Diferencias entre probióticos, prebióticos y postbióticos: tres grupos de bacterias claves en el síndrome del intestino irritable

Aunque es fácil confundirlos, tienen funciones muy diferentes y fundamentales para el tracto intestinal

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Síndrome del intestino irritable (Shutterstock)
Síndrome del intestino irritable (Shutterstock)

Aunque solo varíen en el prefijo, los probióticos, prebióticos y postbióticos no son lo mismo y los tres son fundamentales por sus funciones. Estos bióticos regulan la comunidad de organismos microscópicos que viven en el tracto gastrointestinal, lo que se conoce como microbioma intestinal.

Dado que en el cuerpo humano viven tanto bacterias beneficiosas como dañinas estos bióticos favorecen las bacterias positivas e intentan mermar la actividad de las perjudiciales. Lo similar de sus nombres dificultan para la sociedad en general poder identificarlos, diferenciarlos y conocer qué función tienen en nuestro organismo.

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Probióticos

Los probióticos son quizás los más conocidos del grupo de los tres y son microorganismos vivos que mejoran la salud del paciente si se administran en las cantidades adecuadas. Por tanto, los probióticos mantienen a raya las bacterias malas además de promover la salud intestinal y aliviar los síntomas del síndrome del intestino irritable. Frente a los antibióticos, se suelen recetar probióticos para prevenir la diarrea. De hecho, estudios recientes apuntan a que, consumidos de forma regular y segura, los probióticos reducen la aparición de infecciones de las vías respiratorias, como podría ser el resfriado común.

Los probióticos se encuentran en yogures o alimentos fermentados, como el kéfir, el kimchee, la soja fermentada o la kombucha. Sin embargo, no todos los alimentos fermentados contienen probióticos, por lo que debemos prestar atención a sus etiquetas y buscar la frase “contiene cultivos vivos y activos”.

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Prebióticos

Los prebióticos son la fuente de alimento de los microbios beneficiosos. Suelen ser carbohidratos o fibras que no podemos digerir porque nos faltan esas enzimas. En consecuencia, los prebióticos se desplazan por el tubo digestivo hasta el intestino, donde las bacterias beneficiosas se alimentan de ellos.

Ciertos prebióticos mejoran la absorción de minerales de nuestro organismo y regulan los niveles de azúcar en sangre. Asimismo, aceleran la digestión, mejoran la función inmunitaria y reducen el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares.

Bacterias en el intestino (Shutterstock)
Bacterias en el intestino (Shutterstock)

La palabra prebiótico no aparece en la etiqueta de los alimentos, sino palabras como galactooligosacáridos, fructooligosacáridos, oligofructosa, betaglucanos, fibra de achicoria o inulina. Lo encontraremos de forma natural en verduras, frutas y cereales (cebollas, ajo, plátanos, la raíz de achicoria, espárragos, trigo, cebada, avena, judías...).

Postbióticos

Los postbióticos son los metabolitos (sustancia producida durante el metabolismo) de los probióticos que hemos ingerido. Cuando consumimos alimentos ricos en probióticos y prebióticos, los microbios de nuestro intestino consumen la fibra prebiótica no digerible. Esto hace que se produzcan compuestos bioactivos llamados postbióticos.

Los postbióticos son el objetivo final que se persigue en medicina, ya que afectan directamente al funcionamiento del intestino; mantienen las bacterias buenas y expulsan las malas. Sus propiedades antiinflamatorias, antioxidantes y anticancerígenas benefician nuestro organismo.

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La mejor forma de obtener estos postbióticos es llevando una dieta saludable, variada y equilibrada, incrementando la ingesta de frutas, verduras y fibra y reduciendo las grasas, el azúcar y los alimentos procesados.

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