Por qué ya no se puede comer la hamburguesa más grande de la historia: así han cambiado sus normas los Récords Guinness

El libro Guinness ya no controla los intentos de récord relativos a cuánto puede comer una persona en un tiempo ilimitado

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Nathan's Famous organizó su concurso
Nathan's Famous organizó su concurso anual de perritos calientes del 4 de julio en Coney Island, Brooklyn (katz/Shutterstock)

Perritos calientes de más de 3 kilos, pizzas con 1.300 m² de masa o comer 20 hamburguesas en exactamente 5 minutos. Cada año, el Libro Guinness de los récords publica una nueva edición de su lista de récords con las hazañas más sorprendentes alcanzadas en los últimos meses. Y el tema gastronómico es sin duda uno de los más recurrentes en este listado.

Los récords y desafíos de voracidad gastronómica tienen su origen en Estados Unidos y ya han empezado también a popularizarse en otros países como España. Los retos se caracterizan, sobre todo, por incluir porciones exageradas de alimentos y bebidas con un perfil nutricional en principio poco saludable. Hamburguesas y pizzas gigantes, perritos calientes cargados de todo tipo de salsas, batidos, bollería y golosinas, y postres hechos con dulces industriales dominan el panorama, aunque en España también hay desafíos con productos locales, como las croquetas, los sobaos o los fartons.

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Pero los récords de comida han cambiado mucho a lo largo de los años. Así lo explica la organización Guinness World Records, la máxima autoridad en materia de logros que rompen récords. A medida que se ha ido aprendiendo más sobre los efectos de la comida en exceso, el mundo de los récords ha tenido que adaptarse a los cambios. Antes, era posible romper récords tan bestiales como comerse la mayor cantidad de perritos calientes de la historia o ingerir la pizza más grande jamás elaborada. Sin embargo, como afirman en la web de la organización, “hoy en día, no controlamos los intentos de récord de cuánto puede comer una persona en un tiempo ilimitado”.

En su lugar, la organización establece un breve límite de tiempo (tres minutos como máximo) para que una persona coma la mayor cantidad posible de un alimento concreto. Otra opción es la de cronometrar lo rápido que una persona puede comer un alimento determinado, un récord que también se recoge en su famoso libro. Por ejemplo, se puede intentar romper el récord de la mayor cantidad de pasta consumida en tres minutos, el de la mayor cantidad de salchichas consumidas en un minuto o el tiempo más rápido en ingerir un burrito.

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Pero esta decisión no es reciente, ni tampoco fue tomada a la ligera. A principios de la década de 1990, todos los récords de consumo de alimentos fueron retirados de la circulación y sometidos a revisión por la organización. Craig Glenday, redactor jefe de la organización, explica en su artículo que, “en 1997, se reintrodujeron los récords gastronómicos y el foco de atención pasó de la glotonería desenfrenada al ritmo de consumo”. Ahora, lo que importaba era lo rápido que se podía comer una pequeña cantidad de algo o la cantidad de algo que se podía comer en un corto espacio de tiempo, y no el límite calórico al que una persona podía hacer llegar a su cuerpo.

Récords y retos, también en España

Pero una cosa que no ha cambiado es lo populares que son los récords relacionados con la comida. Muchas personas se han labrado una carrera como comedores rápidos y rompedores de récords, como Leah Shutkever y Mike Jack en Estados Unidos. Fundador de esta tendencia fue el hombre detrás de Crónicas carnívoras, un insensato llamado Adam Richman que se hizo conocido en todo el mundo por ingerir cantidades industriales de comida y hacer espectáculo de ello.

Estos retos, que tienen su origen en Estados Unidos, también han llegado a España. Personajes españoles como Joe Burgerchallenge, “comedor profesional” ya retirado del mundo de los retos; o Esttik, también youtuber especializado en challenges de comida, suman cientos de miles de suscriptores que disfrutan viéndoles poner sus estómagos al límite.

En las redes sociales se pueden encontrar multitud de canales dedicados a personas que viajan por el mundo para enfrentarse a retos alimenticios. “¿PUEDO COMER +10.000 CALORÍAS de MAC and CHEESE en TIEMPO RÉCORD en EE. UU.?”, “EL NUEVO RETO DE BOCADILLO DE 1KG EN MADRID QUE SOLO HA INTENTADO UNA PERSONA ANTES QUE YO” o “NOS ENFRENTAMOS A UNA PIZZA GIGANTE DE 6 Kg PARA GANAR 400 $” son algunos de los títulos que se pueden leer en los perfiles de estos competidores, que comparten vídeos de sus retos a sus cientos de miles de seguidores en redes sociales.

Los peligros de competir (y comer) por encima de nuestras posibilidades

Estos retos, así como los concursos similares organizados por restaurantes o empresas, pueden tener graves consecuencias. Los efectos negativos para la salud de la alimentación competitiva, según el estudio The Perils of Competitive Speed Eating, publicado en la revista Gastroenterology, incluyen el retraso en el vaciado del estómago, la neumonía por aspiración, la perforación del estómago, el síndrome de Boerhaave y la obesidad. Incluso, estas comilonas le han llegado a costar la vida a algunos concursantes.

La mayoría de las muertes relacionadas con este tipo de retos ocurren por ahogamiento. Así sucedió con Bruce Holland, un australiano de 64 años que falleció en una taberna después de haber ingerido varios pasteles de carne picantes. Durante su participación en este certamen, Holland comenzó a toser y se sentó para beber un vaso de agua, tras lo el hombre sufrió un desmayo y acabó falleciendo.

También en España estos retos han tenido graves consecuencias. Joaquín Alcaraz García falleció después de convertirse en el fugaz ganador del Gran Concurso de Cerveza que se celebraba en Murcia con motivo de los festejos patronales de Nuestra Señora del Carmen de la Tercia. Alcaraz, que tenía 45 años y sufría sobrepeso, falleció después de haber ingerido seis litros de cerveza en 20 minutos.

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