Desde el primer beso nervioso hasta la seguridad de los años, el amor se transforma con el paso de los años y las experiencias compartidas. Aunque este sentimiento universal tiende a asociarse con la pasión del inicio, esta sería solo la primera fase de todo el proceso de construcción de una relación sólida y auténtica. Cada fase representa un desafío y una oportunidad para crecer como pareja, como explican la consulta Sagüés Psicología.
Enamoramiento: el idilio
El enamoramiento es la fase inicial del amor, aquella que popularmente se identifica con las “mariposas en el estómago” y en la que nos sentimos atraídos por nuestro ser amado con una fuerza magnética. En este periodo, las personas sienten un fuerte deseo y atracción mutua, acompañados de una necesidad casi constante de estar juntos. Dominada por hormonas como la dopamina y las endorfinas, esta etapa está cargada de felicidad y emoción, convirtiéndola en una de las más placenteras.
En esta “luna de miel” se enfatiza el lado más romántico y se tiende a idealizar al otro, al punto de minimizar o incluso ignorar sus defectos en un momento en el que la relación parece invencible y eterna. Dentro del enamoramiento se pueden identificar algunos momentos clave, como la atracción sexual, la hipervaloración, la apropiación del otro y la reciprocidad.
Compromiso: empieza la relación
A medida que las hormonas del enamoramiento pierden su intensidad, surge una decisión más racional: el compromiso. En esta etapa, la pareja asume responsabilidades mutuas y trabaja para que la relación prospere.
La conexión emocional se profundiza, dejando paso a una intimidad más auténtica donde comienzan a materializarse los planes idealizados durante el enamoramiento, como vivir juntos, formar una familia o emprender proyectos en común. Este periodo marca la transición del amor idealizado hacia un vínculo más realista, basado en la comunicación y el esfuerzo compartido.
Desilusión: enfrentando la realidad
La tercera fase, la desilusión, es una etapa crítica en la que muchas parejas se enfrentan a la realidad, descubren los defectos del otro y, en muchas ocasiones, terminan rompiendo. La idealización desaparece, y pueden surgir sentimientos de irritabilidad y frustración.
Aunque es un punto de inflexión donde muchas relaciones terminan, aquellas que logran superar esta etapa avanzan hacia un amor más maduro. En este momento, las parejas aprenden a aceptar al otro tal como es, comprendiendo que el amor sano no se basa en la dependencia, sino en la elección consciente de compartir la vida juntos.
Amor real: aceptación y estabilidad
Superada la desilusión, las parejas que permanecen juntas alcanzan un amor más auténtico y estable. En esta etapa, la idealización ha desaparecido por completo, y ambas partes se aceptan tal como son.
Este amor real se caracteriza por la estabilidad y la seguridad. Los miembros de la pareja valoran sus diferencias y se complementan mutuamente. Así, este equilibrio emocional fomenta un vínculo duradero, en el que ambos pueden ser ellos mismos sin temor al rechazo. La construcción de este tipo de amor requiere paciencia y dedicación, pero permite a la pareja disfrutar de una relación plena y satisfactoria.
Capacidad de cambiar: el crecimiento conjunto
La última fase del amor es un constante proceso de transformación y adaptación. A lo largo de la vida, las parejas enfrentan desafíos y cambios inevitables, desde problemas de salud hasta crisis personales o profesionales. En esta etapa, el vínculo entre los miembros de la pareja es tan profundo que juntos logran superar cualquier adversidad.
El amor en esta etapa no es solo un sentimiento, sino una decisión activa de crecer y apoyarse mutuamente frente a las dificultades. La pareja se convierte en un equipo sólido, dispuesto a enfrentar los altibajos de la vida con confianza y resiliencia.