Una ola de críticas en las redes sociales y varios medios de comunicación levantó la última edición la revista Caras que eligió como protagonistas a Máxima Zorreguieta, la Reina de Holanda, y su hija mayor, Amalia, de 16 años, ya que a la hora de titular, se centró en la imagen de la adolescente afirmando: “La hija mayor de Máxima luce con orgullo su look ‘plus size’”.
Y en la bajada agrega: “Amalia (16), la heredera al trono de Holanda, víctima del bullying, enfrenta las críticas con fortaleza y el incondicional apoyo de sus padres. Una princesa que vive su adolescencia sin tabúes y defiende su figura de ‘mujer real’”.
Más allá del revuelo generado, la tendencia en las redes sociales y la defensa de los editores de la publicación, era necesaria la mirada de los profesionales de la salud, quienes también opinaron sobre la portada y remarcaron “los serios errores que se deben evitar al abordar estas patologías que afectan al 60% de la población argentina”, al igual que la estigmatización y la discriminación, que siguen siendo problemas vigentes que son necesarios afrontar.
“Mostrar a las personas con sobrepeso u obesidad en actitudes placenteras, como es el caso de la tapa de la revista Caras, donde se ve a una mamá paseando con su hija, contentas, me parece bien. Pero el título no es adecuado porque se está hablando de una persona en función de su talle. Tendríamos que acostumbrarnos, de una vez por todas, a no señalar a las personas por su cuerpo ni por ninguna otra condición”, destacó a Infobae la doctora Ana María Cappelletti, médica especializada en endocrinología y obesidad, directora de posgrados en Obesidad de la Universidad Favaloro.
La experta hizo hincapié en que la obesidad es una enfermedad, que no es reconocida como tal por el sistema de salud, incluso por muchos profesionales de la salud y tampoco por los pacientes, que enfermos de obesidad, sienten culpa por padecerla o por no poder hacer tratamientos de manera efectiva en el largo plazo y agregó: “La obesidad no es consecuencia de falta de voluntad de las personas y no se trata simplemente de obligarse a comer menos y moverse más. Es una problemática que tiene múltiples causas, compleja, y de complejo tratamiento”.
El doctor Pedro Martínez Duartez, flamante presidente de la Sociedad Argentina de Cirugía de la Obesidad (SACO), precisó que “existen más de 100 componentes que causan esta enfermedad, que incluyen factores genéticos, ambientales, psicológicos, sociales, económicos y políticos”. “Diabetes tipo 2, hipertensión arterial, dislipemia, apnea del sueño, enfermedades cardíacas son algunas de las principales enfermedades metabólicas asociadas a la obesidad”, agregó Martínez Duartez.
En tanto, la licenciada Marcela Casabella, psicóloga y coordinadora de la comisión de Salud Mental de SACO afirmó que “Limitar la característica humana a través de un juego de imagen desde lo esperable o no esperable por un parámetro social arbitrario, es minimizar a una persona y generar un nuevo bullying, en este caso sociabilizado a través de la tapa de una revista, que en sí misma es una nueva forma de discriminación”.
En nuestro país, 6 de cada 10 personas tienen algún grado de sobrepeso, mientras una de cada cuatro padece obesidad. “Por lo tanto, una minoría con peso normal discrimina a una mayoría que no lo tiene. Es una suerte de paradoja”, advirtió la doctora Cappelletti. “Por otro lado, no está bien internalizar la idea de que el sobrepeso y la obesidad forman parte de la normalidad. Ya desde el momento en que se sufre sobrepeso aumenta el riesgo de que la obesidad se asocie a otras enfermedades que hacen a la calidad y a la expectativa de vida de las personas”, remarca la médica.
No hay obesidad saludable
Los especialistas recordaron que la obesidad “saludable” no existe porque la evidencia científica muestra que “las personas que tienen un grado de sobrepeso u obesidad y que son metabólicamente saludables, la mayoría evoluciona a tener complicaciones metabólicas con el paso del tiempo”.
Respecto de los riesgos vinculados con el sobrepeso y la obesidad en la adolescencia, Cappelletti sostuvo que se trata de una situación que debiera preocupar porque condiciona la salud futura. “Además, las obesidades que se presentan desde la infancia, cuando los chicos crecen y atraviesan el periodo de pubertad con exceso de peso, son de más difícil tratamiento”, añadió.
Datos del INADI muestran que entre las personas que dicen percibirse “estigmatizadas”, la obesidad figura como el segundo motivo más frecuente, solamente superada por la pobreza. Cuando se tiene en cuenta quiénes experimentaron el estigma, es decir quiénes fueron abiertamente diferenciados, discriminados, la obesidad ocupa el quinto lugar. Sin embargo, entre las denuncias que se realizan en INADI por discriminación, la obesidad se ubica en el puesto 14º. “Esto quiere decir que las personas con obesidad internalizan el estigma. Porque además de existir el estigma a nivel social, la discriminación social, las personas con obesidad se autodiscriminan”, evalúa Cappelletti, quien agrega que “hay una especie de juicio social al que se suma el propio juicio moral”.
