(No) todos fracasamos con los propósitos de año nuevo: cómo pasar de retos inalcanzables a metas realistas

Los expertos dan algunas pautas para construir una lista de metas realista que no genere frustración ni sea abandonada

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Imagen de recurso de una
Imagen de recurso de una persona practicando senderismo. (Freepick)

En la recta final del año solemos hace balance de cómo nos ha ido a lo largo del año y nos hacemos preguntas. “¿Soy feliz?”, “¿he viajado todo lo que quería?”, “¿me encuentro en la forma física que quiero?”, “¿me agradan las personas que tengo cerca de mí?”. Es justo después de intentar encontrar una respuesta cuando empiecen a emerger los “el año que viene debería…” y es ahí cuando nos planteamos los propósitos de año nuevo. Hacemos una lista de todo lo que debemos cambiar. Nos prometemos a nosotros mismos que este es el año del cambio y que, al contrario de lo que ha pasado en el que está a punto de cerrar, vamos a sacar una mejor versión de nosotros mismos. Pero, la estadística no está de nuestro lado.

Solo el 20% de las personas cumplen sus propósitos de Año Nuevo, según un estudio de la consultora FranklinCoveyy, que añade que un tercio tira la toalla incluso antes de que acabe enero. Otra investigación publicada en Journal of Clinical Psychology demuestra que solo el 46% de las personas que se marcan propósitos los cumplen. Pero para saber que no cumplimos con lo que nos planteamos cada fin de año no hace falta acudir a ningún estudio. Si hacemos examen de conciencia y echamos la vista atrás, a estas alturas de 2023 nos estábamos planteando objetivos que no hemos cumplido, de hecho, muchos de ellos ni los recordamos. Es una situación que puede generar frustración y que agota mentalmente. Por eso, seguir las recomendaciones de los expertos en esta ocasión puede marcar el principio de un cambio real.

Un baño de realidad a tiempo

Los expertos señalan que la falta de realismo y la ausencia de herramientas adecuadas son las principales causas de que muchas personas abandonen sus propósitos poco tiempo después de haberlos planteado. Para lograr cumplir con estos deseos de mejora, es crucial que el proceso para alcanzar las metas se lleve a cabo mediante pasos pequeños, avanzando con calma pero sin detenerse.

El verdadero problema no radica en establecer propósitos, sino en la dificultad para cumplirlos. Realizar cambios en nuestra vida puede ser complicado, especialmente si no contamos con una motivación fuerte o un apoyo social sólido. Sin embargo, cuando los propósitos se plantean de forma adecuada, realista y en sintonía con nuestras condiciones de vida, se convierten en una herramienta positiva para definir metas claras e intenciones concretas al comenzar un nuevo año.

Decidir mejorar aspectos personales o eliminar malos hábitos para adoptar otros más saludables es siempre una buena idea. No obstante, es fundamental considerar nuestras circunstancias personales y profesionales a la hora de definir estos cambios. Esto incluye evaluar nuestras responsabilidades laborales y familiares, así como analizar los recursos de tiempo, dinero, habilidades y apoyo social de los que disponemos. Tan vez nuestra rutina o la economía no nos permite apuntarnos a un gimnasio, uno de los propósitos por excelencia, pero sí podemos practicar ejercicio en casa y plantearnos hacerlo de otra manera. También es importante reflexionar sobre el impacto que estas metas pueden tener en nuestra salud física y mental, asegurándonos de que estén alineadas con nuestros objetivos a largo plazo.

Otro aspecto clave es identificar los riesgos y desafíos que podrían surgir en el camino y diseñar estrategias para superarlos. Evaluar nuestra capacidad de adaptación a los nuevos entornos o tareas, y cómo podrían afectar nuestras relaciones interpersonales, también resulta esencial para implementar cambios duraderos. Además, reflexionar sobre nuestras motivaciones reales nos ayudará a conectar con metas que realmente deseamos alcanzar, aumentando las probabilidades de éxito.

Los “antipropósitos”, una opción más realista y asequible

A diferencia de los propósitos tradicionales, que suelen requerir la incorporación de nuevos hábitos, los antipropósitos se centran en eliminar aquellos que ya forman parte de la rutina diaria. Este enfoque puede ser más sencillo de implementar, ya que no implica enfrentarse a desafíos desconocidos ni calcular el esfuerzo necesario para alcanzar una meta nueva. Por ejemplo, en lugar de proponerse perder peso, una persona podría decidir evitar comer entre horas o reducir el consumo de alimentos con bajo valor nutricional y alto contenido calórico.

La escritora y economista Rachel Botsman, conocida por su trabajo en consumo colaborativo y profesora en la Universidad de Oxford, ha sido una de las figuras que ha contribuido a popularizar esta idea. Botsman realizó una lista de cosas que deseaba dejar de hacer y la compartió a través de su perfil en LinkedIn. Incluían elementos como dejar de responder correos electrónicos mientras estaba con sus hijos o evitar comer de pie. Esta idea dio pie a muchas otras personas que tratan de seguir sus pasos.

Cómo elegir qué cambios realizar

La creación de una lista de antipropósitos requiere un proceso de introspección y autocrítica. Antes de identificar qué hábitos se desean abandonar, es fundamental reflexionar sobre las rutinas diarias y reconocer cuáles de ellas tienen un impacto negativo. El primer paso es observar los comportamientos diarios sin juzgarlos, simplemente reconociéndolos. Posteriormente, se deben describir las acciones específicas que se desea evitar. En este sentido, también es importante revisar la lista con regularidad para eliminar los hábitos que ya se han superado e incorporar nuevas ideas en el caso de que sea necesario

Algunos antipropósitos que pueden ser útiles, que resultan asequibles y que nos ayudarán a mejorar en nuestro día a día pueden ser establecer límites en el trabajo y no realizar tareas fuera del horario laboral, y así respetar el tiempo de descanso; no dejar las tareas para el último momento; no evitar las conversaciones incómodas, ya sean con la familia, los amigos o los jefes; o rechazar aquellos que no nos apetece, como acceder a ayudar a los demás cuando no queremos hacerlo.

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