La adicción a la pornografía, desde dentro: “Podía pasarme 12 horas seguidas viendo porno. Tomó el control de mi vida”

‘Infobae España’ se asoma a la problemática del porno desde la vida de dos hombres que sufren adicción. Una deficiente regulación emocional y una baja autoestima son algunas de las claves que llevan a esta situación

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Un hombre navega por sitios webs de porno. (Shutterstock España)
Un hombre navega por sitios webs de porno. (Shutterstock España)

Víctor (nombre ficticio) es funcionario de policía en Valencia, donde vive con su mujer y su hijo. Nunca se le han dado demasiado bien los deportes ni tuvo muchos amigos durante su juventud; prefería quedarse en casa con los videojuegos. Se considera creyente y tiene un gran interés por los libros de neurociencia. En parte, estos rasgos definen quién es Víctor, pero también lo hace su adicción a la pornografía, contra la que lleva luchando más de 20 años.

Fueron las revistas de Interviú que había por su casa las que sembraron la semilla de su enfermedad. Víctor entonces todavía era un niño, pero ya había aflorado en él la curiosidad por el cuerpo desnudo de la mujer. Con la adolescencia, él mismo dio el paso de empezar a comprarlas, hasta que años más tarde tuvo la posibilidad de alquilar películas porno de los videoclubs. La llegada de Internet le abrió todas las puertas: “Una revista se acaba, pero en Internet no hay ningún límite. Podía pasarme 12 horas seguidas viendo pornografía. Tomó el control de mi vida”, cuenta en una entrevista para Infobae España.

La adicción de este hombre no aminoró con su matrimonio, pues le destinaron a diversos pueblos de España y pasaba los días entre semana fuera de casa. Víctor reconoce que “no había otra cosa” que le gustara hacer: “Me pasaba toda la semana prácticamente solo y veía pornografía para entretenerme, cada vez durante más tiempo y viendo cosas más fuertes”.

Tampoco mejoró una vez que volvió a casa, pues aprovechaba las largas guardias de su mujer (que se dedica al ámbito sanitario) para consumir estos contenidos en secreto. De hecho, Víctor confiesa haber engañado a su esposa para ver porno, haber buscado cibercafés para acceder a estos vídeos para adultos... hasta que ella terminó por descubrirle y perdió la confianza en él: “Me decía ‘¿quién eres tú? ¿Con quién estoy casada?’”

“Empecé a mentir y a tener una doble vida. Es una adicción que te parte en dos: una versión que tú eres y otra que también eres pero que nadie conoce. No me apetecía tener relaciones con mi mujer porque las comparaba con las del porno, no quería salir con mis amigos ni conocer gente... Prefería quedarme en casa viendo porno antes que ir a ver a mi madre”, cuenta.

James Austin también sufrió de esta adicción durante su juventud. Para él, el punto de inflexión llegó cuando unos amigos de su familia descubrieron que había consumido pornografía desde el ordenador de la casa de ellos. Fue en ese momento cuando decidió que tenía que abandonar aquella vida, aunque no resultó nada fácil. “El porno controlaba todas mis decisiones. Empecé un proceso de desintoxicación en el que me apoyé en mi padre y en algunos amigos que estaban pasando por lo mismo”, cuenta para Infobae España.

Actualmente, James es profesor de inglés, está casado, es padre y hace 12 años que no consume pornografía. Además de la enseñanza, James se dedica a dar charlas de concienciación a través de Amar Dragoste, una asociación que pretende atender a mujeres víctimas de trata y en situación de prostitución. Un mundo imposible de desligar de la pornografía. “A mí me ayuda mucho hablar de esto, contar con el apoyo de mi mujer y, también, no querer que mis hijos pasen por lo mismo que yo”, sentencia.

La edad media de acceso al porno de los niños en España se sitúa en los 8 años (Shutterstock España)
La edad media de acceso al porno de los niños en España se sitúa en los 8 años (Shutterstock España)

Mucho más que una adicción

Más del 22% de los chicos en España ven porno cada día, frente a un 2% de chicas. Al mismo tiempo, la edad media de acceso a la pornografía ya se sitúa en España en los ocho años. El tipo también importa: uno de cada cuatro jóvenes reconoce que los contenidos que consumen son violentos, desde agresiones físicas (38,4%) y misoginia (34,8%) hasta violaciones (33,3%). Lo que se observa no es inofensivo, pues más del 30% de los jóvenes consideran que existe una relación entre el consumo de esta pornografía y presionar a otras personas a tener sexo o a realizar determinadas prácticas sexuales, según los datos que ofrece Fad Juventud.

