El aumento de la expectativa de vida, una tendencia que se impone como irreversible desde hace algunos años, trae consigo desafíos tanto para la ciencia como para las personas, que deberán preocuparse por cómo mejorar su calidad de vida y su salud para envejecer de la manera más saludable posible.
En ese contexto, prevenir o detener el deterioro cognitivo es un objetivo que desvela a más de un investigador. Y el concepto de funciones ejecutivas -y su ejercitación desde edades tempranas- emerge como clave en este proceso.
Pero ¿qué son las funciones ejecutivas? "El concepto proviene especialmente de la neuropsicología y refiere al control que establecemos sobre las funciones cognitivas (por ejemplo, la atención, la memoria, la percepción, etc.), y su articulación con las emociones y el comportamiento". La licenciada en Psicopedagogía con formación en neurociencias Martha Euredjian (MN 166.946) explicó a Infobae que "el entrenamiento de las funciones ejecutivas en adultos mayores en procesos de envejecimiento con signos de deterioro cognitivo puede resultar sumamente efectivo".
Si bien las diversas funciones ejecutivas emergen en etapas muy tempranas del desarrollo del individuo, a partir de los 11-12 años se puede observar su funcionamiento integral
A través de pruebas neuropsicológicas que evalúan las funciones ejecutivas se detectó un declive lento de algunas de las funciones, como por ejemplo un enlentecimiento en los procesamientos de la información y en su respuesta a las demandas ambientales, dificultades en el acceso al almacén léxico y la fluidez verbal, cierta rigidez mental, dificultades en la toma de decisiones. Al considerar su clara incidencia en el aprendizaje, esta capacidad se ve también disminuida. No obstante, las investigaciones demuestran que, "en virtud del fenómeno a través del cual las conexiones neuronales se reorganizan conforme la demanda del ambiente, conocido como 'plasticidad neuronal', es posible que el adulto mayor pueda desempeñarse activamente en sus desempeños cognitivos".
Para Euredjian -que acaba de publicar su libro Ejercitación de las funciones ejecutivas, un conjunto de láminas diseñadas para trabajar la atención, memoria operativa y flexibilidad y planificación desde los 11 años en adelante-, "si bien las diversas funciones ejecutivas emergen en etapas muy tempranas del desarrollo del individuo, es a partir de los 11-12 años cuando se puede observar el funcionamiento integral de estas funciones, que no obstante siguen evolucionando durante la adolescencia hasta la adultez".
"Por ejemplo, se puede detectar alrededor de los 11 años una mayor capacidad de monitorear y regular las propias acciones, así como se afirman las habilidades para el establecimiento de objetivos y la capacidad de planificación -señaló-. La capacidad de generar respuestas alternativas de manera eficiente frente a los problemas o a la presentación de contingencias o imprevistos se desarrolla de forma gradual y alcanza su máximo desempeño alrededor de los 12 años".
—¿A partir de qué edad conviene comenzar a ejercitar las funciones ejecutivas?
—Desde muy pequeños se despliegan estas funciones cuando les realizamos un pedido simple a los niños, cuando les otorgamos alguna responsabilidad diaria, cuando les enseñamos a inhibir ciertas conductas impulsivas, o a planificar con tiempo. En todos esos casos se están ejercitando las funciones ejecutivas, que cobran su total desarrollo pasada largamente la adolescencia.
A lo largo de la vida, en sus distintas etapas, se producen demandas ambientales, académicas y sociales que requieren mayores destrezas ejecutivas. En algunos casos, cuando se observa un déficit conviene entrenarlas de manera pautada en el marco de un tratamiento.
La capacidad de generar respuestas alternativas de manera eficiente frente a los problemas o a la presentación de contingencias desarrolla de forma gradual y alcanza su máximo desempeño alrededor de los 12 años
—¿Cuáles son los beneficios de ejercitarlas?
—Fundamentalmente aporta al desarrollo de un mayor dominio sobre nuestras acciones, pensamientos y emociones. Al ejercitar las funciones ejecutivas, tenemos un mayor control, lo que nos hace más autónomos y responsables de nuestros comportamientos y pensamientos. El entrenamiento de las funciones ejecutivas no sólo redunda en beneficio del dominio cognitivo sino también de las emociones. Algunos estudios demuestran que la regulación de las emociones se ve sustentada por varias funciones ejecutivas, entre las que se encuentra la atención ejecutiva, el control inhibitorio de los comportamientos inapropiados y la toma de decisiones. Por esto es que se afirma que la regulación cognitiva y la regulación emocional parecen desarrollarse conjuntamente.
—¿Cómo se ejercitan?
—Hay tres núcleos básicos sobre los que se asientan estas funciones: el control inhibitorio (que nos hace, por ejemplo, pensar antes de hablar, evitar respuestas inapropiadas como gritar o pegar), la memoria operativa (que nos permite seguir una conversación, manteniendo en mente lo que quiero decir, o hacer cálculos mentales) y la flexibilidad cognitiva (que nos permite cambiar de perspectiva o razonamiento cuando encontramos un obstáculo, o bien aprovechar una situación imprevista en beneficio del objetivo que tengamos). Cuando hay un déficit en una o más de estas funciones, es conveniente entrenarlas, porque por el principio de plasticidad neuronal es posible su rehabilitación con resultados exitosos. Es decir, se configuran nuevas redes neuronales.
—¿En qué otros contextos se pueden ejercitar las funciones ejecutivas?
—Se pueden ejercitar las funciones ejecutivas cuando no hay patología, y simplemente queremos estimular, por ejemplo, la atención, la memoria, la planificación, etc. O bien cuando se presentan distintas patologías, en sus diversos grados de severidad (por ejemplo, trastornos del neurodesarrollo, trastornos del aprendizaje, etc.). En el contexto terapéutico, dentro de los tratamientos neurocognitivos, este entrenamiento es fundamental.
—¿Es posible prevenir el deterioro cognitivo?
—Más que prevenirlo, se puede retrasar la aparición de los primeros signos de deterioro cognitivo. Está comprobado que una mayor cantidad y calidad de ejercitación hace que el natural declive no sea tan pronunciado.
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