FLORENCIA NÁPOLI (29): "ENCONTRÉ EL AMOR PROPIO"
Las cadenas se rompieron luego de 11 años de relación tóxica con un hombre que la convirtió en su peor versión. "Flor, ¿por qué te estás maltratando tanto? No podés seguir así…", se dijo en voz alta y con los ojos llenos de lágrimas mientras se miraba en el espejo. Si bien ella reconoce haber tenido sobrepeso desde que tiene uso de razón, el problema se agravó durante los últimos años en los que canalizó todo el dolor de un corazón roto en la comida chatarra.
"Era totalmente adicta a la gaseosa común, no podía tragar un sorbo de agua porque la odiaba", recuerda risueña Flor, maestra jardinera.
Además, las malas elecciones alimentarias eran acompañadas de una vida totalmente sedentaria. "Llegué a pesar 115 kilos con 1.74 metros. Ya era un problema de salud, no podía correr ni al colectivo, me dolían las rodillas, los huesos, la espalda. Claramente no me estaba amando y necesitaba hacer un cambio radical", subraya.
El camino por delante era largo y ella lo sabía. "Al principio estaba negada a ir a un nutricionista porque no me sentía preparada para que alguien me ayudara y tampoco podía aceptar que tenía un problema serio. Así que empecé la transformación sola con la premisa de ir cambiando un hábito malo por vez. Lo primero que hice fue eliminar la gaseosa… ¡y cómo me costó! Pero al ver que lo había logrado, me puse otra meta a corto plazo hasta que me convencí de que esta vez el cambio iba a ser para toda la vida –recuerda sobre sus inicios en el mundo fit en mayo del año pasado–. A los dos meses conocí a mi actual nutricionista, Jaqueline Nanni, a quien le debo muchísimo. Más que seguir una dieta específica, yo hice todo un trabajo de conciencia en el que aprendí lo que provoca cada alimento en el cuerpo. Fue muy difícil abandonar ese cuerpo, pensá que hace 10 meses pesaba más de 100 kilos y ahora estoy en 60".
Como su miedo era quedar con colgajos y la piel flácida, Flor se inscribió en un gimnasio. Sin embargo, al principio el cuerpo no le respondía y decidió arrancar despacio caminando en la cinta o pedaleando en la bici.
"Después sumé una rutina de pesas y fue increíble cómo me motivaba viendo los resultados del esfuerzo dentro del gym. Hoy me miro al espejo y no lo puedo creer. Mi cuerpo cambió al 100%, no reconozco mis piernas y brazos. Me encantó ser testigo de todo lo que logré y sé que soy capaz de mucho más", explica sin contener la emoción.
Hoy Flor asegura que no queda nada de aquella chica que no se cuidaba: "Nunca me imaginé que iba poder tener el cuerpo que tengo hoy. Ahora estoy soltera, pero recontra feliz porque encontré el amor propio. Estoy tan enfocada en mí que no busco nada en las personas, dejo que fluya. Antes no podía tener muchas relaciones sociales porque no estaba bien conmigo misma y sufría el bullying. Hoy soy otra". Ahora se está replanteando estudiar Nutrición o Educación Física. Es que cuando uno ama lo que hace, quiere compartirlo con el resto del mundo.
MÁXIMO ACEVEDO (31): "TOMÉ MI CAMBIO DE HÁBITOS COMO UNA RELIGIÓN"
"Para lograr bajar casi 50 kilos tuve que hacer un clic y aprender a luchar por mis objetivos. No se trata sólo de bajar de peso, hay que hacer un trabajo interno y acompañar la pérdida grasa con un gran proceso mental y hasta espiritual. Aprendí que nadie va a cuidar por mí, que el fracaso es el mejor maestro y que no hay que tenerle miedo a los cambios", asegura este diseñador industrial.
Todo comenzó en diciembre de 2016 cuando le entregaron el diploma en la UBA. Si bien Maxi fue obeso desde su niñez, confiesa que durante sus años en la facultad la situación empeoró. "En mi casa nunca fue un problema que yo tuviera sobrepeso, entonces yo no lo reconocía. En esa época no había tanta información sobre nutrición y deporte. Crecí con la autoestima muy baja, fui víctima de bullying y jamás me miraba en el espejo –explica sin esconder la tristeza que le causaba su imagen–. Pero lo peor llegó en la carrera porque me pasaba noches y noches despierto preparando entregas. Me acuerdo que para tener energía me comía un flan con dulce de leche. Si no no me funcionaba la cabeza. Y así fue como llegué a pesar 120 kilos".
