Relaciones tóxicas, responsabilidad afectiva, ghosting... Cada vez son más los términos en torno a las relaciones que inundan las redes sociales, fruto de una mayor concienciación de nuestra sociedad en cuanto al respeto, los límites o las obligaciones dentro de la pareja o las amistades. Ciertamente esta introspección es positiva, pero a veces el verdadero significado de estos términos puede contaminarse entre la maraña de publicaciones de pseudo-psicólogos.
Para aclarar este asunto y comprender realmente qué es una relación tóxica, Infobae España ha hablado con Rafael Ballester, catedrático de Psicología en la Universitat Jaume I de Castellón y especialista en psicología clínica, quien ha realizado una radiografía de este tipo de relaciones: cómo funcionan, por qué es tan difícil salir de ellas o en qué otros aspectos de nuestra vida podemos encontrarlas más allá de en la pareja.
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Una relación tóxica es aquella en la que se produce un daño a uno o dos de los miembros de esa pareja y, a pesar de ese perjuicio, se mantiene en el tiempo. En ocasiones, ese daño se manifiesta en unos celos patológicos o en un control extremo. La lógica o el sentido común nos lleva irremediablemente a una pregunta: ¿qué ocurre para que no se corte esa relación dañina? “Muchas veces es una cuestión de dependencia psicológica”, expone el experto.
Como seres sociales que somos, todos necesitamos querer y sentirnos queridos para un correcto desarrollo de nuestra psique y nuestra personalidad. El problema aparece cuando esa dependencia emocional sobrepasa nuestra capacidad de establecer límites y respetarnos a nosotros mismos: “Hay personas a las que les aterra estar solas, no saben estar consigo mismas y prefieren una relación tóxica a no tener nada. Necesitan estar con alguien que a veces no cumple unos mínimos y aún así prefieren eso porque no soportan estar solteras. Ahí se le da un poder bestial a la otra persona, porque cada vez puede ir dando menos e, incluso, llegar a una infidelidad”, explica el psicólogo clínico.
La otra arista de las “relaciones tóxicas” es aquella que no lo es. Es decir, a raíz de esa democratización del concepto, el significado se ha diseminado hasta el punto de que “hay personas que consideran que cuando su pareja le pide algún tipo de explicación, es una pareja tóxica”. “Cuando uno está en una relación tiene que dar algunas explicaciones. Estar en una relación siempre implica una responsabilidad afectiva, unos derechos y unos deberes”, argumenta Ballester. La época individualista en la que vivimos es quizás el factor que más explica esta tendencia y la aparición de fenómenos como el ghosting o desaparecer sin dar ningún tipo de explicación.
Ni contigo ni sin ti
Lo que los psicólogos se encuentran cuando a las consultas llegan pacientes con una fuerte dependencia de su pareja, son personas “psicológicamente destruidas a nivel de autoestima”. “Si la otra persona te da poco, tú vas internalizando que te mereces poco”, expone Rafael Ballester. Mitos como el amor romántico (pensar que si tu pareja te controla o tiene celos es porque te quiere, o incluso enorgullecerse de ello) merman poco a poco el amor propio.
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Sin embargo, ¿a qué se debe que existan personas más dependientes psicológicamente? La explicación es compleja porque convergen muchos factores, pero el historial de las relaciones o el desarrollo del apego influyen significativamente. Rafael Ballester cuenta que “hay personas con una necesidad extrema de que les demuestren continuamente que les quieren. Son muy dependientes de la opinión de los demás porque no tienen una solidez de sí mismos, no se quieren a sí mismos y se dejan secuestrar completamente por otros”.
Las relaciones tóxicas: más allá del “amor”
Por lo general, cuando pensamos en relaciones tóxicas, nuestro imaginario viaja hasta el amor entre parejas y dejamos de lado otro tipo de relaciones que abundan más en nuestra vida: las amistades, la familia, los compañeros de trabajo... En el caso de la familia, el psicólogo clínico expresa que es muy común una relación dañina entre padres e hijos, “padres que no dejan crecer realmente a sus hijos”.
Son padres que tienen “castrados” a sus hijos por una sobreprotección que se traduce en el control. Ballester narra para Infobae España casos de padres revisando los mensajes de WhatsApp de su hijo a su novia o madres que exigen saber la ubicación de su hija adulta en todo momento. Pese a que lo ideal sería que el padre o madre acudiera a terapia, esto no suele ocurrir, pues “se justifican diciendo que lo hacen porque quieren mucho a su hijo o hija”.
Ante relaciones tóxicas de las que son más difíciles escapar, como puede ser un miembro de la familia o un compañero de trabajo, Ballester expresa que el modo de actuación es practicar la asertividad. Las personas psicológicamente débiles tienden a ser más pasivas y a aguantar más, mientras que las agresivas responden a menudo con violencia (verbal o física). Tal y como manifiesta el psicólogo, “aprender a ser asertivos es defender tus derechos, no dejarte pisotear pero hacerlo de buenas maneras”.