Mientras el resto de España come torrijas hasta saciarse, en Asturias aprovechan la Semana Santa para disfrutar de sus picatostes. Fuera del Principado, solo algunos pocos entenderán a qué nos referimos, pues la mayoría tiende a identificar los picatostes con lo que en Asturias se llama ‘curruscos’. Pero, en realidad, poco se diferencia una torrija común de un picatoste asturiano, ya que ambos postres siguen prácticamente la misma receta.
En asturiano llaman picatostes a lo que en español se llaman torrijas, antaño una receta elaborada como forma de aprovechar el pan duro y ahora convertidas en un delicioso postre de Semana Santa. Los únicos detalles que diferencian a ambas elaboraciones es que los picatostes comienzan a disfrutarse antes, en fechas de Carnaval, y que estos se elaboran con una receta ligeramente diferente.
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Los picatostes son rebanadas de pan algo más delgadas que las torrijas, ligeramente humedecidas en un poco de agua, y fritas en aceite hasta quedar crujientes. Se suelen disfrutar durante una merienda, acompañadas y remojadas en chocolate o en café. A pesar de estas diferencias, es frecuente en el principado encontrar cartas de restaurante o familias enteras que utilizan este término para hablar de la torrija en su versión más clásica, la que en el resto de España conocemos y disfrutamos.
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Las definiciones y significados etimológicos de ambos términos no aclaran tampoco dónde se halla exactamente la diferencia. La Real Academia Española (RAE) describe una torrija como una “rebanada de pan empapada en leche o vino y rebozada con huevo, frita y endulzada”, una definición bastante exacta de la receta popular. Esta palabra, que también se acepta en su pronunciación ‘torreja’, procede del latín ‘Torreo (-ere, tostum)’, entendido como “chamuscar” o someter algo a la acción del fuego para quemar ligeramente su superficie. Más ambigua es la definición que la RAE aporta para el término ‘picatoste’: “rebanada pequeña de pan tostada con manteca o frita”. Esta palabra procede de la unión de otros dos términos; de picar ‘cortar’ y tostar.
Tostadas y sopas de partera
Asturias no es el único lugar en España que utiliza otro nombre para denominar a este histórico postre, uno de los más antiguos de la historia de la gastronomía. En el País Vasco y en Cantabria son tostadas, en Navarra son randillas o raldillas y en las Islas Canarias son rebanadas. Además, en las Islas Baleares se las denomina sopas de partera y en Galicia también se puede escuchar en algún momento torradas de parida. Detrás de estos nombres se encuentra una costumbre que, aunqeu perdida, tiene mucho que ver con la difusión de estas delicias dulces.
Las primeras referencias a este postre en la literatura española han estado siempre asociadas a la figura de las mujeres recién paridas. De hecho, la primera mención a la palabra “torrija” se encuentra en el cancionero de Juan del Encina de 1496, que incluye un villancico en el que se canta que se llevan torrijas (torrejas) a la virgen tras haber parido al Niño Jesús. Esta costumbre la explica el hecho de que esta receta es fácil de comer y de digerir y que gracias al componente dulce de la miel, servía para recuperar fuerzas rápidamente. Además, al elaborarse a menudo con leche, se creía también que favorecían la subida de la leche.