El alimento que nunca se estropea: un ‘manjar de dioses’ que comparte historia con las tumbas egipcias

La composición química de la miel la convierte en un alimento único, que puede mantenerse en buen estado durante años

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La miel, un producto milenario que no caduca (AS Foodstudio/Shutterstock)
La miel, un producto milenario que no caduca (AS Foodstudio/Shutterstock)

La caducidad de los alimentos determina cuánto tiempo puede permanecer un producto en nuestra despensa antes de que pierda sus propiedades o se convierta en un riesgo para la salud. Pero hay ciertos alimentos que parecen desafiar el paso del tiempo, manteniéndose aptos para el consumo durante años, décadas o incluso siglos. Uno de ellos es la miel, medicina y manjar de los dioses hace milenios y nutritivo edulcorante a día de hoy.

La miel es la sustancia natural dulce producida por la abeja a partir del néctar de las flores, que las abejas transportan, transforman, combinan con otras sustancias, deshidratan, concentran y almacenan en panales. Su sabor dulce y su textura pegajosa única la hacen un alimento único. Pero, además, la miel es uno de los ingredientes más primitivos que el hombre aprovechó para nutrirse.

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Las primeras evidencias de su consumo se remontan al Mesolítico, alrededor del 6000 a. C., y algo que se demuestra con pinturas rupestres incluso en la Península. Dan fe de ello las pinturas halladas en Bicorp, Valencia, donde se puede observar una ilustración rupestre de una figura humana extrayendo esta exquisitez de una colmena. La pintura, localizada en una de las tres cuevas de la Araña, data de la época bisagra entre el Paleolítico y el Neolítico.

Pintura rupestre del mesolítico (8000 a 6000 a. C.), en la Cueva de la Araña, cerca de la localidad de Bicorp (Valencia) - Comunitat Valenciana
Pintura rupestre del mesolítico (8000 a 6000 a. C.), en la Cueva de la Araña, cerca de la localidad de Bicorp (Valencia) - Comunitat Valenciana

A lo largo de la historia, se han encontrado muchas otras referencias escritas a esta sustancia. Los sumerios, alrededor del 2500 a. C., ya eran conocedores de sus propiedades medicinales, algo de lo que también dieron cuenta griegos, romanos, egipcios y otras tantas civilizaciones en todo el mundo. Estos últimos, de hecho, pensaban que la miel provenía de las lágrimas del Dios Ra y estaba presente en todas las ofrendas religiosas que se llevaban a cabo en el Egipto faraónico.

Una miel milenaria junto a las momias egipcias

La idea de que la miel es un alimento prácticamente eterno se sustenta en historias sorprendentes, casi mágicas. Una de ellas se retrotrae a inicios del siglo XX, cuando arqueólogos modernos, al excavar antiguas tumbas egipcias, encontraron un hallazgo inesperado: tarros de miel con miles de años de antigüedad, y aun así, conservados a la perfección.

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Ocurrió en el Valle de los Reyes, donde la expedición liderada por el arqueólogo Arthur Weigall descubrió las momias de Yuya y Tuya, abuelos maternos del faraón Akhenatón. Este hallazgo fue todo un hito histórico gracias el excelente estado de conservación de las momias, pertenecientes a la XVIII dinastía del antiguo Egipto.

Durante la expedición, según el propio Weigall contó en una carta a su esposa Hortense Schleiter, los exploradores encontraron diversos objetos de gran valor histórico, incluyendo escarabeos, un carro de guerra, instrumentos musicales y un papiro con el Libro de los Muertos. Entre los hallazgos más sorprendentes, Weigall relató el descubrimiento de una jarra de alabastro llena de miel aún líquida, que databa de hace unos tres mil quinientos años. “Cuando lo vi estuve a punto de desmayarme”, escribía el explorador. “La extraordinaria sensación de encontrarte mirando un tarro de miel tan líquido y pegajoso como la miel que se come en el desayuno y, sin embargo, con tres mil quinientos años de antigüedad, era tan sorprendente que uno se sentía como si estuviera loco o soñando”.

No obstante, parece ser que esta historia no es más que eso; una historia. Solo unos años después de que los exploradores entraran en esta tumba y se hiciera público el hallazgo de esta milenaria miel aún comestible, los inventarios publicados sobre la expedición señalaron que no se trataba de este producto dulce del trabajo de las abejas, sino de otras sustancias como aceite de ricino. Pero la leyenda de esta ‘miel faraónica’ ya se había extendido, una historia que se suele acompañar de otras afirmaciones, basadas en la evidencia científica, sobre la larga capacidad de conservación de la miel.

La miel es eterna, pero también se estropea

En efecto, la miel es conocida por su capacidad de conservarse durante períodos prolongados debido a sus propiedades químicas. Pero, ¿cuánto hay de cierto en asegurar que es un alimento que no caduca? Su capacidad de mantenerse en el tiempo tiene que ver con un contenido de agua extremadamente bajo; la miel atrae agua de su entorno, deshidratando bacterias y evitando así su deterioro.

Otra de las claves de la resistencia de la miel frente a los microorganismos se encuentra en su composición química. El ácido glucónico, producido por las abejas a partir de la glucosa, es el ácido principal en la miel. Este ácido, junto a otros, confiere a la miel un pH bajo, oscilando entre 3 y 4, dificultando así la supervivencia de las bacterias.

(Especial)
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Además, la composición química del estómago de las abejas desempeña un papel importante en la resistencia de la miel. Las abejas tienen una enzima en el estómago llamada glucosa oxidasa. Cuando las abejas regurgitan el néctar de sus bocas en los panales para hacer miel, esta enzima se mezcla con el néctar, descomponiéndolo en dos subproductos: ácido glucónico y peróxido de hidrógeno. El peróxido de hidrógeno, conocido comúnmente como agua oxigenada, contribuye a crear un ambiente hostil para las bacterias.

La conclusión es que la miel, almacenada en recipientes herméticos, tiene una longevidad notable, pudiendo permanecer estable durante décadas o incluso siglos. Sin embargo, esta sustancia puede experimentar cambios físicos y químicos con el tiempo, como el oscurecimiento, la pérdida de aroma y sabor, y la cristalización. Estos procesos dependen de factores como la temperatura o la estabilidad de la conservación, lo que hace complejo definir una vida útil precisa para la miel. En términos prácticos, se suele indicar un período de conservación de alrededor de dos años. Para mantener la calidad de la miel, es esencial un almacenamiento adecuado y correcto. No obstante, si se tiene alguna duda sobre su estado, es recomendable desecharla y adquirir un nuevo tarro.

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