Según recuerda como si fuera una película, el día que entregó su último proyecto tomó una bocanada de aire, infló el pecho y prometió: "ahora me toca a mí". "Fue un cambio de mentalidad. Primero acepté que tenía un problema y que estaba en mis manos la posibilidad de cambiarlo. Busqué una nutricionista, empecé entrenamiento funcional y me tomé mi cambio de hábitos como una religión", cuenta orgulloso a tres años de aquel clic.
A los 28 años se propuso aprender a comer de manera saludable: "Mis hábitos eran los peores, muchas harinas refinadas, azúcar y gaseosas. Así que al principio tuve que ir una vez por semana a la nutricionista para que me enseñara a comer bien: respetar siempre el desayuno, hacer alguna colación (como una fruta o yogur), no saltear el almuerzo, repetir una colación a la tarde y cenar más ligero. ¡Y obvio que tuve que reducir muchísimo las porciones!", cuenta.
Además se anotó en un grupo de funcional en Tigre donde, al día de hoy, va rigurosamente tres veces por semana: "Todavía me acuerdo lo que me dolió la primera clase, estuve 72 horas sin poder sentarme en el inodoro y no podía bajar de la escalera. Todos pensaban que no iba a volver, pero yo no paré hasta lo lograr mi meta".
Maxi está orgulloso de sus logros. "No te olvides de poner que hace un año también dejé de fumar. Amo ser saludable, y no me refiero sólo a estar flaco. Hoy mi autoestima se elevó muchísimo, me alejé de personas que me ponían frenos, hice nuevos amigos del team de funcional… ¡y voy por más!", asegura. Hace seis meses que está siguiendo un plan de aumento de masa muscular. Próximamente, sumará clases de calistenia para seguir ganando fuerza y resistencia.
MARÍA JOSÉ OLIVERO (35): "SENTÍ QUE TENÍA QUE RESUCITAR COMO EL AVE FÉNIX"
La primera vez que esta rubia de mirada dulce pisó el consultorio de un nutricionista tenía apenas 12 años. "Yo era la gordita de Chaco, en el colegio todos se burlaban de mí, tenía que comprar ropa en locales para talles grandes y me acuerdo que hasta el cinturón del avión me apretaba", recuerda María José –diseñadora de indumentaria- mientras enumera alguna de la infinitas dietas que hizo hasta que descubrió el fitness.
"Hice de todo pero, aunque bajaba, no podía mantenerme. Siempre fui ansiosa y canalizaba toda mi ansiedad con la comida", aclara poniéndole sentido del humor a un problema que la acompañó la mayor parte de su vida. Y para que nos demos una idea, Majo aclara: "Si quería comer un helado, no me compraba un cucurucho… ¡me comía un kilo! Y si me tentaba una torta, iba a la panadería y me compraba una entera".
"Todo se terminó de descontrolar en 2016 cuando quedé embarazada. Te juro por Dios que engordé 45 kilos y llegué a pesar 92 con tan sólo 1.65 metros. Todavía no puedo creer cómo llegué a ese punto –revela casi enojada con ella misma–. Encima, a los tres días del parto le descubrieron a mi hija, Leontina, una coartación en la aorta y tuvo que ser traslada de urgencia en un avión sanitario a Buenos Aires para que la operaran. Era tal mi angustia oral que, siete meses después de haber dado a luz, sólo había bajado seis kilos".
Inspirada en convertirse en el mejor ejemplo para su hija, María José se propuso cambiar su cuerpo modificando pequeños (grandes) detalles que hacen la diferencia: "Sentí que tenía que resucitar como el ave Fénix. Así que empecé a caminar ocho kilómetros diarios y a comer un poco más saludable, pero desde el sentido común. O sea, reemplacé el azúcar por edulcorante y las frituras por cocciones al horno, por ejemplo. En dos semanas bajé tres kilos y estaba feliz, pero me estanqué y fue momento de ponerme en manos de profesionales". Ya más entusiasmada con los primeros resultados, comenzó a visitar a una nutricionista de Chaco que le enseñó a comer equilibrado y acompañó la dieta con una rutina de fierros de lunes a viernes con Fabián Fonseca ("hoy, más que un personal trainer, él es mi amigo y psicólogo. Me ayudó muchísimo", aclara).
