El cáncer de mama es un tumor maligno que se origina en el tejido de la glándula mamaria. Es común que, ante la consulta con el médico, éste recomiende realizar un chequeo mensual para detectarlo en su inicio, ya que beneficia su remisión. Cuanto antes se lo lleve de a cabo, mayores serán las probabilidades de que el tratamiento tenga éxito.
A los factores hormonales, genéticos, antecedentes familiares, entre otros, el estilo de vida se suma e incide en la formación de esta patología. Una buena alimentación y la práctica regular de ejercicio físico, no sólo fortalecen el sistema inmunitario, sino que también ayudan a disminuir el riesgo de desarrollarlo.
"Sólo del 12% al 14% de los cánceres de mama son hereditarios, por lo que resulta interesante profundizar en los otros tres factores de riesgo de esta enfermedad, siendo el tipo de alimentación el más destacable, seguido por el estado inmunológico y los estados emocionales como el estrés oxidativo, las depresiones y el abandono de las personas", dijo el doctor Horacio Limongelli (MN 45.345), jefe del servicio de ginecología de la Clínica San Camilo.
El especialista agregó: "Resulta importante tener en cuenta que durante el desarrollo del cáncer, tanto en su etapa de carcinogénesis (comienzo), de desarrollo (alimentar al mismo para que vaya creciendo) y de propagación (la diseminación a distancia), está presente la alimentación". También sostuvo que "el cáncer no es casual sino que obedece a factores causales, por lo que la verdadera prevención pasa por tomar conciencia y actuar en consecuencia ante ciertos cambios de hábitos que podamos adquirir".
A partir de estos macro detalles, los especialistas hablan de prevención primaria en el caso de las personas sanas y de prevención terciaria en aquellas que padecieron la enfermedad, con el objetivo de no caer en una reaparición de la misma tras la convalecencia y recuperación de la misma.
"Cuando la enfermedad ya fue diagnosticada, es esencial poner en marcha las nuevas alternativas para su tratamiento complementario que consta en generarle al cáncer un medio hostil para su desarrollo. Todo a través de una correcta alimentación basada en las dietas alcalinas (desintoxicantes) y las dietas cetogénicas (reducen sustancialmente el consumo de hidratos de carbono), cuyas propiedades nutricionales le quitan al tumor la posibilidad de desarrollarse", explicó el ginecólogo.
Dieta alcalina
Vegetales de hojas (su clorofila, es altamente alcalinizante): espinaca, berro, coliflor, tomate, remolacha, zanahoria, espárragos, apio, cebolla y choclo.
Frutas: limón, manzana, melón y uvas.
Frutos secos: almendras, castañas y avellanas.
Otros alimentos: semillas, quesos vegetales como el tofu, leches de cabra y de soja, té verde, de jengibre y miel.
Agua: como es portadora de oxígeno, para aumentar su alcalinidad, se aconseja agregar limón.
Dieta cetogénica
Proteínas de origen animal: carnes frescas y curadas (panceta o jamón), huevos, mariscos y pescados.
Grasas: aceite de coco, manteca y quesos curados.
Semillas y frutos secos: almendras, nueces y semillas de lino, calabaza y de girasol.
Verduras: coliflor, berenjena, tomate, espárragos, aceitunas y todas las verduras de hojas verdes.
Lácteos: yogures, quesos cremas y frescos.
Limongelli aseguró que "la cirugía es cada vez menos agresiva ya que continúa teniendo el mismo resultado, habiendo pasado de la mastectomía radical a la tumorectomía con márgenes de seguridad e investigación del ganglio centinela con excelentes logros estéticos y, por otro lado, la radioterapia ha mejorado muchísimo pudiendo localizar la radiación en las áreas adecuadas por medio de la radioterapia tridimensional".
Lea más:
Stop cáncer de mama: claves para prevenirlo los 365 días del año
Cáncer de mama: una proteína conocida abre una nueva esperanza