Así se aprovecharon narcomenudistas de la autonomía de la UNAM para inundar la universidad de droga

Una investigación de las autoridades de la Procuraduría General de la República (PGR) reveló que una célula del Cártel de Tláhuac había estado generando ingresos significativos a través de la venta de estupefacientes a la población estudiantil de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Pero para lograr esto, tuvieron que sobornar a los guardias del plantel educativo, quienes a su vez se aprovecharon de la famosa autonomía de la casa de estudios, con la cual no podían ingresar patrullas, por lo que eso les facilitaba más sus negocios.

“Según un informante federal, al cual tuvimos acceso, la presunta célula delictiva del Cártel de Tláhuac, obtenía ganancias considerables de la venta de drogas a estudiantes, ese mismo año la matrícula en CU, era de 204 mil 88 alumnos, según el portal de estadística universitaria, el documento detallaba que el grupo criminal se aprovechó de la famosa autonomía de CU, a donde no entra la policía”, narra el autor del libro ‘Narcos de México’.

Esta situación cobró notoriedad dada la magnitud de la comunidad estudiantil afectada, la cual para aquel tiempo ascendería a los 204 mil 88 alumnos matriculados en CU, según cifras proporcionadas por el portal de estadísticas universitarias.

Este entorno ha permitido que el cártel opere con una relativa impunidad, aprovechando las restricciones de acceso a la policía dentro del campus, lo que complica las tareas de vigilancia y control de actividades criminales.

Además, la situación resalta la complejidad del desafío que representa garantizar la seguridad en espacios académicos que gozan de autonomía y libertad académica, principios fundamentales para la institución pero que, en este contexto, han sido manipulados por grupos delictivos para sus propósitos.

De acuerdo con el periodista Antonio Nieto, en su libro ‘Narcos de México’, los consumidores hacían fila para adquirir droga dentro de Ciudad Universitaria a plena de luz del día, mientras otros jugaban frontón.

La vigilancia de la universidad, por su parte, estaba a varios metros del punto de venta, aparentemente cuidando de los alumnos, sin embargo, el autor señala que cuidaba de los vendedores que para las dos de la tarde ya se terminaban la mercancía.

“Las fotografías que se integraron en el expediente, varias de las cuales se difundieron en Proceso, Reforma y El Universal, daban cuenta de que los consumidores hacían fila para comprar marihuana, mientras en las canchas se jugaba frontón, los traficantes tiraban dos o tres maletas en el piso, acto seguido, las abrían mostraban su producto”.