Cuando no está trabajando en su local de bronceado, La Solería, o cuidando a la pequeña Leontina, que cada tres meses tiene que venir a Buenos Aires para realizarse chequeos médicos; María José se dedica a ella misma: "Si bien hoy estoy feliz con mis 54 kilos, el fitness se convirtió en un estilo de vida que me mantiene de buen humor. Todos los sábados salgo a correr con un grupo runner, aprendí a cocinar saludable y ahora quiero ganar un poquito más de masa muscular".
Y, entre risas, dice que sus vecinos siempre la paran en la calle para preguntarle cómo bajó tanto de peso. La respuesta es simple: mucha paciencia y voluntad.
JORGE LUIS LITVIN (30): "SIEMPRE ODIÉ CORRER, PERO AQUEL DÍA ME ENCANTÓ Y NUNCA MÁS PARÉ"
1 hora, 24 minutos y 6 segundos. Si unos años atrás le hubieran dicho que esa iba a ser su marca en los 21K de Buenos Aires, Jorge Luis "Coki" Litvin se hubiese echado a reír. "
Toda mi vida fui sedentario y, desde que tengo uso de razón, siempre fui el gordito del colegio. Me mandaron a escuela de fútbol, de karate y hasta de básquet, pero nunca me enganché porque era realmente malo", recuerda con cierto cariño por ese chico anti-saludable del que ya no queda ni un rulo.
Sin embargo, lo peor no era convivir en ese cuerpo pesado e incómodo, sino ser el blanco de burla de sus compañeros: "Sufrí muchísimo bullying en el colegio. Me decían 'gordo papa' y nadie me elegía en los equipos de educación física. Pero no guardo resentimiento. Entiendo que nadie nace malo y las burlas forman parte de la crueldad no consciente de los chicos. Si los padres no les enseñan que el gordito tiene las mismas ganas de jugar al fútbol que el flaco, ellos no tienen por qué saberlo. Pero yo tenía la autoestima en menos dos".
El clic llegó el 14 de febrero de 2011, el día que se graduó como abogado. "Reconozco que soy bastante nerd, en esa época me la pasaba estudiando y comiendo. Engordé tanto que se me disparó la tiroides y llegué a pesar 87 kilos (N. de la R.: repartidos en sus 1.65 metros), pero no me daba cuenta –explica este abogado especialista en Derecho penal–. Pero cuando vi las fotos del día en que me pusieron en bolas para tirarme huevos… ¡no lo podía creer! No me vi para nada representado. Así que aproveché que venía de mi Corrientes natal a Buenos Aires para estudiar un postgrado para también aprender a comer saludable y cambiar mi cuerpo".
Instalado en un departamento en Palermo, este abogado fit consultó con un nutricionista, cambió las frituras por cocciones al horno y, sobre todo, empezó a bajar las porciones. Si bien el camino tuvo más de un altibajo, Coki demostró que es dueño de una voluntad de acero y en tan sólo ocho meses bajó 25 kilos: "Me compré una decena de libros sobre nutrición, empecé a investigar y cambié de especialista varias veces. Además, acompañé la dieta con una rutina de aparatos en el gimnasio del edificio". El bichito runner lo picó recién en 2012 cuando acompañó a su papá a correr por la playa de Pinamar:
"No sé cómo sucedió porque yo siempre odié correr, pero aquel día me encantó y nunca más paré. Hasta el día de hoy llevo 20 carreras de 10K, 10 de 21K y una de aventura de 15K por Córdoba", cuenta @cokilitvin, como lo conocen en el mundo instagramero donde lo siguen más de 36.000 personas.
"La verdad es que nunca me hubiera imaginado convertirme en un influencer. De hecho, yo le dedico la mayor parte del tiempo al Derecho. Pero compartir mi pasión por el fitness en Instagram se volvió casi adictivo. Me da mucha energía", asegura con la sonrisa digna de quien está orgulloso de sí mismo.
Texto. Agus Dandri. Fotos. Maxi Vernazza. Agradecemos a: Centro Cultural Recoleta.
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