El pasado fin de semana tenía lugar en Cataluña la séptima edición de la Mostra Internacional de Pastisseria Sant Vicenç dels Horts, una feria que reúne a los profesionales del dulce de mayor relevancia de todo el panorama nacional e internacional. Entre los actos que han tenido lugar bajo la organización de esta muestra, uno de los más esperados es la entrega de las Habas de Cacao, un galardón que tiene como objetivo distinguir a las mejores pastelerías de la comunidad.
En total son 50 los locales que han recibido el premio que las acredita como las pastelerías más relevantes del sector, aunque algunas de ellas han despuntado gracias a galardones especiales que las han hecho destacar por encima del resto. Es el caso de Ferrer Xocolata, una pastelería especializada en chocolates de autor que ha recibido el Haba de Cacao de Oro a la ‘Pastelería con más valor histórico’ de todo Cataluña.
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Esta bombonería ha sido la ampliación de Ferrer Pastisseria, un negocio familiar que lleva más de un siglo elaborando postres artesanales en la conocida como “ciudad de los volcanes”. Hablamos de la ciudad de Olot, la capital de la comarca de la Garrotxa, en la provincia de Girona. Allí, los chocolates que Jordi Ferrer elabora en su pastelería son verdaderas piezas de lujo: bombones y tabletas, pero también tartas, pasteles o bollería.
Es la segunda vez que esta pastelería recibe el galardón por su historia, aunque ya en otras varias ocasiones ha conseguido entrar en la lista de las 50 mejores de toda la comunidad. “Sabíamos que este año entraríamos en la lista de los cincuenta establecimientos pero no sabíamos nada de este premio. La emoción fue máxima, no nos lo esperábamos”, explica Jordi Ferrer, el pastelero de Ferrer Xocolata, a Infobae España. La de este local es una historia llena de hitos, anécdotas y pasión por el dulce, una tradición pasada de generación en generación hasta llegar a un presente lleno de orgullo.
Tres sacos de azúcar por la pastelería más famosa de Olot
La Pastelería Ferrer, origen y casa madre de Ferrer Chocolate, nació en el año 1907 de la mano de un empresario, apellidado Mulliner. Este fue padrino del abuelo de Jordi y, al no tener descendencia, dejó en herencia la pastelería a su ahijado. “Mi abuelo se puso a trabajar con él y, como el señor Mulliner no tenía descendencia, se lo vendió todo a un módico precio de tres sacos de azúcar”, cuenta Jordi. Así, la pastelería llegó a manos de los Ferrer, una familia que ha mantenido intacto el negocio que comenzó su abuelo.
En la pastelería olotense se pueden seguir probando los dulces tal y como se elaboraban hace décadas. El abuelo de Jordi trabajó en París durante un tiempo, aprendiendo allí los secretos de la pastelería de mayor calidad. Este saber hacer lo heredaron los padres de Jordi y, ahora, él lo ha querido mantener intacto. “La misma libreta en la que mi abuelo tomó los apuntes de las recetas aún la tenemos ahora y seguimos haciendo las masas con las mismas fórmulas que él apuntó años atrás”, cuenta el pastelero orgulloso.
La pastelería, de estilo modernista, sigue en el mismo local en el que comenzó hace tantos años, aunque este histórico bajo, en la Plaça Móra, ha sido ampliado y reformado para crear un espacio dedicado plenamente al chocolate. Su tienda anexa, la de toda la vida, se ha mantenido prácticamente intacta: “los detalles de madera, los cajones, los botes de cristal, todo está igual como estaba al inicio”, describe Jordi.
“Mi sueño era poder hacer todo un edificio dedicado a chocolate”
Sin embargo, ahora el espacio se ha ampliado, añadiendo el edificio anexo al completo. “Mi sueño era poder hacer todo un edificio dedicado a chocolate”, confiesa Ferrer, un objetivo que consiguió en el año 2015. Fue entonces cuando tuvieron la oportunidad de comprar el edificio anexo a la pastelería, de cuatro plantas, transformando su fachada para que emulara una tableta de chocolate, con el dibujo de las onzas perfilado gracias a ventanas y pórticos. En su interior, todo el edificio se dedica al mundo del dulce, con un obrador, un espacio para cursos y talleres, una sala de muestras que casi parece la de un museo y un espacio para la degustación.
Bombones de colores y cacao de Madagascar
Brillar durante más de un siglo de historia, concretamente 117 años, no es nada fácil. Si la pastelería Ferrer lo ha conseguido ha sido gracias al trabajo de sus reposteros y, sobre todo, gracias a la calidad de su producto. Su propuesta gastronómica, como su espacio, se divide en dos. “A la tienda tradicional la gente viene a comprar lo que ella quiere, lo que ya conocen. En cambio, a la parte más moderna, la del chocolate, la gente viene a comprar nuestras propuestas, viene a ver qué hemos hecho nuevo esta semana o este mes”, explica el pastelero.
Mientras que en la pastelería siguen elaborando los tortells, los roscones de crema o las monas que llevan un siglo elaborando, en la chocolatería los Ferrer cambian su oferta casi a diario. Además de sus bombones tradicionales, bañados en chocolate negro o con leche, en su obrador elaboran bombones de colores, de formas o con diseños novedosos. “Estos de colores los hacemos solo una vez y, cuando se terminan, ya no los volvemos a hacer. Esta es una de las cosas que hace que la gente siempre quiera venir a buscar dulces diferentes”, explica Jordi Ferrer.
Además de bombones, la oferta chocolatera de esta pastelería se encarna en su chocolate de autor, una tableta elaborada con una mezcla de grandes cosechas de cacao de Brasil y de Madagascar. El resultado es 1907, un chocolate lleno de sabores que hace homenaje al año de su fundación. Esta tableta destaca por su ligera acidez, teñida con dulces matices afrutados. De cuerpo muy enchocolatado, goloso y tostado, es un chocolate de gran potencia que se mantiene en boca sin perder el equilibrio de sus sabores.
Además de bombones y otros chocolates, de este histórico negocio llama la atención su amplia variedad de productos: pastas y pasteles, drajees, bebidas con chocolate, vasos, pastas de té, prendas de chocolate, impresiones con chocolate, cajas de bombones, lotes y cestas de chocolate… Asimismo, en este espacio organizan talleres y actividades relacionadas con el chocolate para grupos y pueden organizarse pequeñas reuniones de empresas.
Además, otra de las especialidades de esta histórica pastelería son las monas de Pascua, un postre que llevan elaborando desde hace más de 50 años. La mona de Pascua es una tradición gastronómica catalana documentada desde el siglo XV, pero que se remonta al tiempo de los árabes. Aunque en otros lugares se ha mantenido la receta tradicional de la mona, en Cataluña es común que esta se cubra con chocolate y se cocine con formas divertidas, que a veces se convierten en verdaderas esculturas de chocolate.
Aparte de las monas que elaboran para vender al público, cada Semana Santa en la pastelería hacen un montaje diferente, una estructura de chocolate que sigue cada año una temática en concreto. “Ya tenemos decidida la temática de este año, por supuesto, pero también la del 2025 y la del 2026″, explica el pastelero.