Qué significa tener un amigo imaginario en la infancia, según la psicología

Las investigaciones más recientes apuntan a una serie de beneficios cognitivos en aquellos niños con amigos imaginarios

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La figura de los amigos imaginarios es un fenómeno psicológico bastante frecuente en la infancia (AdobeStock)
La figura de los amigos imaginarios es un fenómeno psicológico bastante frecuente en la infancia (AdobeStock)

Son muchos los padres que, al descubrir que su hijo o hija tiene un amigo imaginario, sienten preocupación por el desarrollo psicológico de sus pequeños. Este fenómeno psicológico aparece con frecuencia en la infancia y, aunque es natural que genere esa curiosidad en los mayores, no tiene por qué estar relacionado con ningún tipo de patología. Es más, la psicología moderna incluso le atribuye ciertos aspectos positivos.

El psicólogo Óscar Castillero Mimenza explica que, en un principio, los amigos imaginarios se asociaron con carencias afectivas, como la falta de atención de los padres, aislamiento social o traumas emocionales. Esta percepción llevó a pensar que su presencia era un indicador de problemas subyacentes, especialmente en niños que experimentaban abandono o situaciones traumáticas. Sin embargo, las investigaciones más recientes han demostrado que los amigos imaginarios pueden aparecer en cualquier contexto familiar o social: niños con familias amorosas y responsables, con redes sociales amplias y entornos estables también pueden crear estas figuras ficticias, lo que sugiere que no son un reflejo de dificultades emocionales.

Quizás la mayor preocupación de los padres sea si los niños con amigos imaginarios son capaces de separar la fantasía de la realidad, a lo que el experto aclara que a esas edades (entre los 6 u 8 años) la mayoría de los niños comprenden que estos amigos no son reales. Aunque hablen, jueguen o interactúen con ellos, saben que los demás no pueden percibirlos y que son creaciones de su imaginación.

Esta habilidad para diferenciar la realidad de la ficción se desarrolla muy temprano y se fortalece con el tiempo. En algunos casos, los pequeños incluso bromean sobre la naturaleza ficticia de sus amigos imaginarios, demostrando que tienen un control consciente sobre estas creaciones.

Beneficios cognitivos de tener un amigo imaginario

Los niños que pasan tiempo solos pueden recurrir a estos amigos como forma de entretenimiento y compañía que no implica necesariamente una carencia afectiva; simplemente es una manera de satisfacer una necesidad social en ausencia de otros niños. Además, estas creaciones imaginarias pueden representar características que el niño admira o desearía tener, lo que les permite explorar aspectos de su personalidad en un entorno seguro y libre de juicios. Al interactuar con sus amigos imaginarios, los niños pueden ensayar conversaciones, resolver conflictos y aprender habilidades sociales que más tarde aplicarán en relaciones reales.

Según Castillero, los amigos imaginarios permiten a los niños desarrollar su teoría de la mente, un término que se refiere a la capacidad de comprender que otras personas tienen pensamientos, emociones y perspectivas diferentes a las propias. Al “dialogar” con sus amigos imaginarios, los niños fortalecen esta habilidad cognitiva crucial para la empatía y las relaciones interpersonales.

Cuándo puede ser un problema tener un amigo imaginario

En general, tener un amigo imaginario no es motivo de preocupación. Sin embargo, ciertos comportamientos pueden indicar que algo más está ocurriendo y para los que es aconsejable consultar con un psicólogo infantil:

  • Si el niño prefiere relacionarse exclusivamente con su amigo imaginario en lugar de interactuar con otras personas.
  • Si el amigo imaginario influye negativamente en el comportamiento del niño, por ejemplo, alentándolo a hacer cosas inapropiadas o dañinas.
  • Si el niño muestra un nivel de dependencia excesiva de su amigo imaginario que afecta su funcionamiento diario.
  • Si la presencia del amigo imaginario está relacionada con eventos traumáticos o cambios importantes en la vida del niño, como una pérdida familiar o una mudanza.
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