Anteriormente era común escuchar las frases “no llores”, “no debes llorar”, para reprimir el llanto.
Sin embargo, hoy en día hay numerosos estudios científicos que demuestran que llorar benefica a la salud al mejorar la gestión de nuestras emociones.
¿Cuál es la causa?
Se trata de una reacción normal y puede ocurrir por diversas situaciones generalmente negativas como recibir malas noticias, tristeza o rabia; sin embargo, también una alegría muy intensa puede provocarlo.
Normalmente el cerebro recibe un litro de sangre por minuto, es decir, casi el 20 por ciento de toda la sangre que el corazón bombea al cuerpo, no obstante, con el llanto ese porcentaje esa cifra se incrementa hasta en un 25% al llorar, por lo que ninguna otra emoción genera ese flujo sanguíneo ni gasto energético, ya que llanto aumenta la frecuencia respiratoria para oxigenar al cerebro, que busca así cansarse.
Sabías que... Si no hubiera llanto en el ser humano, tendríamos, tal vez, que correr cuatro o cinco kilómetros para poder tranquilizarnos. No podemos llorar más de 15 minutos, porque el cerebro necesita cansarse.
Reprimirse
Muchas personas, en su mayoría hombres, tienden a reprimir las ganas de llorar debido a que socialmente es visto como una señal de debilidad o inseguridad.
Pero contener el llanto puede afectar nuestra salud. Una persona que no llora cuando lo necesita contiene la rabia o enojo y no es capaz de liberar la tensión interna, lo que puede provocar:
- Estrés.
- Ansiedad.
- Dolores físicos.
- Malestar estomacal.
- Dolor de cabeza.
- Tensión muscular.
Llorar es una expresión natural de nuestras emociones, una forma saludable de liberar la tensión acumulada y permitirnos procesar experiencias difíciles.
Cuando nos permitimos llorar, estamos reconociendo y aceptando que podemos ser vulnerables y de esta forma estamos tomando el control de nuestras emociones en lugar de dejar que ellas nos controlen. Este proceso de autoconocimiento fortalece la capacidad para enfrentar desafíos.
Humanizándonos
Quien ve llorar a otro y no cambia su actitud ante las lágrimas, posiblemente tenga un trastorno de personalidad. Si entre los siete y 14 años se estigmatiza socialmente que el llanto es inadecuado, una persona, al no llorar, tendrá niveles de estrés más altos y por tanto, será más agresivo.
Aquellos que se la pasan llorando, riendo, tienen una menor probabilidad de infecciones a nivel ocular, pero también una mayor expresión de inmunoglobulina -anticuerpos- en sus lágrimas y saliva.
Si no lloráramos, tal vez viviríamos menos, seríamos más propensos a tener estrés y tendríamos más probabilidad de demencias. Llorar nos humaniza. Si lloráramos más, seríamos mejores seres humanos. Nos deja en claro la importancia de estar en sintonía con nuestras emociones.