Frente al ruido y la velocidad, pasar tiempo a solas: “Para la mayoría de nosotros el primer desconocido es uno mismo”

La psicóloga Grela Bravo, autora de ‘Toda la vida es hoy’, conversa con ‘Infobae España’ sobre los tiempos y su efecto en nuestro bienestar

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Una joven disfruta leyendo en casa (Shutterstock)
Una joven disfruta leyendo en casa (Shutterstock)

El sonido del despertador cada día a la misma hora, conocer el minuto exacto en el que pasa el autobús o el metro, fichar en el trabajo, media hora para comer, las tiendas que adaptan su horario al invierno, la pasta hervida en 12 minutos o los 90 que duran un partido de fútbol. Las personas ajustamos nuestra vida en función de horarios, jugamos con los tiempos para organizarnos los días y vivir en función de ellos.

En Oriente, el tiempo se entiende de forma cíclica, idea de la que bebe una de las teorías más importantes del budismo: la reencarnación. En el caso de las sociedades occidentales, la Historia (o el tiempo) se representa como una línea ascendente que se asocia con el progreso. Se entiende que cada época es mejor que la anterior, que hoy somos mejores personas que lo fuera un ciudadano ateniense en el siglo V a.C. o una campesina europea del Medievo.

“Desde una perspectiva o mirada antropológica, el tiempo influye profundamente en cómo vivimos nuestras vidas. Define nuestras rutinas, nuestras interacciones sociales y la forma en que organizamos nuestras sociedades. Moldea la concepción del pasado, del presente y del futuro de muy diferentes formas según las culturas. Las festividades, los rituales y las tradiciones de cada sociedad están conectadas con su concepto del tiempo, que crea calendarios y marca el ritmo de su vida diaria”, explica en una entrevista con Infobae España la psicóloga Grela Bravo.

Como profesional de la salud mental, el interés de Bravo por la subjetividad del tiempo nace de observar cuál es su impacto en nuestro bienestar. A partir de esa premisa, nace Toda la vida es hoy (Grijalbo, 2024), un libro en el que explora cómo podemos ser más felices teniendo en cuenta la teoría de los cinco tiempos: profesional, social, familiar, personal e íntimo.

El tiempo profesional sería aquel “espacio que dedicamos a todo lo relacionado con nuestra faceta profesional, además de la jornada laboral, independientemente de si hay o no contraprestación económica”; el social, donde “cultivamos nuestras relaciones y actividades sociales, y donde creamos y consolidamos nuestros vínculos de pertenencia grupal”; el tiempo familiar es donde ”se dan los roles, interacciones y eventos dentro del núcleo familiar más íntimo, distinto de las obligaciones domésticas” y que no tiene que ver con el doméstico. Los otros dos tiempos, personal e íntimo, a menudo se confunden, pero la diferencia radica en que el último es el único que no se comparte, que “es exclusivamente con, por y para uno mismo”.

Perder el tiempo es ganarle a la productividad

De los cinco tiempos, sin duda, el profesional es el que más nos absorbe. Según la Encuesta Mundial de Gallup, una persona pasa 41 años de su vida trabajando, de promedio. Por tanto, no es una sorpresa que dedicar más tiempo al trabajo que a la familia o las necesidades personales tenga ciertas consecuencias en nuestra salud mental.

(Freepik)
(Freepik)

“Para ‘sobrevivir’ hemos solapado (a mi modo de ver, erróneamente) los espacios sociales y personales en el ámbito profesional, por lo que las grandes sacrificadas sin duda son la vida familiar de calidad y mucho más aún con diferencia el tiempo y espacio íntimo”, aclara para este medio.

En el contexto actual de nuestra cultura occidental capitalista, donde la productividad ocupa el altar de los valores, Bravo plantea la paradoja que estamos viviendo. La experta expone que, en nuestra sociedad, “hemos ido aprendiendo e integrando la idea de la productividad como el valor aspiracional máximo, extrapolándolo inclusive a nuestro tiempo de descanso”. Así, hemos convertido a este también en “un tiempo no-libre ocupado de actividades, puesto que si no es así nos parece tiempo perdido”.

Para Bravo, resulta paradójico que siendo una de las generaciones con mayor esperanza de vida de la Historia tengamos la sensación de tener menos tiempo que nunca, algo que se retroalimenta con esta idea de la productividad. De hecho, muchas personas se sienten mal si no “rellenan” su tiempo libre, quizás por temor al aburrimiento. La psicóloga explica que “este miedo a que su tiempo es finito, esta huida hacia delante, proviene de unos valores que han calado hondo en nuestra cultura como sociedad, donde todo lo que no es funcional y productivo no tiene valor”.

No hacer nada es hacer mucho

Ante esta necesidad constante de realizar múltiples actividades (antes ya incluso de que llegue el fin de semana), Bravo recalca en Toda la vida es hoy la importancia de aprender a no hacer nada o, como ella escribe, apagar los motores para que sigan funcionando. “Para la mayoría de nosotros el primer desconocido es uno mismo, porque no pasamos tiempo a solas. Porque hacemos demasiadas cosas, hay mucho ruido mental y emocional. Nos da vértigo, pánico el silencio y la soledad. Somos la cultura de la voracidad, el destello, el filtro, el ruido, lo desechable, la cantidad, la velocidad...”

Por ello, “es importante y necesario aprender a escucharnos, conocernos, reencontrarnos con nosotros mismos, más allá del ruido y la vorágine del día a día. Bajar el volumen externo un rato, de vez en cuando. Permitirnos entrar en contacto con el silencio, la soledad, incluso con la herida, la fractura. Aprender a observar, escuchar, ver qué sucede ahí, qué pasa cuando no hay nada más”.

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