Los especialistas lamentaron que esta situación suele ser reforzada cuando los profesionales de la salud le dicen al paciente “Tenés que bajar 30 kilos”, “Hasta que no bajes 30 kilos no se te van a curar esas rodillas”. Y, cuando el paciente pregunta cómo hace, le dicen “Y, bueno, cerrá la boca”.
“El estigma crea un círculo vicioso. Las personas que reportan haber experimentado un estigma de peso tienen más probabilidades de aumentar de peso en el futuro y alcanzar un IMC (índice de masa corporal) categorizado como obeso. La evidencia es muy clara de que el estigma de la obesidad no motiva a las personas con obesidad a perder peso. De hecho, se observa que participan menos en la actividad física. Es más, el estrés asociado con la estigmatización puede desencadenar un incremento en la alimentación, una disminución de la autorregulación del cortisol que lleve a su aumento, lo que contribuye a un mayor aumento de peso”, destaca Martínez Duartez quien manifiesta además que el estigma por el peso puede llevar a no buscar atención médica adecuada, y esta falta de tratamiento conduce al aumento de riesgo o continuación de enfermedades relacionadas a la obesidad, con un incremento en la mortalidad. “El estigma también propicia la aparición de trastornos de la alimentación, como el trastorno por atracón, bulimia o anorexia”, agregó el presidente de SACO.
En esa línea, Casabella comentó que uno de los efectos más graves de la estigmatización sobre la persona con la obesidad es la “pérdida de su identidad”. “Generalmente la persona con obesidad cede su identidad, lo más profundo de sí misma, a lo que el medio, la circunstancia, el entorno le permite, como una forma de ser aceptada, querida, de ser contenida y permitida en la estructura social donde tiene que insertarse. Buena parte de su vida vive una especie de vida prestada, que es lo que el entorno le habilita para sentir que pertenece. El obeso no tiene nombre, es “el gordo”, ahora “plus size””, reflexiona la psicóloga.
El rol de los medios
En opinión de Cappelletti, los medios de comunicación también contribuyen a reforzar muchas veces conceptos erróneos en torno a la obesidad. “Si bien hay algo que está cambiando y que tiene que ver con la bandera en contra de la discriminación y a favor de la inclusión, todavía queda mucho por hacer”.
Y, en ese sentido, expertos enfatizaron la importancia de dejar de mostrar a las personas con obesidad en actitudes de glotonería o como personas vagas, tiradas en un sillón. “Empecemos a mostrarlas en la vida real. Con ese objetivo se han creado bancos de imágenes gratuitos, en contra del estigma, porque las personas con sobrepeso y obesidad también se divierten, también van a pasear, muchas hacen actividad física, y tienen el derecho de disfrutar de la comida y comer por placer”, sugirieron.
“En todo caso, hay muchas acciones que se deben implementar para cambiar el medio obesogénico, que hace que cada vez haya más personas enfermas. Necesitamos firmemente desde los gobiernos, desde las autoridades sanitarias, desde los profesionales de la salud, instalar la idea de que la obesidad es una enfermedad”, concluyeron.
Claves contra el estigma
Para abordar la epidemia de obesidad, debemos abordar la epidemia paralela del estigma del peso. Para ello, se debe:
· Abstenerse de utilizar un lenguaje, imágenes y narraciones estereotipadas que describen de manera injusta e inexacta a las personas con sobrepeso y obesidad como perezosos, glotones y faltos de fuerza de voluntad o autodisciplina. Reconocer el estigma de la obesidad en todos los aspectos de la vida.
· Alentar y apoyar las iniciativas educativas, especialmente en los profesionales de la salud, destinadas a erradicar los prejuicios sobre el peso mediante la difusión de los conocimientos actuales sobre la obesidad y la regulación del peso corporal.
· Cambiar los comportamientos y las actitudes de quienes estigmatizan. Alentar y apoyar las iniciativas destinadas a prevenir la discriminación de peso en el lugar de trabajo, la educación y los centros de salud
· Utilizar el lenguaje: primero la persona. Esto no es nuevo, se usó para otras enfermedades crónicas como las enfermedades mentales y la diabetes. El objetivo es poner primero el sujeto «hay muchas personas afectadas por obesidad», en lugar de «hay muchos obesos».
· El compromiso como sociedad es indispensable para combatir el estigma en la obesidad y ayudar a quienes la padecen en un entorno de respeto, dignidad y empatía, tomando en cuenta que la obesidad es una consecuencia de múltiples causas complejas en el contexto de factores incontrolables, y sin culpar a las personas de esta enfermedad.
· Los líderes de opinión, periodistas y usuarios de redes sociales que informan sobre temas relacionados con la obesidad pueden usar contenido visual equilibrado y sensible, que representan retratos no estigmatizantes de personas con obesidad.
· Las campañas contra la obesidad deben dejar de utilizar la culpa y la vergüenza y, por otro lado, deben enfocarse en el cuidado respetuoso del cuerpo entero, lo que permita a las personas realizar cambios que promueven la salud, al enfatizar las conductas modificables (como un aumento en la ingesta de frutas, verduras y realizar actividad física), mejorar los patrones de sueño y reducir el estrés. Así mejorarán la salud para todos, sin importar su peso.
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