El aperitivo es un tema serio, especialmente en España, donde, podríamos decir, es casi la comida más importante del día. Elegir unas buenas patatas fritas para este momento del día, acompañadas de una buena caña de cerveza y unas aceitunas. Los chefs tienen claras sus favoritas y las de David de Jorge, también conocido como Robin Food, no son otras que las Bonilla a la Vista, probablemente las patatas fritas más emblemáticas de Galicia.
En su último libro, En un paraguayo cabe el Amazonas (Editorial Debate), el cocinero vasco recopila algunas de sus recomendaciones gastronómicas. Entre ellas destaca su amor por estas patatas que su padre, ferrolano criado en A Coruña, le inculcó desde bien pequeño; “Nunca olvido sus raíces, ni la costumbre del aperitivo, pues plantó en cuanto pudo el cubo de patatas fritas en mitad de la cocina y nos metió el sabor en vena”, dice sobre su padre. Él mismo confiesa que ha heredado este amor y que le vuelve loco “desparramarlas sobre unos huevos fritos, un filete de cadera con ajos o pringarlas con una conserva de mejillones en escabeche”.
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Para algunos puede que haya sido un descubrimiento, pero, en Coruña, todo el mundo las conoce, siendo casi una religión para los amantes de las patatas finas y crujientes. Bonilla a la Vista nació como churrería y chocolatería en Ferrol en 1932, aunque a los pocos años se trasladó a Coruña. Desde el principio freían también patatas, pero no fue hasta 1988 que empezaron a embolsarlas en su fábrica. Al principio se distribuían localmente en sus icónicas latas blancas de un kilo, aunque estas ya han dado la vuelta al mundo, siendo reconocidas incluso en Corea.
La historia de las patatas Bonilla: “es el momento de no cambiar nada”
Es la frase con la que la marca se presenta en sus redes sociales, “es el momento de no cambiar nada”. Con ello, Bonilla a la Vista nos quiere hacer pensar en la forma artesanal de elaborar sus patatas fritas y en la larga historia familiar detrás de esta empresa, con casi un siglo de historia.
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Todo comenzó cuando Salvador Bonilla dejó la Marina y decidió seguir la tradición familiar de vender churros en las ferias, como había visto a su padre hacer desde temprana edad. Dos de sus hermanos ya habían establecido con éxito sus propias churrerías en la ciudad de Ferrol y Salvador hizo lo propio dándole su propio toque marinero al nombre familiar: “Bonilla a la Vista”. Tras fundar su tienda en 1932, decidió trasladar el negocio a Coruña, una ciudad de mayor tamaño a la que Bonilla llegó en 1949.
En 1950 las patatas de Bonilla ya eran uno de los productos más solicitados por la hostelería local gallega. César Bonilla, junto con su esposa Lolita, su madre y sus hermanas, se encargaban de la atención en el negocio y de envasar las patatas. César y su padre, Salvador, las freían durante toda la noche. Estas deliciosas patatas se envasaban en latas rectangulares de 1 kilogramo, unas latas que el propio César distribuía entre los hosteleros, primero en bicicleta y, más adelante, en la icónica moto Guzzi que aún se conserva en la fábrica actual.
Entrados ya los años 50, el éxito de Bonilla continuó en la ciudad gallega, trasladando su churrería al local en el que aún, más de 60 años después, siguen deleitando a sus clientes con su chocolate con churros. En ese momento, la escasez de materia prima obligó a Salvador Bonilla a tomar la decisión de suspender la elaboración de las patatas fritas. No fue hasta 30 años después cuando la producción se retomó, dándole una nueva oportunidad a este icónico producto.
Es en 1988 cuando se vuelve a apostar por las patatas y César Bonilla funda la primera fábrica dedicada a este producto, utilizando patatas, sal marina y aceite de oliva para deleitar a sus clientes. Durante las siguientes décadas, la icónica lata y el reconocible logo de Bonilla continuaron llevando estas patatas a todos lados. En 2010 comenzó su expansión internacional, siendo Corea su principal mercado extranjero.
‘Shootings’ de moda y películas de Oscar
Si por algo se reconoce a estas patatas, además de por su sabor, es por su icónica estética. Su imagen es fácilmente reconocible, tanto que se ha utilizado en diversas formas artísticas y de publicidad. Incluso Balmain, una de las maisons de moda más conocidas del mundo, utilizó su bolsa para una de sus campañas, concretamente la de primavera-verano 2014.
En 2020, estas patatas fritas saltaron al ‘paseo de la fama’ internacional gracias a la película coreana Parásitos. La película hizo historia, siendo la primera cinta rodada en habla no inglesa en conseguir el Óscar a Mejor Película, y las patatas de Bonilla acapararon titulares por su aparición en una de las escenas. El director Bong Joon-Ho decidió introducir una de estas icónicas latas de medio kilo en una de las escenas de la película, una imagen que dio la vuelta al mundo por la curiosidad que este producto generaba.
Estas patatas también han conquistado a algunos de los personajes más conocidos del mundo de las celebrities. Ha sido el caso de Chris Hemsworth. En 2023, el actor australiano publicó una fotografía en redes sociales con motivo de su cumpleaños en el que se puede observar un llamativo detalle al fondo: hay una lata de patatas fritas de la empresa coruñesa Bonilla a la Vista. También a políticos como Boris Johnson, como contaba el propio César Bonilla en una entrevista con La Voz de Galicia, al que “no podía faltarle una de nuestras latas en su despacho”.
Cómo se hacen las patatas fritas de Bonilla
Para ello, seleccionan las patatas desde el origen, antes de que se transporten y almacenen en su fábrica de Sabón (Arteixo). Una vez fritas, cuentan con una máquina llamada “ojo mágico” encargada de seleccionar solo aquellas patatas fritas que respondan a la calidad, color, textura y tamaño que consideran óptimo.
Además de este primer proceso de selección mecánico, sus patatas pasan por un segundo filtro, en este caso manual. Finalmente, sus máquinas de envasado se encargan de embolsarlas o enlatarlas, inyectando gas inerte en la lata para garantizar la mejor conservación del producto. Siguiendo este proceso, Bonilla llega a comercializar en torno a las 400 toneladas de patatas fritas al año.