Antes de salir de casa, en el espejo del ascensor, en el cristal de un coche o en el de un escaparate. Para aquellos que gustan de mirar su reflejo, muchas superficies pueden hacer las veces de un espejo. Se trata de algo natural, pues los seres humanos comenzamos a tener curiosidad por nosotros mismos incluso antes de alcanzar el yo (o de que el yo nos alcance).
Sin embargo, algo tan cotidiano como mirarse al espejo puede encerrar algunos problemas si se hace de forma constante y obsesiva. De hecho, se trata de uno de los síntomas de alerta del trastorno dismórfico corporal (TDC), un trastorno mental caracterizado por una preocupación obsesiva con “defectos” percibidos en la apariencia física, que para otros pueden ser insignificantes o inexistentes.
Las personas con este trastorno pasan una cantidad desproporcionada de tiempo preocupándose por su imagen corporal, lo que puede afectar negativamente su vida diaria, sus relaciones personales y su salud emocional, tal y como explican los profesionales de Psicólogos Animae. Esta condición, clasificada como un trastorno del espectro obsesivo-compulsivo en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5), incluye un patrón de comportamientos típicos, como mirarse varias veces al espejo, comparar su apariencia con la de los demás, pasar mucho tiempo tratando de camuflar el supuesto defecto o buscando la aprobación del resto.
Es importante destacar que, a diferencia de la simple preocupación por la imagen física que muchas personas pueden tener, el TDC provoca un sufrimiento significativo, interfiere con el funcionamiento normal de la persona y no se alivia con la validación externa.
Síntomas del trastorno dismórfico corporal
Los síntomas del TDC varían en gravedad, pero en general incluyen una preocupación excesiva por defectos percibidos en la apariencia física, que ocupa gran parte del día de la persona y puede centrarse en varias áreas del cuerpo. Aunque los defectos son inexistentes o muy leves para los demás, la persona los percibe como graves, lo que le lleva a comportamientos compulsivos. Esto puede incluir mirarse constantemente en el espejo, tocarse la piel, arreglarse o cambiarse de ropa de manera repetitiva, compararse con los demás o buscar procedimientos estéticos para corregir los defectos percibidos.
Muchas personas con TDC tienden a evitar situaciones sociales por miedo al juicio o la burla sobre su apariencia. Este aislamiento puede llevar a la depresión, ansiedad o incluso pensamientos suicidas en casos graves. Así, incluso después de haber realizado intervenciones cosméticas o haber recibido confirmación de que no tienen defectos visibles, la persona con TDC sigue insatisfecha con su apariencia y continúa experimentando angustia.
Tratamiento del trastorno dismórfico corporal
El tratamiento del TDC generalmente incluye una combinación de terapia psicológica y, en algunos casos, medicación. La terapia cognitivo-conductual (TCC) es uno de los enfoques más efectivos para este trastorno, ya que ayuda a las personas a cambiar sus patrones de pensamiento distorsionados sobre su apariencia y a reducir los comportamientos compulsivos relacionados.
Durante la TCC, los pacientes aprenden a identificar los pensamientos irracionales y a desarrollar una imagen corporal más saludable y equilibrada. También se les enseña a manejar la angustia sin recurrir a las conductas repetitivas, como mirarse al espejo o buscar la aprobación de los demás.