Oviedo ha sido este año la ciudad elegida como Capital Española de la Gastronomía, un reconocimiento que solo hace recalcar lo que ya sabemos: en Asturias se come muy bien. La calidad de los productos criados, cultivados, cosechados y capturados en este territorio, que tiene a un paso mar y montaña, ríos y huertas de los valles, es un valor ampliamente reconocido de la cocina asturiana, y por ende, de su capital, Oviedo.
En la ciudad hay cientos de restaurantes, bares y tabernas que merecen la pena, locales ideales para sentarse a disfrutar de un festín a base de fabada, sidra, cachopo, quesos y mariscos. De entre todos ellos, hay algunos que destacan por su originalidad, otros por su precio y otros por tener en su puerta la placa que señala que tienen el favor de las guías gastronómicas. Pero hay otros que tienen a su favor un intangible igual o casi más valioso: el tiempo.
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Casa Lobato es una emblemática institución gastronómica situada en la falda del monte Naranco, un icono gastronómico de la ciudad que celebra ya más de un siglo de historia, conservando su indistinguible esencia familiar. Fundado en 1898 por José Lobato, un veterano de la guerra de Cuba, este restaurante ha transitado por diversas etapas, adaptándose y evolucionando sin perder su núcleo clásico que le otorga una identidad única en el espectro culinario.
José Lobato, conocido como Pepón, vuelve herido de la guerra de Cuba, y el gobierno de la época le concede una licencia de estanco como mérito a sus servicios en la contienda. Inicialmente, comenzó como un establecimiento mixto de Tienda-Bar, atendiendo principalmente a vaqueros y mineros de la región. Con el paso del tiempo y tras el devastador impacto de la Guerra Civil, la siguiente generación, encabezada por Enrique Lobato y su esposa Regina, se enfocó en reedificar y expandir el negocio familiar hacia la oferta gastronómica. Se decantaron por platos tradicionales como la merluza a la cazuela y el pixín alangostado, que aún son iconos de la casa.
La trascendencia de Casa Lobato se consolida a lo largo de las décadas, transformándose en un sitio de referencia para celebraciones y eventos sociales, gracias a la incorporación de nuevos espacios y la actualización de sus instalaciones, sin desvirtuar la arquitectura original que lo caracteriza.
Cocina asturiana y chocolates de todo el mundo
El legado de constante innovación y calidad se mantiene vivo bajo la gestión de la cuarta generación de la familia Lobato, que sigue ofreciendo una cocina de alto nivel con productos frescos del mercado. Así, sirven los mejores pescados y mariscos del Cantábrico, lechazos de Burgos y carnes con Indicación Geográfica Protegida (IGP) asturiana, todo ello complementado por una bodega con más de 300 referencias de vinos nacionales e internacionales.
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Entre las especialidades de este histórico restaurante se encuentran clásicos de la gastronomía asturiana como son la fabada, el arroz con pitu caleya o el arroz con leche. Dentro de su carta, se encuentran otras opciones algo más diferentes como es su lubina al roquefort, el carpaccio de ternera con flor de Tête de Moine, el solomillo al foie o las delicias de puerros y langostinos.
Pero en Casa Lobato no solo son especialistas en elaboraciones típicas de la cocina asturiana, sino que también son maestros del chocolate. En su obrador, Juan Luis Lobato, chef, Maestro Heladero y Maestro Chocolatero del restaurante, elabora las delicias y delicatessen que luego ofrecen a sus clientes, a base de chocolates llegados de las más prestigiosas casas chocolateras del mundo.