Las papas fritas son de las botanas más consumidas por los mexicanos y están al alcance de el todo mundo: en tienditas, establecimientos de autoservicio o hasta vendedores de la calle. Este snack es delicioso y el favorito de muchos, aunque no es nada saludable.
Su consumo excesivo puede generar varios problemas a la salud, debido a su alta cantidad de calorías, grasas trans, sodio y sustancias que no son necesarias para el cuerpo. Entre los padecimientos obvios que puede generar la ingesta sin control de esta botana está la diabetes tipo 2 y los accidentes cerebrovasculares, pero, ¿por qué?
La Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) señala los riesgos para la salud si se abusa de productos altos en sodio como son las papas fritas. Por ejemplo, podrían causar accidentes y enfermedades cerebrovasculares, una mal funcionamiento de los riñones, hipertensión, un bajo nivel del trabajo de los riñones, poca cantidad de calcio en el cuerpo, e incluso retención de líquidos.
Además, la presencia de grasas trans en estos alimentos está asociado a varios riesgos para la salud, incluyendo el aumento de los niveles de colesterol LDL (mal colesterol) y la disminución de los niveles de colesterol HDL (buen colesterol), lo que puede contribuir a la acumulación de placas en las arterias y aumentar el riesgo de enfermedad coronaria y accidentes cerebrovasculares. También se ha relacionado con un aumento en el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2.
Por esta razón, es recomendable que el consumo de botanas como las papas fritas sea mínimo (si se puede eliminar por completo siempre será mejor), y en el marco de una alimentación balanceada.
¿Cómo balancear mis alimentos?
Para mantener una alimentación balanceada, es fundamental incluir una variedad de nutrientes que el cuerpo necesita para funcionar correctamente. Esto se logra a través de una dieta variada que incluya los distintos grupos de alimentos en proporciones adecuadas. Aquí te presentamos algunas recomendaciones para lograrlo:
- Incorpora los cinco grupos de alimentos: Asegúrate de que tu dieta incluya frutas, verduras, proteínas (carnes magras, legumbres, frutos secos), lácteos o sus alternativas y cereales (preferentemente integrales). La combinación de estos grupos aporta los macronutrientes (proteínas, carbohidratos y grasas) y micronutrientes (vitaminas y minerales) esenciales.
- Equilibra las porciones: Utiliza el método del plato para balancear las porciones de cada comida. La mitad de tu plato debe estar compuesto por frutas y verduras, un cuarto por proteínas y el otro cuarto por cereales o tubérculos. Añade una porción de lácteos o su alternativa para completar tu alimentación.
- Limita el consumo de grasas saturadas, azúcares añadidos y sal: Elige alimentos bajos en estas sustancias. Prefiere las grasas saludables, como las provenientes de los pescados, aguacate, nueces y aceite de oliva.
- Hidrátate adecuadamente: El agua es esencial para el correcto funcionamiento del organismo. Consumir la cantidad adecuada diariamente es vital, evitando bebidas azucaradas o con alto contenido calórico.
- Planifica tus comidas y meriendas: Tener un plan te ayudará a evitar opciones menos saludables cuando tengas hambre. Incluye snacks saludables entre comidas para mantener tu energía y evitar comer en exceso en las comidas principales.
- Escucha a tu cuerpo: Aprende a reconocer las señales de hambre y saciedad para evitar comer más de lo necesario. Comer despacio te ayudará a disfrutar más de los alimentos y a sentirte satisfecho con menos.
Además de seguir estos consejos, es importante realizar actividad física regularmente y ajustar el consumo de calorías a tus necesidades energéticas, dependiendo de tu edad, sexo, peso y nivel de actividad. Mantener una alimentación equilibrada no solo ayuda a controlar el peso, sino que también previene enfermedades crónicas y mejora la calidad de vida.