La salud mental de los veterinarios, al límite: “La sociedad no es consciente de nuestra labor. Mucha gente piensa que solo queremos sacar el dinero”

La veterinaria Silvia Aijón analiza para ‘Infobae España’ la delicada situación del sector de la veterinaria y el impacto en la salud mental de sus profesionales

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Una veterinaria cuida de un cachorro (Shutterstock)
Una veterinaria cuida de un cachorro (Shutterstock)

España ya tiene el doble de perros que niños y en uno de cada tres hogares se convive con una mascota. La tendencia a tener animales de compañía en casa, que ya estaba en aumento, se disparó con la pandemia: hasta un 38% más. Exactamente, hay más de 9 millones de perros censados, casi 6 millones de gatos, algo menos de 8 millones de peces, 5 millones de pájaros y un millón y medio de pequeños mamíferos y reptiles.

Estos son los datos que aporta la Asociación Nacional de Fabricantes de Alimentos para Animales de Compañía (ANFAAC) y que ponen sobre la mesa el papel, cada vez mayor, que tienen las mascotas en nuestra sociedad. Unos datos que contrastan con la realidad de quienes velan por su salud, los veterinarios. Hace años que los profesionales del sector reclaman medidas concretas para hacer frene al empeoramiento progresivo de su salud mental.

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De hecho, ya son varios los estudios que alertan de que los veterinarios tienen una mayor predisposición a sufrir ansiedad, estrés patológico o depresión que el resto de profesiones, como demostró un estudio de 2021 publicado en la revista científica BMC Veterinary Research llevado a cabo por el departamento de Medicina Animal de la Universidad de Padua (Italia). Incluso se ha asociado a unas mayores tasas de suicidio en comparación con otras profesiones, tal y como observó una investigación de 2019 liderada por la Universidad Estatal de Ohio que analizó el número de veterinarios estadounidenses que se habían quitado la vida entre 1979 y 2015.

¿Qué es lo que está ocurriendo con la salud mental de los veterinarios? ¿Qué hay tras las personas a quienes confiamos la salud de nuestros perros y gatos? Silvia Aijón ni siquiera había terminado la Universidad cuando ya tenía asimilado las dificultades que atravesaban los veterinarios de clínicas; aun así quiso darles una oportunidad una vez que se graduó. “Duré dos semanas”, confiesa en una entrevista para Infobae España. “Me trataron fatal. No se cumplían las condiciones que me prometieron, nadie me explicó nada. La primera semana ya me dejaron haciendo turnos sola y de noche, sin saber ni dónde estaban las cosas. Me decían que no valía para ser veterinaria”, cuenta.

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Tras esta pésima primera experiencia, la salud mental de esta joven zaragozana cayó en picado. Decidió rehuir de las clínicas y consideró otras opciones de la veterinaria, como el profesorado. Ahora Silvia trabaja en una clínica de Barcelona atendiendo a perros, gatos y pequeños animales exóticos, “contenta de haberle dado una segunda oportunidad”. Pese a que sus condiciones actuales son mejores, tiene claro que es algo a lo que no quiere dedicar toda su vida “por las condiciones del sector”.

Silvia, trabajando en una clínica veterinaria (Foto cedida)
Silvia, trabajando en una clínica veterinaria (Foto cedida)

La formación psicológica, más necesaria que nunca

Sin embargo, las deficientes condiciones del sector son solo parte de la respuesta. La otra pata del problema reside en la raíz: la formación del veterinario. Desde las aulas ya reclaman la necesidad y la urgencia de una “preparación psicológica” que forme al futuro profesional a lidiar con los aspectos más complejos del trabajo: desde la muerte de los pacientes hasta cómo tratar con propietarios conflictivos.

“Deberíamos tener una preparación psicológica, sobre todo en el tema de las eutanasias, que ni siquiera se nombra en toda la carrera. Me parece muy importante que hubiese una asignatura destinada a eso, porque no te enseñan comunicación con el propietario o no te enseñan cómo gestionar propietarios complicados; problemas como cuando quieren eutanasiar a un animal que a lo mejor no le hace falta o al revés, cuando un animal está sufriendo y el propietario se niega a reconocerlo”, cuenta Silvia.

