La Leishmaniasis canina es una enfermedad infecciosa provocada por el parásito protozoo Leishmania infantum, la única especie productora de esta enfermedad en perros y en humanos. Aunque es una enfermedad muy común en cánidos y, por tanto, una gran parte de la población humana se encuentra expuesta a esta por su contacto cercano con el vector que la transmite, se trata de una condición relativamente rara en el hombre.
La infección suele producirse a través de la picadura de un tipo de mosquito, el flebótomo, según el medio especializado en veterinaria SURVET, aunque otros tipos de este insecto también son protadores y posibles vectores. Este tipo de mosquito se encuentra especialmente en lugares con temperaturas moderadas, humedad relativa alta y materia orgánica y se tratan de insectos peludos y muy pequeños, de unos 2-3 milímetros de longitud. En España esta condición es endémica: se encuentra presente en la mayor parte del territorio peninsular y baleárico, según Animal’s Health, El diario de la salud animal.
Apatía, delgadez, y patologías dermatológicas: todos los síntomas de Leishmaniasis canina
Inicialmente, la enfermedad comenzará a manifestarse a través de patologías dermatológicas y, en algunos casos, podría ser esta la única manifestación física de la dolencia. Hay varios tipos de lesiones cutáneas que pueden significar que un perro padece Leishmaniasis: la dermatitis exfoliativa es la más frecuente, y es identificable por una descamación blanca, adherida a la superficie cutánea, que inicialmente se localiza en la cara y los oídos. También es típica la dermatitis ulcerativa, que afecta con mayor frecuencia a las regiones del carpo y del tarso, con lesiones indoloras que suelen presentar elevación en sus bordes.
Otras manifestaciones dermatológicas frecuentes son la onicogrifosis, caracterizada por un crecimiento excesivo y una curvatura anormal de las uñas; o la dermatitis papular persistente, que aparece inicialmente como pápulas elevadas en zonas con poco pelo, como la cara interna del pabellón auricular, los párpados, el área dorso nasal, los labios y el abdomen caudal.
También hay varias patologías dermatológicas menos frecuentes que pueden significar que un perro padece de Leishmaniasis, entre las que destacan la dermatitis ulcerativa, muy similar en su manifestación al lupus eritematoso discoide; y la dermatitis nodular mucocutánea, que aparece sólo en un 2-17% de los casos y aparece en forma de nódulos peludos y a menudo ulcerados en la cabeza, el tórax y las extremidades.
Además de las manifestaciones dermatológicas, hay una serie de síntomas, tanto específicos como no específicos de la Leishmaniasis, que pueden indicar su padecimiento. Los síntomas no específicos son la atrofia muscular, cojera sin causa aparente, episodios de fiebre, lagrimeo excesivo, una hinchazón de los párpados, o un comportamiento apático. En cuanto a los más específicos, incluyen la inflamación de los ganglios o una pérdida de peso sin motivo aparente.
Grados de afección y tratamiento
Según el grupo LeishVet, el grado de afección de Leishmaniosis puede clasificarse en cuatro estados: de enfermedad leve, en que los perros muestran signos clínicos leves como la inflamación de los ganglios o la aparición de pápular, pero sin ninguna alteración clínico-patológica y con poca o ninguna producción de anticuerpos antilesihmania. El segundo grado de gravedad es el de enfermedad moderada, en que los perros pueden presentar, aparte de los síntomas leves, lesiones cutáneas, onicogrifosis, anorexia, pérdida de peso, fiebre, diarrea y epistaxis, además de alteraciones clínico-patológicas como anemia no regenerativa (un déficit de glóbulos rojos) o hiperproteinemia (un exceso de proteínas en sangre).
A continuación la enfermedad pasa a considerarse grave: los caninos comenzarán a mostrar lesiones provocadas por inmunocomplejos, como vasculitis, artritis, uveítis y glomerulonefritis, además de las alteraciones clínico-patológicas mencionadas anteriormente y una cantidad media a elevada de anticuerpos antileishmania.
El estado final de la enfermedad es el muy grave. Puede considerarse tal cuando los síntomas presentes en el canino incluyen aquellos indicados anteriormente, además de alteraciones graves como tromboembolismo (un bloqueo de una arteria en los pulmones), síndrome nefrótico (la liberación de demasiada proteína en la orina) o enfermedad renal terminal (que supone que los riñones no puedan actuar con la suficiente productividad).
En caso de no ser diagnosticada a tiempo, esta enfermedad puede extenderse a los órganos internos de los perros, provocando la llamada Leishmaniasis Visceral, que afecta a los riñones, al bazo y al hígado provocando hemorragias nasales, patologías renales, agrandamiento del hígado y del bazo, y acabando por provocar la muerte del animal. En caso de diagnosticarse pronto, sin embargo, es una enfermedad que puede tratarse correctamente y tener unos efectos mucho más leves.
Según LetiPharma, un medio especializado en salud animal, el tratamiento de Leishmaniasis canina suele suponer una mejora notable y rápida de la salud de los perros, aunque la eliminación completa del parásito es muy improbable. En general, la recomendación suele ser una combinación de medicamentos leishmanicidas (que combaten el parásito) como antimoniato de meglumina o miltefosina y de medicamentos leishmaniostáticos (que detiene la actividad del parásito) como alopurinol.
A pesar de que la Leishmaniasis puede afectar a todas las razas de perros, hay más incidencia en perros grandes que en pequeños, y mucho más alta en perros jóvenes (menores de un año) que en los más mayores. Una vez un perro está infectado, el parásito vive y se reproduce en sus órganos, provocando un empeoramiento progresivo de los síntomas, que suelen aparecer entre 4 y 6 meses después de la infección. Aunque algunos individuos mostrarán síntomas muy evidentes, es posible que otros no muestren ninguno, por lo que es recomendable realizar analíticas específicas periódicamente, como IFI (Inmunofluorescencia Indirecta), ELISA (que detecta la producción de inmunoglobulinas específicas frente al parásito), o PCR, con el fin de tener la seguridad de que el animal está sano y protegerlo, en caso de no estarlo, de un desarrollo descontrolado de los síntomas.