A los pies de la concurridísima Plaza Mayor se encuentra la calle de Cuchilleros, uno de los rincones más pintorescos de todo el Madrid de los Austrias. En esta calle se hallan dos de los restaurantes con más solera de todo Madrid: Las Cuevas de Luis Candelas, en la esquina con el Arco de Cuchilleros, y Sobrino de Botín, más conocido como Botín a secas, en el número 17, el restaurante más antiguo del mundo, según el libro Guinnes de los Récords. Pero en esta céntrica calle, los viajeros y locales pueden encontrar otro reducto del Madrid antiguo, esta vez en forma de emblemática taberna.
Ricla es el nombre de esta antigua bodega, fundada en 1867, que ahora es una de las tabernas en las que mejor se come de toda la zona. Este pequeño local, en el que no hay sitio siquiera para sentarse, ha sabido mantener su estilo castizo, su autenticidad y su carisma, a pesar de los más de 150 años de historia que por él han pasado. Bodegas Ricla lleva el nombre del pueblo aragonés del que procedían sus fundadores, una familia que llegó a Madrid a mediados del siglo XIX para fundar esta histórica bodega, conocida entonces por sus deliciosos vinos a granel.
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Cocina casera en una bodega con solera
Ahora, ya nadie va hasta este local para probar una copita de sus vinos, o al menos no solo para eso, sino para disfrutar de sus albóndigas, sus callos y su bacalao en aceite, acompañados de su vermut de grifo o de una caña bien tirada. Este pequeño establecimiento conserva la esencia del Madrid de entonces. Nada más atravesar su emblemática fachada verde ya nos llama la atención su barra de estaño con grifos de latón, sus tinajas y barriles, antes llenos de caldos nacionales y ahora plenamente decorativos, y los azulejos que ornamentan sus paredes. También las pizarras, donde cada día se recuerdan las tapas y raciones que allí se pueden disfrutar.
La familia Lage es la encargada de atender esta taberna llena de autenticidad. La matriarca y cocinera, Ana María, es el alma del lugar, culpable del éxito de sus platos y tapas de cocina casera hecha con mimo, paciencia y buen producto. Sus hijos Emilio y José María atienden a turistas y clientes habituales desde el otro lado de la barra.
Para comer, Bodegas Ricla destaca por sus conservas de mejillones, berberechos, anchoas, y también por platos más elaborados, como el bacalao en aceite, los boquerones en vinagre y la indiscutible estrella de la casa: los callos a la madrileña, sin olvidar la cecina de León. Además, cada día, la cocinera elabora un plato casero diferente, que puede ser unos garbanzos en cocido, unos judiones o sus famosas albóndigas en salsa. Para beber, cerveza bien tirada al estilo madrileño y vermut casero. Además, esta bodega es conocida por su extensa variedad de vinos de denominación de origen español, que se pueden disfrutar acompañados de una selección de embutidos y quesos de la mejor calidad.