El mundo del vino no pasa por su mejor momento: la producción mundial ha caído a mínimos desde 1961 por culpa del clima y el consumo en España, aunque se ha recuperado lentamente en los últimos trimestres, todavía está lejos de lo deseado por la industria.
Por ello, el ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas, ha pedido al sector del vino no caer en el pesimismo y buscar soluciones ante los diferentes retos a los que este se enfrenta. La disminución del consumo, la regulación del etiquetado de las botellas o la sostenibilidad y el cambio climático son algunas de las dificultades que atraviesa este campo en la actualidad.
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En su intervención de clausura de la asamblea general de la Federación Española del Vino (FEV), el ministro destacó que el “mundo, el consumo, la producción y los mecanismos de apoyo” al sector son algunos de los aspectos que cambian, y por los que es necesario ser capaces de “estructurar” entre todos los objetivos que se necesitan para alcanzar “respuestas comunes”.
Ante las adversidades, a las bodegas y viñedos españoles no les queda otra opción que renovarse. Es lo que ha hecho Dominio del Soto, una bodega de la ribera burgalesa que produce unas 100.000 botellas al año. Por ejemplo, para combatir los cambios de temperatura producidos por el cambio climático, ha tenido que cambiar su horario de recogida de uvas: “Intentamos vendimiar meses antes y de noche”, asegura Gregory Saint Germaine, el director comercial del grupo Chapoutier, al que pertenece la bodega española.
La compañía utiliza otras técnicas tradicionales, como dejar el raspón (la parte leñosa del racimo) durante la fermentación para bajar los niveles de alcohol. Aunque el principal problema al que se enfrenta no está en el clima -ya que la uva se adapta bien a un amplio rango de temperaturas-, sino en la disminución de la venta de vino.
La Comisión Europea publicó en diciembre de 2023 su informe sobre las Perspectivas Agrícolas de la UE 2023-2035, en el que pronosticó un caída del consumo de vino en la Unión Europea del 1% anual hasta el año 2035 y una reducción de la producción de un 0,6% en el mismo periodo.
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Saint Germain critica que es esta misma organización supranacional la que ayuda a que el consumo disminuya con algunas de sus campañas de comunicación: “Ahora, por ejemplo, la Unión Europea ha obligado a los vinos a poner las calorías en las etiquetas, que unido a las campañas anti alcohol, colabora a que el consumo se reduzca”.
Demasiada legislación
El caso de la regulación de las etiquetas es otro de los desafíos que trae dolores de cabeza a algunas empresas, como Bodegas Miradorio, una pequeña viña familiar en Cantabria con un nivel de producción de unas 34.000 botellas al año, que se queja de la constante modificación de la legislación sobre el etiquetado de las botellas: “Es lo más complicado de todo el proceso de producción. Es prácticamente más difícil hacer una etiqueta bien que producir el vino”, explica Esther Olaizola, una de las gestoras de la bodega.
Olaizola argumenta que desde la Unión Europea cada vez se exigen más requisitos, que muchas veces los propios productores no entienden. “Mezclan diferentes legislaciones, hay que hacer etiquetas distintas dependiendo incluso del local en el que se vaya a comercializar (no es lo mismo un restaurante que un supermercado). Al final es muy difícil elaborar una etiqueta que esté cumpliendo todas las exigencias”, argumenta, y destaca el incremento de gasto y la pérdida de tiempo que ello supone.
En el caso de las bodegas grandes con un alto nivel de exportación, el problema es aún mayor. Bodegas Enate produce al año alrededor de tres millones y medio de botellas de vino para distintos países, cada uno con su reglamentación.
“Muchos países no solo no te piden la información que aquí es obligatoria, si no que no quieren ni que aparezca, como es el caso de Colombia, que nos ha pedido expresamente que no se muestre, lo que hace que tengamos que adaptar nuestras etiquetas casi según el país”, comenta el responsable de exportación de la compañía, Tomás Arribas.
Esta legislación a veces puede ser elaborada por gobernantes sin conocimiento en el sector. Olaizola subraya que, en muchas ocasiones, la ignorancia de los políticos sobre las necesidades de los productores causa que las normativas acaben siendo incongruentes. “Se busca impulsar el sector enoturístico, pero luego no nos consiguen derechos de plantación. Hay gente que quiere empezar a producir y no les dan ni 1.000 metros cuadrados para plantar” critica la gestora de Miradorio. Por su parte, Arribas sí agradece que en su ámbito (la exportación) se reciban ayudas por parte de la Unión Europea con el objetivo de comercializar en terceros países.
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Para Saint Germain, las ayudas que faltan por parte de los Gobiernos son las dirigidas a mejorar el empleo del sector y la reconversión de las bodegas destinadas a la producción ecológica. Pese a todo, destaca que el vino es un sector muy bien valorado en España.
Según datos de la Federación Española del Vino, España contaba en 2022 -el último año del que tiene registros publicados- con 930.080 hectáreas de viñedo, lo que supone el 13% del total mundial. En ese mismo año, la producción media anual ascendió a 36,4 millones de hectolitros de vino, lo que además situó a la nación como el primer exportador en volumen de todo el mundo, con más de 2.153 millones de toneladas. Además, el sector genera y mantiene 363.980 empleos (alrededor del 2% del total del país).