El trato con ciertos propietarios de mascotas es quizás uno de los puntos más delicados y que más daño provocan en la salud mental de estas personas: “Hay muchos propietarios que ponen en duda nuestras capacidades o que creen que ellos tienen el diagnóstico correcto. Sería genial contar con algún tipo de preparación en ese sentido, ya no solo por los dueños sino por nosotros mismos. Es un campo duro en el que se necesita bastante determinación, bastante fortaleza mental y física para aguantar muchas horas de trabajo, turnos de noche, desajustes de horarios, poco tiempo para comer, situaciones difíciles de eutanasias que también a ti te afectan...”

A diferencia de en veterinaria, casi todas las facultades de Medicina de España cuentan en sus planes de estudio con asignaturas que recogen esa comunicación con pacientes y familiares, como Geriatría, Cuidados Paliativos o Psicología Médica. Y aunque no existe una asignatura como tal que vele por la salud mental de los futuros doctores, cada vez se ofrecen más en las aulas algunas medidas para mantener la distancia con los pacientes y evitar comprometerse en exceso.

Una veterinaria clínica opera a un gato para castrarlo en las instalaciones del Centro Integral de Acogida de Animales de la Comunidad de Madrid (Europa Press)
Una veterinaria clínica opera a un gato para castrarlo en las instalaciones del Centro Integral de Acogida de Animales de la Comunidad de Madrid (Europa Press)

“Reclamamos que se nos considere sanitarios, porque lo somos”

La problemática con los veterinarios también ha adquirido un cariz político. Hace años que estos profesionales reclaman que se les considere sanitarios a efectos prácticos, pues a efectos legales lo son desde que así lo decretara la Ley 44/2003: “Las profesiones sanitarias se estructuran en los siguientes grupos [...], para cuyo ejercicio habilitan los títulos de Licenciado en Medicina, en Farmacia, en Odontología y en Veterinaria”.

“Lo que reclamamos los veterinarios es que se nos considere sanitarios, que parece contradictorio porque lo somos. Hay esta frase de Pasteur que a mí me gusta mucho: ‘la medicina cura al hombre y la medicina veterinaria cura a la humanidad’. No es una carrera que se basa en curar animalitos. Yo creo que estamos al mismo nivel que los médicos porque salvamos vidas tanto humanas como de animales todos los días, y a nosotros se nos considera profesionales de tercera”, argumenta Silvia.

La profesión veterinaria abarca más allá de las clínicas donde llevamos a nuestras mascotas, ya que también es la encargada de inspeccionar los productos ganaderos que comemos para asegurar que están libre de patógenos que puedan infectar a las personas. Así, “muchas zoonosis (enfermedades que han pasado de animales a humanos) se han ido erradicando gracias a la labor de los veterinarios”.

Entre estas quejas, una de las más sonadas es que no exista una carrera profesional a nivel público para los veterinarios, tal y como la hay para los médicos (MIR), farmacéuticos (FIR) o biólogos (BIR). Para Silvia, una de las razones que están detrás de esto es que “en España la sociedad no es consciente de la labor del veterinario”. “Mucha gente piensa que somos unos sacaperras, que solamente queremos sacar el dinero. La gente no tiene ni idea de lo que hay detrás, de lo que cuesta mantener una clínica, el instrumental, las máquinas, las medicaciones...”, se lamenta esta joven veterinaria.

De hecho, la manifestación más multitudinaria del sector hasta la fecha tuvo lugar en abril de 2022 en Madrid, donde además de esa petición de reconocimiento como sanitarios, los veterinarios exigieron la reducción del IVA del 21%. Como sentencia Silvia, “los tratamientos son muy caros y muchos propietarios no se los pueden permitir. Eso es otro de los factores que más sufrimos psicológicamente los veterinarios: tener que eutanasiar a un animal que se podría tratar, pero su propietario no puede permitírselo”.

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