En la ciudad de Madrid, cada día nacen nuevos negocios, bares, restaurantes o tiendas de alimentación especiales, curiosas y llenas de propuestas innovadoras. No obstante, en ocasiones, el precio a pagar por estos nuevos negocios es el cierre de otros, locales con años de historia que peligran en un mundo cambiante.
Evitar el cierre de estos históricos locales es el objetivo de la Asociación de Restaurantes y Tabernas Centenarios de Madrid, blindando a una docena de ellos y nombrándolos espacios culturales y turísticos de especial interés general para la capital. Cada uno de estos restaurantes cuenta con una historia de más de un siglo, años en los que han recibido a artistas, políticos y otras figuras, además de haber sido testigos de hechos históricos como la Guerra Civil o la transición democrática.
Te puede interesar: El restaurante escondido en una aldea y recomendado por la Guía Michelin: un lugar para desconectar en una finca de 7.000 m²
Uno de ellos es La Casa del Abuelo, una taberna que lleva más de un siglo sirviendo sus gambas a la plancha y deleitando con su vino dulce. La Casa del Abuelo abrió sus puertas por primera vez en 1906, en la calle Victoria, en pleno centro de Madrid. A pesar del siglo de historia del que sus paredes han sido testigos, podría parecer que el tiempo no ha pasado por esta casa. Cuatro generaciones de la misma familia han mantenido la esencia y tradición que les hicieron triunfar desde el inicio, sirviendo aún las gambas y vinos dulces que triunfaban durante el siglo pasado.
En sus primeros años, La Casa del Abuelo logró su fama por sus rosquillas y su vino dulce. Pero, cuando llegaron los años 20, su dueño decidió comenzar a ofrecer bocadillos a sus clientes, una idea que triunfó entre sus clientes. Así, La Casa del Abuelo se convirtió en la primera taberna que servía chorizo, anchoas o sobrasada dentro de un pan, llegando incluso a vender 1.500 bocadillos en un solo día.
Te puede interesar: Ajoatao, una receta tradicional de Jaén a base de ajo y patata que es el acompañamiento perfecto para carnes
Con la llegada de la Guerra Civil, la escasez de pan obligó a La Casa del Abuelo a reinventarse, dejando de lado por un tiempo su producto más conocido. Fue así como, en los años 40, los dueños de este emblemático bar deciden introducir en el menú lo que más tarde se convertiría en el secreto de su éxito: las gambas. Por 1,60 pesetas, las preparaban a la plancha, acompañadas de un vaso de su clásico vino dulce.
Iban a buscarlas al mercado y elegían las mejores piezas, llegadas de Huelva y Melilla. Después, ellos mismos las trasladaban hasta la calle Victoria en cajas por kilos ayudados de unos carros de mano. Una vez allí, ellos mismos las pelaban, una a una, para después prepararlas y servirlas a sus habituales. A día de hoy, en La Casa del Abuelo siguen sirviendo sus gambas, ya sea a la plancha o al ajillo, con el mismo éxito de hace 50 años.
Estas gambas se riegan, como no podía ser de otra manera, con el vino dulce por el que este bar es famoso. La historia de este famoso caldo comienza en los años 50, cuando el fundador de la taberna decidió viajar hasta Alicante en la búsqueda del mejor vino dulce. Pero, más que un vino en específico, Patricio Ruiz —abuelo de los actuales dueños— encontró la inspiración para elaborar el suyo propio.
Así, Ruiz comenzó a fabricar el vino dulce él mismo en sus propias bodegas y tuvo tanto éxito que incluso tuvieron que ampliar su bodega en 1960. En La Casa del Abuelo se embotellaba el vino tras mantenerlo en una cuba muy grande donde los mismos camareros se encargaban de aportar la mistela al vino seco y remover para evitar que se picara y conseguir el punto idóneo.
Tanta fama consiguió este vino que comenzaron a conocerlo por el vino ‘del abuelo’, aunque en ese momento en el rótulo de la taberna figuraba otro nombre: La Alicantina. En 1990 se retira el rótulo de La Alicantina del establecimiento para adoptar el nombre con el que el público ya le había bautizado gracias a la fama de su vino: La Casa del Abuelo.
Esta taberna conserva aún su local original en el número 12 de la calle Victoria, aunque cuenta también con otros en Madrid (C/ Núñez de Arce 5, C/ Goya 57, C/ Toledo 11, C/ Cruz 11 y C/ Alcalde Sainz de Baranda 17). Además, cuenta con su propia bodega en Toro.