En los últimos años, las redes sociales se han encargado de difundir una patología digestiva cuyos síntomas pueden ser fácilmente confundidos con los de otras enfermedades. El sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado, el conocido SIBO (por sus siglas en inglés), se da cuando se produce un aumento anormal de la población bacteriana del intestino delgado, lo que a menudo provoca diarrea, pérdida de peso y malnutrición.
El SIBO se encuentra en el foco del debate científico y popular: ¿existe un sobrediagnóstico? ¿Qué es realmente padecer SIBO? ¿Tiene cura? Ante la oleada de desinformación, medias verdades y bulos, la bióloga y asesora nutricional Asun González acerca en una entrevista con Infobae España cuál es la verdad que se esconde tras el SIBO. La autora de ¿Tú también tienes SIBO?: Todo lo que debes saber para tratar este desequilibrio de la microbiota (Alienta) explica que esta patología es, en muchas ocasiones, “el primer paso” o la causa de otras enfermedades subyacentes.
Pregunta: ¿Cuáles son los primeros síntomas que delatan que podemos estar sufriendo de SIBO?
Respuesta: La hinchazón es el síntoma más típico, pero que no tiene por qué ser siempre en todas las personas ni el único. Cuando empezamos a pensar en que me caen mal los alimentos, me empiezo a hinchar, me levanto planita y me acuesto como con una barriga de embarazada... todo eso es muy típico del SIBO.
P: Muchos de ellos pueden confundirse con los síntomas de otras patologías digestivas, como el síndrome del intestino irritable. ¿Cómo podemos diferenciarlos?
R: El SIBO es una de las causas del intestino irritable. Se calcula que entre un 50% y un 70% del intestino irritable está relacionado o causado a su vez. Es complicado porque puede ser una cascada de cosas. Si tienes autoinmunidad, diabetes, hipotiroidismo o alguna otra enfermedad más sistémica, eso a su vez va a causar el intestino irritable y el SIBO. Para saber si tienes SIBO hay que hacer una prueba, porque no se podría decir así a simple vista, salvo esa barriga de embarazada tan típica. Pero ¿qué pasa con el intestino irritable? Que es un diagnóstico de exclusión que se debería poner lo último y buscar la causa.
P: ¿Cómo se realiza una prueba de SIBO?
R: En las investigaciones se utiliza una que requiere una gastroscopia. Eso normalmente en los hospitales no se hace porque hay que dar muchos pasos. La que se utiliza es una prueba de aire espirado, como las de la intolerancia a la lactosa, la fructosa o al sorbitol. Lo que pasa es que el azúcar que se bebe en la prueba del SIBO tiene que ser lactulosa y, en algunos casos, también glucosa. El azúcar aquí es el que marca la diferencia para que sea la prueba, porque el mecanismo es el mismo. Luego también requiere una preparación: hay que estar unos días antes sin tomar medicamentos, el día de antes hacer una dieta específica...
P: Existen distintos tipos de SIBO en función de los gases que se produzcan: sulfuro, metano, hidrógeno... ¿Hay alguno especialmente más complicado de tratar?
R: Depende más de la persona, no del tipo de SIBO. Dicho esto, de forma general, el SIBO sulfuro suele ser el que peor se lleva, porque el sulfuro, a pesar de ser un gas necesario en pocas cantidades, cuando sobrecrece es un poco tóxico. El sulfuro nos intoxica un poco y produce dolor de articulaciones, dolor de tripa, mucha diarrea, a veces con gases con olor a huevo podrido, mucha niebla mental, cansancio... La sensación es de encontrarte intoxicado, por eso es un poco el peor.
P: ¿Qué alimentos deben evitar las personas diagnosticadas de SIBO?
R: Los ultraprocesados, sin duda. Ya sabemos que alimentarse mal, no hacer ejercicio, fumar... todas esas cosas que dañan la salud, también dañan la microbiota. Hay muchas personas en las que esa es su causa, comer mal, y cuando empiezan a comer bien se les pasa. Es un poco difícil, pero hay que hacer el esfuerzo y comer por lo menos el 90% de la alimentación saludable.
Dentro de una alimentación saludable en teoría e idealmente no se debería evitar nada. En España tenemos la dieta mediterránea, cuya base es pescado y verduras. Luego, huevos, fruta, carne, setas... Que sea todo de calidad. Las legumbres o los lácteos, de forma más esporádica, que no sean la base. Ya después podemos meter todo lo que queramos de complemento, como el aceite de oliva. También ayuda hacer el ayuno nocturno, cenar pronto y dejar pasar 12 horas entre la cena y el desayuno.
P: ¿Y qué alimentos pueden ser especialmente beneficiosos?
R: Depende de la persona, pero los alimentos prebióticos y fermentados suelen ir muy bien. Al principio, si estamos muy mal, pues un fermentado nos puede caer regular porque hay personas a las que les hincha mucho. Se habla de que una dieta prebiótica (pescado, verdura...) va fenomenal para todo, pero con mucha variedad. Se ha visto que no conviene restringir la dieta de alimentos saludables porque al final es la comida de la microbiota. Cuanta más variedad, más frescura, más colores en las verduras, muchísimo mejor. Los polifenoles, los frutos rojos, el café, el té... ya sabemos que son saludables. Los fermentados, para quien los tolere, también modulan muy bien la microbiota, porque al final son microorganismos vivos, como el yogur, el kéfir, el chucrut... Los investigadores llaman a esta dieta la dieta psicobiótica porque modula muy bien la microbiota intestinal y con ella el eje intestino-cerebro, reduciendo el estrés y la ansiedad.
P: ¿Cuánto puede tardar en curarse el SIBO?
R: No es fácil. Hay personas que en un mes están bien, pero es una cosa puntual. Siempre hay que buscar la causa, porque si no se encuentra y se trata, ya sean el estrés, una enfermedad subyacente o una mala alimentación, el SIBO va a volver. Se suele decir “tienes un SIBO crónico” y no es así, porque entonces ya volvemos otra vez a lo del intestino irritable y ya como que te condenan a estar mal toda la vida. Claro que el SIBO se puede curar, pero hay que buscar la causa y tratarla. Y a veces es muy complicado también encontrarla y puede llevar meses o años. El diagnóstico de SIBO es solo el primer paso de un camino a largo plazo.