El tapeo en Cartagena no puede entenderse sin La Uva Jumillana. Esta bodega nació en el año 1919 y, más de un siglo después, mantiene su esencia y estética. Eso sí, esta bodega, una de las más antiguas de Cartagena, se ha convertido ahora en un ajetreado bar de tapas que llena sus mesas día sí y día también.
Punto estratégico en la Semana Santa de Cartagena, La Uva ha visto pasar por su barra a todo tipo de personas. Ubicada en pleno casco histórico de la ciudad portuaria (C. Jara, 28), a solo unos metros del Foro Romano, este bar cerró sus puertas durante unos años. En 2012, Miguel García decidió recuperar este trozo de historia de la ciudad, restaurando esta taberna para transformarla en un bar de tapeo con toques actuales. Aun así, la nueva Uva Jumillana tiene muy presente su pasado; su decoración se basa en una foto de 1934 y, en la restauración, se utilizaron materiales del local original.
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En su nueva versión, La Uva Jumillana sigue siendo uno de los lugares preferidos por los locales para disfrutar de las míticas bebidas que guardan sus barriles. Por su barra desfilan chatos de vino ‘made in Jumilla’ y otros del Campo de Cartagena, vermús de barril, cervezas por doquier y ‘reparos’, una bebida típica que mezcla brandy con vino dulce y que era consumida por los mineros de la Sierra de Cartagena-La Unión antes de comenzar o después de finalizar una dura jornada laboral.
Estas bebidas acompañan tapas que mezclan la tradición de esta ciudad murciana con básicos de todo el país. Así, en sus mesas se pueden probar unos buñuelos de bacalao, unos chips de berenjena con miel de caña o unos tradicionales michirones, un guiso de legumbres típico de la huerta murciana. A estas opciones se suman otras tapas como las croquetas caseras de cocido, montaditos de jamón con huevas de maruca o sus famosos tigres, una receta de la casa elaborada con su toque de picante.
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Cada tapa con su caña tiene un precio de 2,90 euros, aunque también se puede elegir una tapa sola por 2,50 €. Además de estas tapas, incluidas con sus cañas y copas de vino, sirven raciones con éxitos populares como las famosas marineras murcianas, las patatas bravas —cuya salsa secreta guardan a buen recaudo—, los calamares fritos servidos en cucuruchos de papel o el caldero que preparan los fines de semana y que acompañan con un alioli casero.
Todo ello se pide en la barra y se sirve en bandejas, que luego los clientes llevan hasta sus rincones para disfrutar del tapeo cartagenero rodeados de paredes de piedra desnuda decorada con antiguos retratos enmarcados y un gran cartel taurino del siglo XIX. Estos bocados también se pueden probar en su terraza, en la que las mesas se han sustituido por barriles.