valoró la función ventricular (sensible más baja en los pacientes positivos). Por otra parte, tomaron biopsia endomiocárdica en pacientes con hallazgos graves, las cuales revelaron inflamación linfocítica activa (miocarditis relacionada a COVID-19)”, explicó Reguera.
Hoy gracias a la innovación y a las nuevas tecnologías los pacientes con enfermedades cardiovasculares pueden obtener un diagnóstico rápido y preciso, como el ensayo in vitro de Troponina I de alta sensibilidad (TNIH) de Siemens Healthineers que fue diseñado para ayudar en el diagnóstico del infarto agudo de miocardio (IAM) a través de la determinación cuantitativa de troponina I cardíaca en el suero y plasma sanguíneo. La detección del nivel de troponina I circulante en sangre es el test de referencia para ayudar al diagnóstico del IAM en pacientes que entran por la puerta de urgencias con síntomas de dolor torácico. La detección rápida y eficiente de este marcador ayuda a los profesionales de la salud a confirmar o descartar el infarto, brindando tranquilidad al paciente y evitando internaciones innecesarias.
“Al día de hoy se ha acumulado una enorme experiencia científica y clínica con respecto al uso de la Troponina I de alta sensibilidad y las consideramos el marcador de elección para reconocer o descartar una necrosis miocárdica, al punto tal que los viejos métodos se desaconsejan porque la ventaja de estas nuevas troponinas es su gran sensibilidad”, precisó el doctor Oscar Bazzino, miembro del Servicio de Cardiología del Hospital Italiano.
El doctor Reguera agregó que “los resultados del estudio muestran la necesidad de estudiar a todo paciente que desee retomar el ejercicio luego de ser afectado por COVID-19. Si bien, en cualquier momento de nuestra vida iniciar actividad física sin control supone un riesgo para la salud, en este tipo de pacientes mucho más. Es de buena práctica asistir a un chequeo médico para minimizar riesgos”, comenta el especialista, quién, además, detalla los controles a tener en cuenta. “Un buen control de salud comienza siempre en la consulta médica (interrogatorio médico-paciente y examen físico). Consecuentemente, debemos pensar que estudios complementarios aplican para cada caso en particular (análisis de sangre, ecodoppler cardíaco, electrocardiograma, holter, resonancia cardíaca, entre otros)”.
Cuidar el corazón
Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), cada año mueren más personas por enfermedades cardiovasculares (ECV) que por cualquier otra causa; además, datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) revelan que en 2030 casi 23.6 millones de personas morirán al año por alguna enfermedad cardiovascular, principalmente por cardiopatías y accidentes cerebrovasculares. A nivel nacional, de acuerdo a la Sociedad Argentina de Cardiología, en 2017 fallecieron más de 97.000 personas por afecciones cardiovasculares, liderando el ranking del total de las causas de muerte con 28.5%. Así, la enfermedad cardiovascular es la responsable de la mayor cantidad de muertes prematuras en el país, tanto en hombres como mujeres.
El doctor Hita afirmó que “es esencial continuar con el cuidado de nuestra salud cardiovascular. Debemos tratar de mantener una rutina diaria, cumplir algunos horarios de normalidad, alimentarnos sanos e incluso con alimentos que generan protección inmunológica como las frutas secas, la dieta mediterránea, los cítricos, el pescado y las verduras, y realizar al menos una hora de ejercicio diario”. El especialista concluyó que los avances en el área han permitido identificar los factores de riesgo para trabajar sobre ellos: diabetes, hipertensión, obesidad, sedentarismo, tabaco y grasas, junto a los tratamientos médicos, por lo que “discontinuar o suspender el mismo es casi una práctica suicida”.
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