En el caso de James, el porno le afectó en su manera de relacionarse con otras chicas, pues manifiesta que era incapaz de establecer una amistad con ellas: “Las sexualizaba completamente. Solo me enfocaba en la parte de su cuerpo que me atraía o en qué podía sacar yo de ella. Cuando tuve mi primera relación de verdadera amistad con una chica, que no fue ni siquiera mi pareja, se me abrió un mundo increíble que no conocía”.

Otra tendencia cada vez más extendida es el uso del cibersexo como un regulador emocional, como explica para Infobae España el psicólogo clínico Rafael Ballester, catedrático de Psicología en la Universitat Jaume I de Castellón y experto en Sexología. “El sexo puede servir para muchas cosas, no solo para el placer. Una persona con adicción regula sus emociones a través del sexo”. El propio Víctor expresa que un mal día en el trabajo o una discusión con su mujer le daba una “excusa” para consumir pornografía. Sentimientos como la ira, la soledad, el aburrimiento, el estrés o el cansancio son disparadores, catalizadores para el cerebro adicto.

La cruz, el sexo y el tabú

No es ninguna sorpresa que esta adicción tenga un impacto devastador en la autoestima de la persona, pues “cambia todo el patrón de relaciones, afecta a todo un estilo de vida”, aunque Ballester explica que esta es al mismo tiempo causa y consecuencia del problema. “Las personas con menos autoestima normalmente consumen más porno porque es una forma de refugiarse. Se sienten más protegidos viendo sexo a través de una pantalla que teniéndolo en vivo”, aclara.

Un sentimiento de culpa embargaba a Víctor tras pasar horas viendo sexo en una pantalla. Asegura que se sentía “un monstruo” y se encerraba en sí mismo: “¿Qué pensarían los demás de mí si esto saliera a la luz? Todos tenemos nuestras cosas que guardarnos porque son propias de nuestra intimidad, y esta no es una adicción agradable. Es más fácil entender a un adicto al tabaco o a un alcohólico que a un adicto al porno”, expresa.

La adicción al porno es, probablemente, la más estigmatizada de todas, en parte por la tradición judeocristiana que arrastramos, muy lejos de otras culturas que entienden el sexo como algo que debemos conocer y disfrutar. Es el caso de la cultura hindú, creadora del Kamasutra, un texto con intención didáctica para los jóvenes y que define las relaciones sexuales como “uniones divinas”.

“Pensamos que un adicto es una persona que es incapaz de controlarse a sí mismo y es injusto porque no son peores personas por tener adicción a la pornografía. Pero enseguida vienen términos a la cabeza de degenerados o pervertidos. Todo ese estigma está interiorizado por parte de los pacientes y muchos de ellos vienen con vergüenza a terapia”, cuenta Ballester.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha anunciado que el Consejo de Ministros aprobará este martes la creación de un Comité de Expertos para la generación de un entorno digital seguro para la juventud y para la infancia, y así protegerles de los riesgos de contenidos inadecuados como el porno o la violencia (Europa Press)

Terapia para una sexualidad sana

La concienciación en torno a la adicción a la pornografía está ganando cada vez más espacios en el debate público y los medios de comunicación, así como en las consultas de psicología. Adisex, un proyecto desarrollado por el grupo de investigación UNISEXSIDA de la Universitat Jaume I y en el que participa Ballester, ofrece un tratamiento compuesto por 12 sesiones en las que se ofrecen al paciente las habilidades necesarias para controlar sus impulsos sexuales.

El equipo de psicólogos trabaja con la motivación (”que no es suficiente, pero sí necesaria”) y centra sus esfuerzos en un bloque llamado “planificación ambiental”, en el que se analizan los factores de riesgo que llevan al consumo de pornografía e intenta que, a través de un tercero, se establezcan unas medidas personalizadas de control y prevención. Hacer terapia sobre la responsabilidad de los actos (dejando en un segundo plano la culpa), los objetivos vitales y las metas de futuro son otro pilar fundamental del tratamiento.

Hace unos meses que Víctor comenzó a ir a la terapia que ofrece Dale una vuelta, una asociación que desde 2015 trata de informar y ayudar a las personas con problemas con el porno. Desde entonces, han ayudado a más de 4.500 personas que han sufrido las consecuencias de esta adicción. Gracias a ellos, Víctor asegura “ver una luz al final del túnel”.

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