El restaurante familiar con una estrella Michelin que se esconde en una casa de campo señorial del siglo XVIII

El restaurante, cuya cocina aúna la gastronomía castellana con la originalidad de sus chefs, cuenta incluso con su propia ermita

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El restaurante El Ermitaño, ubicado en una antigua casa de campo señorial (Instagram / @elermitanort)
El restaurante El Ermitaño, ubicado en una antigua casa de campo señorial (Instagram / @elermitanort)

Desde hace casi tres décadas, Pedro Mario y Óscar Pérez han fusionado la tradición y la modernidad en las cocinas de El Ermitaño, el viejo restaurante familiar que heredaron de sus padres y con el que han conseguido una estrella Michelin. El Ermitaño nació como un sencillo mesón y, con el paso del tiempo y el cambio de generación, evolucionó hasta lo que es hoy en día: un restaurante de raíces culinarias castellanoleonesas con toques de innovación y una exquisita ubicación.

Y es que uno de los mayores atractivos de El Ermitaño es el lugar en el que se encuentra. A las afueras de la ciudad zamorana de Benavente, el restaurante está arropado por muros centenarios, dentro de una casa señorial que perteneció a los Marqueses de los Salados. La propiedad, denominada ‘Huerta de los Salados’, cuenta además con la presencia de una pequeña ermita datada en 1773, que da nombre a este exitoso restaurante.

El principio fundamental en el que los hermanos se basan para crear su carta es en el de respetar al máximo las raíces culinarias castellanas. Las propuestas nacen de ahí, pero avanzan hacia un estilo de cocina evolucionada con identidad propia. La carta refleja esta deliciosa combinación, uniendo en un mismo menú platos tan tradicionales como los canutillos de cecina, el bacalao con manitas o el lechazo asado al horno de leña (uno de los mejores de toda la provincia), a la vez que nuevas y originales creaciones que parten de la maravillosa despensa castellana.

Esta carta se renueva cada tres meses, adaptando los productos y recetas a cada cambio de temporada. Así, se conforma una carta con grandes clásicos de la casa que complementa a sus otras ofertas gastronómicas. Por un lado, un menú degustación que el propio cliente crean en base a los platos de la carta, una opción que incluye dos aperitivos, dos entrantes, un pescado o una carne y un postre y tiene un precio de 65 euros por comensal.

Por otro lado, los hermanos ofrecen un segundo menú degustación, en este caso uno que hace homenaje al producto por excelencia de la zona: el lechazo. Por un precio de 100 euros, esta selección de platos incluye un total de 12 pases, con platos como el carpacho de manitas con muselina, rábano, encurtidos y mostaza; el Tataki de lomo con ajo blanco, tomate, wafu y wasabi; la Panceta con guisantes al pil-pil de ahumados y yema; o la Oreja en tempura, humus de garbanzo y soja.

A la buena cocina de El Ermitaño hay que sumar la bodega que maneja el sumiller Marcelino Calvo, muy bien surtida de vinos de la zona y con una sobresaliente oferta de generosos andaluces.

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