Una noche de insomnio puede llevar a decisiones inesperadas, pero pocas tan extraordinarias como la de Howard Hughes, el multimillonario empresario, aviador y director de cine estadounidense. En lugar de simplemente dar vueltas en la cama o encender la radio, Hughes decidió comprar una cadena de televisión completa. En la década de 1960, cuando la tecnología aún no permitía la transmisión de contenido a demanda, Hughes logró lo que décadas más tarde harían gigantes como Netflix: un control absoluto sobre lo que se veía en la pantalla, y todo con el propósito de satisfacer su insomnio.
Atrapado en noches interminables en vela, Hughes encontró en la televisión un escape. Pero la limitadad programación nocturna de entonces no era suficiente para él. Así que, en lugar de aceptar las restricciones de las cadenas televisivas, decidió adquirir KLAS, una cadena local de Las Vegas. Con esta compra, Hughes se aseguró de que las películas que deseaba ver estuvieran siempre disponibles en cualquier momento, permitiéndole manejar la programación como si fuera su biblioteca personal de streaming, décadas antes de que el término siquiera existiese.
Contexto de la compra
Howard Hughes no era un hombre común, y su vida estaba lejos de ser ordinaria. Hijo de un inventor que había hecho fortuna con una broca para perforar petróleo, Hughes fue pionero en la aviación, un influyente magnate del cine y una figura destacada de la alta sociedad. Sin embargo, un accidente aéreo en 1946 cambió el curso de su vida, dejándolo con un dolor crónico que lo llevó a una adicción a los opiáceos y, eventualmente, a un severo trastorno obsesivo-compulsivo (TOC). Este trastorno, junto con su miedo a los gérmenes, lo empujó hacia un aislamiento extremo, transformándolo en un recluso.
Para la década de 1960, Hughes había decidido trasladarse a Las Vegas, una ciudad donde creía que podría tener más influencia que en California. Allí, en el corazón del desierto, se instaló en el Desert Inn y comenzó a hacerse notar. Ya no buscaba simplemente ser parte de la élite; quería controlar su entorno de una manera que pocos habían imaginado.
Fue en este contexto que Hughes decidió comprar KLAS, una cadena de televisión local afiliada a CBS. La decisión no estaba motivada por la rentabilidad de la emisora, sino por las excéntricas costumbres del magante. Esta compra no solo fue un signo de su riqueza y poder, sino también de su deseo de crear un mundo a su medida.
Impacto en la programación
Una vez que Howard Hughes se hizo con el control de KLAS, la cadena de televisión de Las Vegas se convirtió en su propio juguete personal. A diferencia de otros propietarios de medios, que se enfocan en las ganancias o la expansión de la audiencia, Hughes veía la estación como su proyector privado. La programación empezó a reflejar los caprichos de un hombre que no seguía las normas establecidas.
Si Hughes quería ver una película a las tres de la mañana, la ordenaba sin importar lo que estuviera programado para el resto de los espectadores. A veces, hacía que una película se reiniciara en medio de su transmisión, o simplemente cambiaba de una película a otra en pleno horario de emisión. Estas decisiones dejaban perplejos a los espectadores de Las Vegas, que nunca sabían qué esperar al sintonizar KLAS. De alguna manera, Hughes había transformado el canal en una versión temprana de lo que hoy conocemos como streaming, pero con la particularidad de que la selección de contenidos dependía enteramente de sus deseos personales en lugar de los gustos del público.
Este manejo arbitrario de la programación se convirtió en una característica distintiva de KLAS durante el tiempo que estuvo bajo el control de Hughes. Lo que para muchos era confusión e inconsistencia, para él era simplemente la libertad de disfrutar de su cadena de televisión a su manera, un lujo que solo alguien de su condición podría permitirse.
Relación con Las Vegas
La compra de KLAS fue solo una pieza más en el extenso tablero de inversiones que Howard Hughes desplegó en Las Vegas. Al llegar a la ciudad en 1966, no solo buscaba influencia, sino también una transformación completa del lugar que ya había capturado su interés décadas antes. Lo que comenzó con la adquisición del Desert Inn, donde se instaló en los dos pisos superiores, rápidamente se convirtió en un ambicioso plan para reformar el corazón de la ciudad.
Hughes invirtió alrededor de 300 millones de dólares en Las Vegas, adquiriendo cinco casinos, propiedades inmobiliarias y otros activos estratégicos que contribuyeron a moldear el futuro del famoso Strip. Estos movimientos ayudaron a limpiar la imagen de la ciudad, hasta entonces conocida principalmente como un bastión de actividades controladas por la mafia. Gracias a la influencia de Hughes, la ciudad comenzó a ser vista con otros ojos, atrayendo a grandes corporaciones y a turistas de todo el mundo.
La presencia de Hughes en Las Vegas no solo alteró la economía local, sino que también dejó una marca cultural duradera. Aunque el magnate abandonó Las Vegas en 1970, su legado como uno de los padres fundadores de la moderna ciudad turística perdura. Para algunos, su paso por Las Vegas simboliza la transición de una ciudad dominada por la mafia a un destino internacionalmente reconocido y respetable.
Legado de Howard Hughes
El legado de Howard Hughes en Las Vegas y en la industria televisiva es innegable. Aunque Hughes dejó la ciudad en 1970 y falleció en 1976 sin regresar jamás, su influencia perdura tanto en el paisaje urbano de Las Vegas como en la memoria cultural de la televisión. KLAS, la cadena que Hughes compró para satisfacer su insomnio, sigue operando hoy en día bajo la propiedad de Nexstar Media. A pesar de que ha pasado más de medio siglo desde que Hughes controlaba la programación, la historia de cómo transformó una cadena de televisión local en su plataforma personal sigue siendo un ejemplo fascinante de su poder y excentricidad.
Una curiosa conexión con el pasado es el pequeño bungalow verde que Hughes alquiló en 1953, un simple refugio que se encuentra ahora en el estacionamiento de KLAS. Este detalle sirve de recordatorio tangible de cómo un hombre con recursos ilimitados y una visión única pudo dejar una marca imborrable en una ciudad y una industria.