Si eres una persona a la que le cuesta levantarse temprano, la culpa puede estar en el material genético que has heredado (o no) de los neandertales. Un reciente estudio publicado en la revista científica Genome Biology and Evolution ha demostrado que ciertos genes de estos humanos arcaicos pueden haber contribuido a que algunas personas sean más madrugadoras que otras.
Los humanos modernos tienen su origen en África hace unos 300.000 años, donde los factores ambientales moldearon sus características biológicas. Sin embargo, hace 70.000 años, empezaron a emigrar a Eurasia, un continente con latitudes más altas y con mayor variación de la luz diurna y la temperatura. Allí se encontraron con otros homínidos que llevaban viviendo durante más de 400.000 años: los neandertales.
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Por tanto, se encontraron dos grupos de homínidos que habían evolucionado de manera diferente porque habían vivido condiciones ambientales diferentes. La acumulación de variaciones genéticas y fenotipos específicos de cada linaje desembocó en la posibilidad de que los humanos modernos que venían de África adquirieran variantes genéticas ya adaptadas a estos nuevos entornos.
Otros estudios anteriores han demostrado que algunas herencias que dejaron los homínidos arcaicos en los modernos no fueron beneficiosas y la selección natural se encargó de eliminarlas, pero algunas otras las adaptó. Por ejemplo, las variantes genéticas arcaicas se han asociado con diferencias en los niveles de hemoglobina a mayor altitud en los tibetanos, la resistencia inmunitaria a nuevos patógenos, los niveles de pigmentación de la piel y la composición de la grasa.
Los entornos euroasiáticos en los que vivieron los neandertales (y también los denisovanos) durante varios cientos de miles de años están situados en latitudes más altas con horarios de luz diurna más variables que el paisaje en el que evolucionaron los humanos modernos antes de abandonar África. Por ello, los investigadores han estudiado si existen pruebas genéticas de diferencias en los relojes circadianos de los neandertales y los humanos modernos.
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Mediante la utilización de inteligencia artificial, los científicos descubrieron que existían diferencias funcionales entre los relojes circadianos de los homininos arcaicos y los humanos modernos. Del cruce entre ambos grupos, es muy probable que algunos humanos hayan heredado variantes circadianas de los neandertales. Para comprobar esta teoría, examinaron si las variantes genéticas introgresadas (el ADN que pasó de los neandertales a los humanos modernos) estaban relacionadas con las preferencias del organismo por la vigilia y el sueño.
El resultado fue que descubrieron que muchas variantes introgresadas aumentan de forma sistemática la propensión de algunas personas a despertarse temprano. En los humanos, el aumento de la tendencia a madrugar se asocia a un periodo más corto del reloj circadiano, lo que es beneficioso en latitudes altas, porque se ha demostrado que permite una alineación más rápida del sueño/vigilia con las señales temporales externas.
La tendencia de algunas personas a irse a dormir temprano y levantarse muy pronto podría haber sido útil en la evolución de nuestros antepasados que vivían en regiones más altas de Europa. Por ello, la selección natural encontró esta característica genética de los neandertales digna de preservarse.