El crecimiento humano es un proceso complejo que involucra cambios biológicos, físicos y psicológicos, y que abarca desde el nacimiento hasta la pubertad. Durante la infancia, el crecimiento es rápido y se ralentiza un poco durante los años escolares, hasta llegar a una temprana adolescencia que marca una fase acelerada de crecimiento conocida como estirón puberal. Es entonces cuando nuestro cuerpo recibe las primeras señales para detener el crecimiento, aunque realmente se detiene algunos años después.
Sin embargo, ¿por qué dejamos de crecer? ¿Qué se activa o se desactiva en nuestro organismo para que se frene nuestro desarrollo? Un equipo de científicos de la Universidad de Illinois Chicago (Estados Unidos) ha descubierto un mecanismo que podría explicar el cese del crecimiento en los seres humanos gracias a una investigación sobre el desarrollo de la mosca de la fruta.
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Este estudio ha sido publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences y liderado por el investigador en Ciencias Biológicas Alexander Shingleton, quien ha puesto el foco en la importancia de conocer el mecanismo de la pubertad para entender cómo funciona el cese del crecimiento. Comprender este fenómeno es crucial, especialmente en un contexto donde la pubertad en los niños está comenzando a una edad cada vez más temprana.
Los investigadores se interesaron por la mosca de la fruta, ya que su desarrollo tiene etapas similares a la pubertad humana, en las que pasa de larva a adulta. Hasta ahora se creía que las larvas cesaban su crecimiento al alcanzar un tamaño específico, lo que desencadena su transformación a la etapa adulta. Este proceso ya se había observado en otros insectos como la chinche besucona, que usa un receptor de estiramiento abdominal para controlar su tamaño.
Sin embargo, los científicos no estaban convencidos de que la mosca de la fruta tuviera este mismo mecanismo, por lo que plantearon una hipótesis diferente. La nueva teoría se centró en una hormona esteroidea llamada ecdisona, similar al estrógeno y la testosterona en los humanos.
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Mediante un modelo matemático, se demostró que el tamaño corporal no es el desencadenante que hace que una mosca de la fruta deje de crecer. En su lugar, la glándula que produce la ecdisona activa un interruptor de “parada del crecimiento”. En la fase larvaria, esa glándula recibe mucha información nutricional que le ayuda a decidir cómo regular la producción de ecdisona. Pero una vez que la ecdisona alcanza cierto nivel, la glándula ya no necesita esa información nutricional para tomar decisiones y empieza a regularse a sí misma.
Y es que la mosca de fruta no se mide directamente a sí misma para frenar su crecimiento, sino que lo provoca un cambio en la información nutricional. Partiendo de esta idea, el equipo cree que realizar estudios similares en mamíferos podría aportar información valiosa sobre el proceso de detención del crecimiento en los seres humanos.
Además, Shingleton sugiere que existe una relación entre los procesos de crecimiento en moscas y humanos debido a las similitudes en las hormonas esteroideas y en el modo en el que ambos organismos utilizan la insulina para transmitir información nutricional.