Por la Dra. María Laura Leguizamón (Ex Senadora de la Nación)
Durante mucho tiempo, hablar de dislexia era hablar de un síntoma indicador de una problemática que afectaba el progreso de algunos chicos en edad escolar. Hoy en día, la tendencia es catalogarla como una disfunción neurobiológica.
Según estimaciones mundiales, entre el 10 y 15% de la población puede presentar uno de los trastornos del aprendizaje más frecuentes.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define a la dislexia como un trastorno propio de la lectura a raíz de problemas para identificar los sonidos del habla y para comprender cómo estos se relacionan con las letras y las palabras (decodificación). Su rasgo principal es una dificultad específica y significativa de lectura que no puede explicarse únicamente por la edad mental o problemas de precisión visual, entre otras causas.
Con el tiempo valoramos las cosas que nos llenan el alma. Cuando un niño sonríe, ese gesto invisible para algunos, es un tesoro para muchos otros. Hace dos años, escribimos con un equipo de médicos y profesionales de la comunidad educativa y de la salud, el texto de la actual Ley 27.306.
La misma, tiene como objetivo prioritario garantizar el derecho a la educación de los niños, niñas, adolescentes y adultos que presentan Dificultades Específicas del Aprendizaje (DEA).
Las DEA, son las alteraciones de base neurobiológica, que afectan a los procesos cognitivos relacionados con el lenguaje, la lectura, la escritura y/o el cálculo matemático, con implicaciones significativas, leves, moderadas o graves en el ámbito escolar. La más conocida es la dislexia.
En ese momento, en mi rol de Senadora Nacional, lleve adelante el mecanismo que más me gusta para legislar: una profunda y respetuosa relación entre el conocimiento, la ciencia y sus avances por un lado, y la habilidad y el arte de la política por el otro. Así se logran consensos, diálogos, y normas de vanguardia.
Ese trabajo, fue el disparador para que la sociedad en su conjunto, comenzara a hablar y pensar en la dislexia en otros ámbitos. Así, a esas dedicadas y comprometidas madres, padres, maestros y profesionales, se suman cada vez más actores para la concientización de la problemática.
Muchos niños y niñas, sufren con dolor silencioso esta situación. Sin embargo, cada día avanzamos en vencer ese estigma, ese prejuicio infundado. Es solo una manera de aprender distinta. Grandes personas como Steve Jobs, Steven Spielberg, Walt Disney, Albert Einstein, John Irving, entre otros, padecieron dislexia.
Cuando leí en el diario, que el reciente premio Nobel de química John Goodenough tenía dislexia, fue una confirmación más, para que todos entiendan que esta condición no es un impedimento para nada, ni para nadie.
Ese es el espíritu de la ley que aprobamos, en cuyo proyecto e impulso puse tanto empeño y dedicación. Todos nuestros niñas y niños deben tener la misma visibilidad para el sistema educativo, por eso tienen que acceder a las mismas oportunidades en la etapa escolar.
No es ambicioso pensar que esto es posible. En nuestras aulas nos esperan futuros premios nobeles, artistas, líderes, ciudadanos, personas, que en su dislexia, hoy nos miran con una sonrisa. Este, y tantos otros desafíos, son los que hoy nos interpelan, para construir una sociedad inclusiva, empática y desarrollada.
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