El refranero español alberga una ingente cantidad de sabiduría popular que ofrece respuestas o explicaciones a situaciones que todos hemos experimentado alguna vez en nuestra vida. “No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy” es una máxima que hace ilusión a la mala costumbre que tienen muchas personas de procrastinar. Desde estudiar el día antes del examen o entregar a última hora un proyecto que teníamos encargado desde hace semanas, se trata de una acción puramente humana y para la que la psicología intenta ofrecer una explicación.
La respuesta a la pregunta de por qué dejamos todo a última hora no es sencilla, puesto que aquí están implicados tanto factores psicológicos como emocionales. Pese a que este comportamiento suele generar sentimientos de estrés, culpa y frustración, procrastinamos una y otra vez. Uno de los principales motivos puede ser el miedo al fracaso, que hace que posterguemos tareas importantes para evitar enfrentarnos a la posibilidad de cometer errores o no cumplir con nuestras propias expectativas.
Las personas perfeccionistas, en particular, pueden ser muy susceptibles a la procrastinación, ya que tienden a establecer estándares muy altos para sí mismas. En su búsqueda por hacer las cosas “perfectas”, posponen las tareas hasta sentir que tienen el momento ideal o las condiciones adecuadas para llevarlas a cabo, lo que rara vez sucede. Este miedo puede incluso llevarnos a abandonar tareas por completo, pues se prefiere no hacerlas a enfrentarnos a la posibilidad de no cumplir con nuestras expectativas.
Cuando una tarea nos parece aburrida, irrelevante o poco motivadora, es más probable que la posterguemos, como ordenar el trastero o limpiar el coche. La falta de conexión emocional con la tarea o el hecho de no ver un beneficio inmediato en realizarla puede llevarnos a procrastinar. Las personas solemos preferir gratificaciones a corto plazo sobre beneficios a largo plazo, y cuando una tarea no nos proporciona una recompensa inmediata, tendemos a posponerla en favor de actividades que sí lo hagan, aunque estas sean menos importantes. Este comportamiento se conoce como “preferencia temporal”, y explica por qué tendemos a elegir distracciones como pasar horas en las redes sociales en lugar de cumplir con nuestras responsabilidades.
La procrastinación también está relacionada con la dificultad para gestionar el tiempo y planificar tareas. Muchas veces subestimamos el tiempo que necesitamos para completar una actividad o sobreestimamos nuestra capacidad para hacerlo de último momento, lo que nos lleva a procrastinar. La falta de habilidades de organización puede hacer que las tareas parezcan abrumadoras, y en lugar de enfrentarlas de forma estratégica, tendemos a evitarlas.
Ser muy inteligente puede ser la razón tras la procrastinación
Aunque las razones anteriores pueden ajustarse a ciertos perfiles, la psicología expone que la procrastinación puede ser también el resultado de ser una persona muy inteligente. Según el psicólogo Ramón Soler, se produce una paradoja tanto en niños y adultos con altas capacidades por la cual tienen dificultades para centrarse y focalizar su atención en una sola tarea.
Soler, que está especializado en psicología infantil, a menudo observa este patrón de comportamiento en los niños que acuden a su consulta y tienen altas capacidades intelectuales. Lo que les ocurre es que, como consideran que son tareas muy sencillas y aburridas, confían en que son capaces de realizarlas rápidamente, lo que les predispone a la procrastinación.