12 campanadas, 12 uvas y… miles de litros de agua

La producción de uva es un proceso altamente demandante de agua

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Ramiro López Aguirre, vicepresidente de
Ramiro López Aguirre, vicepresidente de la Asociación Mexicana para la Correcta Hidratación, “Agua en México”

La época decembrina en México se caracteriza por una serie de tradiciones muy arraigadas en nuestra cultura, entre ellas, es bastante popular el consumo de uvas al ritmo de las doce campanadas de Año Nuevo para pedir deseos o manifestar propósitos para el año venidero. Esta costumbre, aparentemente inofensiva, encierra una compleja realidad relacionada con el uso del agua, un recurso cada vez más escaso a nivel mundial.

La producción de uva es un proceso altamente demandante de agua. Las vides requieren de riego constante para garantizar un buen desarrollo de los frutos. En México, las principales regiones vitivinícolas se concentran en los estados de Baja California, donde se produce el 70% del vino del país, Coahuila, Querétaro y Zacatecas. Estas zonas, caracterizadas por climas semiáridos y áridos, enfrentan desafíos importantes en términos de disponibilidad hídrica.

De acuerdo con un estudio de la Universidad Nacional Agraria, el consumo de agua anual en los viñedos de nuestro país puede llegar a ser de hasta 2,000 litros por hectárea. Esto es significativamente mayor que el consumo de agua de otros cultivos como el maíz o el trigo.

La Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, estima que México produce anualmente alrededor de 470 mil toneladas de uva, lo que lo posiciona como uno de los principales productores a nivel latinoamericano. Aunque todavía estamos lejos de los grandes productores mundiales como Estados Unidos, China o Italia, se espera que la industria vitivinícola en nuestro país experimente un despegue significativo en los próximos años, con una tasa de crecimiento anual compuesta estimada del 3.8% durante el periodo 2024-2032.

(Imagen Ilustrativa Infobae)
(Imagen Ilustrativa Infobae)

La industria vitivinícola mexicana se está posicionando, en parte, por una mayor demanda de vinos nacionales y una creciente sofisticación del paladar de los consumidores. Incluso la calidad de la producción mexicana empieza a destacarse en el mundo, por ejemplo, en 2023, dentro del 13° Concours Mondiale de Bruxelles, que es una competencia internacional de vinos, un vino blanco mexicano resultó ser el mejor puntuado de su categoría en una cata a ciegas.

Por lo anterior, una parte importante de la producción de uva mexicana se destina a la exportación, principalmente a Estados Unidos y Canadá. En cuanto al consumo interno de uva, la concentración de la demanda todavía es bastante temporal, especialmente durante las fiestas decembrinas, lo que ejerce una presión adicional sobre los recursos hídricos disponibles, pues la concentración de la demanda en un periodo corto de tiempo dificulta la gestión eficiente del agua y puede generar tensiones entre los diferentes usuarios.

Ante este panorama, surge la pregunta de cómo conciliar la tradición del consumo de uvas con la necesidad de garantizar la sostenibilidad del sector agrícola y la protección de los recursos naturales.

Los productores de uva deben adoptar prácticas agrícolas más eficientes que permitan reducir el consumo de agua sin comprometer la calidad de los frutos.

(Imagen Ilustrativa Infobae)
(Imagen Ilustrativa Infobae)

Entre estas prácticas se encuentran:

  • Riego por goteo. Esta tecnología permite aplicar el agua directamente a la zona de las raíces de las plantas, minimizando las pérdidas por evaporación.
  • Selección de variedades adaptadas. La elección de variedades de uva con menor requerimiento hídrico y mayor tolerancia a la sequía es fundamental para hacer frente al cambio climático.
  • Reutilización de aguas tratadas. El empleo de aguas residuales tratadas para el riego puede reducir la presión sobre los acuíferos.

Algunas bodegas mexicanas ya han adoptado prácticas de producción sostenibles y ecológicas, e inclusive han logrado algunas certificaciones internacionales como las que otorga el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA). Sin embargo, esta práctica debe de generalizarse. Por nuestra parte, los consumidores también tenemos un papel importante que desempeñar. Al elegir productos con certificación de origen sostenible podemos contribuir a mitigar los impactos ambientales asociados a la producción de cualquier producto, como la uva.

Esta época decembrina, con su tradicional consumo de uvas, pone de manifiesto la necesidad de adoptar medidas para optimizar el uso del agua en el sector agrícola. Es fundamental promover la investigación y el desarrollo de tecnologías innovadoras que permitan hacer un uso más eficiente del agua en la producción de uva. Asimismo, es necesario fortalecer la colaboración entre productores, gobierno y sociedad civil para construir un futuro más sostenible para el sector vitivinícola mexicano.

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